El Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) ha condenado al Institut Català de la Salut (ICS) por negligencia y retraso en el caso de la muerte por infarto de un ciudadano tarraconense en 2014. La nueva sentencia confirma en líneas generales la que emitió en 2020 el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo 2 de Tarragona, que condenaba al ICS por el «deficiente funcionamiento de los servicios públicos sanitarios en la asistencia recibida por Enrique Gheron en el Hospital Joan XXIII el día 25 de diciembre de 2014».
Gheron, de 76 años y farmacéutico del barrio de Torreforta, falleció de un infarto en un traslado a Bellvitge por estar cerrada la unidad de hemodinámica de Joan XXIII. La sentencia fue recurrida por el ICS. El TSCJ vuelve a dar la razón a la mujer del fallecido.
El alto tribunal estima parcialmente el recurso, rebajando la indemnización, pero confirma la gran parte de la resolución en primera instancia. Para el TSJC, las conclusiones de la magistrada de instancia sobre «atención negligente y deficitaria» son todas ellas «congruentes, racionales, razonables y no contradictorias entre sí».
«Evidente retraso anormal»
La sección cuarta de la sala de lo contencioso-administrativo del tribunal catalán asume todas esas consideraciones y las ve «ajustadas a derecho» al evidenciarse un «evidente retraso anormal en la asistencia debida al paciente», «inaplicando de forma reiterada y negligente el protocolo médico, en especial, el del propio hospital Joan XXIII».
Aquel suceso movilizó a la sociedad tarraconense para que el servicio abriera, por fin, las 24 horas, algo que llegó un mes y medio después, en febrero de 2015.
En las discrepancias de la hora de llegada al hospital y en los momentos en los que se debía activar el código infarto ha estribado parte de la controversia del caso. Hay un baile de horas entre las partes pero, en todo caso, el paciente llegó al hospital en algún momento entre las 18 h. y las 19 h.
La nueva sentencia recoge que «el electrocardiograma se efectuó a las 20.01, lo que denota el retraso notable en su realización». La esposa mantuvo que el ingreso en urgencias fue a las 19.06 h. En cualquier caso, el TSCJ indica que «no es hasta las 20.10 h. cuando se avisa al cardiólogo de guardia».
«Casi una hora después»
La sala no entiende cómo, activándose el código infarto por el cardiólogo a las 20.35 horas, el paciente aún seguía en dependencias hospitalarias. La primera parada cardiorrespiratoria se produjo en ese lugar a las 21.23 horas, «casi una hora después de la activación del protocolo de urgencia de código infarto, lo que denota nuevamente un retraso importante acompañado de negligencia o falta de diligencia debida en la actuación médico-sanitaria prestada al paciente».
Como relata la sentencia de instancia, tras ser estabilizado en el hospital, se decidió nuevamente su traslado, en este segundo y definitivo intento. Se inició a las 22.25 horas. En el viaje a Barcelona, hubo una nueva parada que no logró ser remontada, de forma que Enrique falleció a las 22.50 horas a la altura de El Vendrell.
La justicia dictamina ahora que «desde que se le practicó el electrocardiograma al paciente, este debió ser derivado a la unidad de hemodinámica del propio hospital, sin necesidad de esperar a los resultados de analíticas u otras pruebas, siendo un dato de retraso o actuación negligente el avisar al cardiólogo responsable de la unidad de hemodinámica a las 20.10 h y no decidir este su traslado inmediato de aquel al hospital de referencia, Bellvitge, si ya sabía que desde las 20 horas estaba cerrada la unidad de hemodinámica».
Además, el protocolo del hospital ya establecía que a todo paciente candidato a angioplastia se le practicará si llega al hospital antes de las 20 horas. Concluye que «si se le hubiera realizado la angioplastia con carácter urgente pudiera haberse evitado el resultado de muerte acaecido».
Margen para la angioplastia
La angioplastia (dilatar una arteria o vena ocluida con el fin de restaurar el flujo sanguíneo obstruido) era un medio contemplado por el Joan XXIII, incluso antes de las 20 h. «sin necesidad de traslado a ningún hospital de referencia y máxime cuando era un hecho notorio que en todo traslado de pacientes ha de transcurrir un cierto lapso temporal, de coordinación entre equipos médicos, llamamiento de ambulancia medicalizada, etc., circunstancias temporales que debieron ser tenidas en cuenta por el responsable médico de cardiología a la hora de preferir un traslado a otro hospital en lugar de efectuar la angioplastia en el centro en que trabajaba y estaba de guardia».
Es por eso que el tratamiento se debió hacer en el hospital tarraconense y no derivarlo «ante las circunstancias urgentes del caso». El TSJC rechaza la apelación, que argumentaba que el farmacéutico vino por sus propios medios y no presentaba sudoración, en un intento por justificar que no mostraba síntomas propios de infarto agudo de miocardio sino edema agudo de pulmón, que era la «patología que comprometía su vida y que se había de tratar prioritariamente».
