Hay espíritus en Casa Navàs

Todo empezó hace aproximadamente un mes. Durante las visitas a Casa Navàs, «íbamos encontrando cosas que, al principio, no sabíamos muy bien qué eran, pero que luego entendimos que eran una especie de adivinanzas», explica Manu, guía de la joya modernista del Mercadal.

En las últimas semanas «la cosa parecía ir mejor, estaba más o menos en calma». Pero, justo ayer, «volvieron a aparecer un montón de enigmas repartidos por las estancias». Manu no se anda con rodeos: «En la casa hay espíritus» y son los de «Joaquim Navàs y Pepa Blasco», propietarios originales del edificio.

Aunque «no hacen nada», los fantasmas sí «desordenan las cosas». Por eso, ayer se organizó un singular escape room con la finalidad de «ir resolviendo los acertijos que surjan» para «apaciguar a los espíritus». Y, también, de paso, para acompañar a Manu, que así pudo estar «más tranquilo por no ir solo».

Entre cifras, frases e imágenes, quienes entraron en el juego fueron hallando cofres en las estancias de la primera planta. Conocieron, a la vez, la historia de Joaquim Navàs y Pepa Blasco, «emprendedores» y que «levantaron un gran emporio textil en Reus». De ahí que los bajos de la residencia se reservaran íntegramente para «juntar todas las que tenían y crear una sola megatienda». Supieron que él «viajaba muchísimo» y que a ella «le encantaba leer el New York Times» y «era una mujer muy moderna».

De los vitrales al primer teléfono de Reus

«Por lo que hemos notado, los fantasmas quieren que vayamos recogiendo cosas», indicó el guía a los visitantes. «Yo no creo en estas cosas, pero...», les dijo, y ellos fueron aclarando misterios para seguir adelante, avanzando por la que es la casa modernista con más metros cuadrados de vitrales de Europa, 200.

Así supieron que la pared del recibidor está desnuda, sin tapices, por «la higiene, porque la señora Blasco no quería colocar tejidos que pudieran acumular polvo». Por eso mismo «el dormitorio no tenía cortinas» y «para evitar la luz y poder pegar ojo, se usaron cristales más oscuros que atenuasen el sol».

Los jugadores pudieron admirar, en la sala de estar, «el primer teléfono de Reus», que «no tiene números; uno descolgaba y le respondía una señorita que le preguntaba con quién quería hablar, conectaba unos cables y le pasaba». Y vieron el montacargas de la cocina, con el que «se bajaban los platos a los empleados y se podía subir la compra entrándola por la calle Jesús, más discretamente que desde la plaza».

Al final del recorrido, la pericia de los participantes les valió para destapar una dulce sorpresa y un mensaje de paz. Y con esa misma calma se despidieron los espíritus, satisfechos de haber transmitido una enseñanza estrechamente ligada a la historia de Casa Navàs... Pero, ¿volverán?