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    Urbanismo con ojos de mujer en los barrios tarraconenses de Ponent

    Torreforta protagoniza una Marxa Exploratòria para detectar los puntos que generan inseguridad en la zona y valorar la percepción que tienen las vecinas del espacio público por el que se mueven en su vida cotidiana

    03 diciembre 2022 19:06 | Actualizado a 03 diciembre 2022 19:08
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    ¿Tienen miedo las jóvenes que van a entrenar en el pabellón de la ADT cuando vuelven caminando por la rampa de acceso a Riu Clar a las siete de la tarde? ¿Los escasos bancos de la plaza Major de Campclar invitan a sentarse con las amigas? Son algunas de las preguntas que se hicieron el grupo de mujeres que esta semana participaron en la primera Marxa Exploratòria que se hizo en los barrios de Ponent, en el que un colectivo de vecinas analizó bajo la perspectiva de género cómo de seguras, o no, se sienten en las plazas y calles por las que caminan en su día a día.

    La propuesta forma parte de una iniciativa impulsada por el Departament d’Interior en doce ciudades de Catalunya, para hacer una diagnosis y elaboración de propuestas de mejora de la seguridad urbana bajo la perspectiva de género. En una primera sesión, las participantes pudieron explicar los recorridos que hacen en su vida cotidiana, haciendo un análisis individual de la percepción de inseguridad de estos espacios. Algunos de estos puntos fueron los que visitaron in situ, durante esta marcha.

    Conducida por Sara Ortiz y Sara Carbonell, del Col·lectiu Punt 6, el recorrido se inició en las puertas del Centre Cívic de Torreforta. En este mismo punto empezaba, pasadas las seis de la tarde, el primer análisis. Pese a que era una noche fría, había movimiento de personas y los bancos ubicados debajo de las farolas pasaban la primera prueba. Pero la gran superficie de cemento de la plaza y la falta de permeabilidad del edificio del Centre Cívic no acabaron de convencer a unas participantes que también se fijaron en que precisamente la zona más oscura era la del parque infantil. Evidentemente, no había nadie. Tan solo unos metros más adelante las miradas se centraban en una parada de autobús. En este caso, con dos bancos, pero sin luz. «Las que tienen marquesina son un lujo», decía una de las participantes.

    Las persianas bajadas de algunos de los locales son otro aspecto en el que hicieron hincapié en el camino hacia la carretera de Valencia. En este punto tenía lugar la siguiente parada, en este caso para valorar la confusión que genera un carril bici que aparece y desaparece, como el Guadiana, y la dificultad para cruzar al otro lado de la N-340, a excepción del paso de peatones para ir al Mercadona.

    El grupo continuó su camino hacia la Rambla de Ponent para detenerse en este caso en la plaza Major. De nuevo, una superficie de cemento, con la zona de juegos casi a oscuras, escasos bancos, sin fuente ni baños públicos. No había ni un alma. «¿Hay zona de ocio?», preguntó Ortiz. «No», fue la respuesta. «¿Y qué hacen los jóvenes?». «Botellón o irse a Salou o a Reus».

    En la calle Móra d’Ebre las miradas se centraron en las pasarelas para cruzar la T-11. «Yo no las utilizo, si tengo que ir al otro lado cojo el coche», era la opinión mayoritaria. Desde el CAP La Granja, el grupo seguía su ruta hacia la calle Falset. El parque próximo a la iglesia, rodeado por dos grandes edificios, permanecía con la verja cerrada a pesar de que todavía no eran las ocho de la noche.

    La Torre Forta vallada, vacía y abandonada centraba de nuevo el interés. «Sería un espacio ideal para hacer actividades para los jóvenes y que tuvieran un sitio en el que pudieran reunirse», apuntaban. De momento, tan solo es otro espacio lúgubre y sin vida.

    La rampa hacia las instalaciones de la ADT era la última parada. «Tiene todos los elementos, un montón de verde y arbustos en los alrededores, escasa luz, poca gente...», apuntaba una de las chicas, quien afirmaba que de noche no había cruzado nunca la zona.

    La diagnosis fue concluyente. «Hay una necesidad imperiosa de mejorar la vida en el espacio público», apuntaban desde el Col·lectiu Punt 6. La ausencia de jóvenes en la calle, de niños jugando y un movimiento tan solo asociado a las personas que a esa hora regresaban a casa evidenciaban algunos de los déficits que eran motivo de análisis en la ruta. Una experiencia que buscará repetirse de nuevo, en este caso incentivando a las nuevas generaciones del barrio para que se sumen a la iniciativa.

    Esta primera experiencia tenía lugar en un contexto de revisión del POUM en el que se están abordando muchos de estos aspectos y el urbanismo feminista quiere ser protagonista. «Uno de los aspectos en los que se está incidiendo es que el nuevo plan tenga un informe desde la perspectiva de género», apuntaba Rut Fabra, técnica de urbanismo que también participó en la acción.

    El Pla de Feminisme del Ayuntamiento prevé un mapa de la vida cotidiana y de la ciudad prohibida. «La ruta va en la línea de detectar los puntos más oscuros que en clave de género los hace más inseguros y se enmarca en el inicio de hacer un análisis más exhaustivo de los barrios», apuntaba.

    La iniciativa se enmarca en la voluntad de hacer una diagnosis de la percepción de inseguridad en el espacio público
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