El Tribunal sostiene que «el paciente, además de señalar su disnea o dificultad para respirar, manifestó que tenía un fuerte dolor centro torácico-abdominal, pudiendo ser compatible con un edema pero tampoco se ha de olvidar que tales edemas vienen asociados en la mayor parte de casos con insuficiencia cardiaca».
Esta nueva sentencia no ha sido recurrida, ha pasado por tanto a ser firme y da carpetazo nueve años después al caso. José Aznar, el letrado, reconoce que «lo más importante es que se solventó el problema de la asistencia a partir de ese fallecimiento y se salvaron vidas, también gracias a la insistencia de su mujer, que fue clave para que abrieran el servicio las 24 horas».
La mujer de Enrique Gheron, María Victoria Viu, reconoce que «han sido nueve años esperando esto, ellos hicieron el recurso al Tribunal Superior de Justícia de Catalunya y ahora nos han dado la razón. Hemos peleado para que se hiciera justicia. Hay que luchar por la sanidad pública, para que haya una mejor gestión».
«Solo quería la verdad»
El objetivo de la mujer de Gheron era «que se supiera la verdad, que saliera a la luz pública que no era lo que nos decían, que hubo una negligencia». El camino «para mí ha sido psicológica y emocionalmente muy duro, tanto que a veces no sabes si te compensa, pero he querido seguir hasta el final».
Viu nunca perdió de vista que su pelea también tenía un componente de reivindicación social: «Hay que luchar por tener una sanidad que cuente con más medios, para que estas cosas no vuelvan a pasar. Doy las gracias a los sanitarios, a los médicos, a los abogados, a los jueces y a los medios que me han ayudado».
Viu recalca que «defender y poner voz a los que no pueden hacerlo es un deber moral de todos. Enrique Gheron, al igual que muchísimos más, merecen que la verdad siempre salga a la luz y así se puedan evitar errores futuros para el resto de personas».
El caso acabó en la justicia después de una reclamación patrimonial al ICS presentada por la viuda, que fue desestimada. Ella siempre sostuvo que su marido llegó con margen de tiempo suficiente de ser atendido. Alegaba que no se actuó con urgencia y que hubo un retraso injustificado en la activación del código de infarto en urgencias del centro, así como una falta de asistencia en la unidad de hemodinámica. Se decidió su traslado a Bellvitge, según la denuncia, «de forma tardía, con incumplimiento de los tiempos de actuación establecidos protocolariamente».
Unos días después de la muerte, en enero de 2015, sindicatos, pacientes y trabajadores se encerraron en las dependencias de los servicios territoriales de Salut en Tarragona. A mediados de febrero abría, finalmente, la unidad cardíaca durante las 24 horas del día.
Enrique Gheron fue una persona muy conocida y apreciada en todos los barrios de Ponent. El farmacéutico regentó su negocio durante 50 años, los últimos en el número 19 de la calle Segarra, en Torreforta.

Una lucha social
Apenas mes y medio después de lo sucedido con Enrique Gheron, la Unidad de Hemodinámica de Joan XXIII abrió 24 horas, poniendo fin a un largo periodo de reivindicaciones, marcado por concentraciones, manifestaciones, encierros y recogidas de firmas. Para muchos, el trágico suceso fue un punto de inflexión que, de alguna manera, aceleró el proceso de ampliación.
En su momento, Salut defendió que la apertura 24 horas ya estaba prevista y la desvinculó de las protestas. También negó la supuesta situación de ‘causa-efecto’ por la muerte del farmacéutico de Torreforta, explicando que se trataba de un proceso previsto, que no fue ni acelerado ni retrasado.
«Fue una batalla importante»
Silvia Labodia, miembro del Grup de Treball en Defensa de la Sanitat Pública, recuerda que «fue una batalla importante en la que la constancia que tuvimos resultó clave, hicimos fuerza para que cambiara y estuvimos al pie del cañón como usuarios». Labodia añade que «hubo muertos por el camino y aquella lucha ciudadana salvó vidas» y «se demostró que hacía falta una atención 24 horas».
Marina Roig, delegada de la junta de personal del Hospital Joan XXIII de Tarragona, reconoce que «es muy triste que tenga que morir una persona para que se activara la sensibilidad política y decidieran dedicar el dinero a ampliar ese servicio que era necesario. Es la muestra de que el dinero estaba, lo que pasa es que no se estaba priorizando para ese servicio».
Roig aclara que «ese fallecimiento fue el detonante, porque la sociedad se movilizó, y también fue importante el papel que tuvo la mujer, además en esa época de los recortes». La delegada sindical concluye que «las cifras de actividad muestran que la ampliación era fundamental y que la asistencia que se daba entonces aquí era precaria».