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    Mayte Uceda: «En la época de la Cuba colonial, las mujeres buscaban justicia social»

    La asturiana publica la novela ‘El maestro de azúcar’

    22 marzo 2024 11:47 | Actualizado a 26 marzo 2024 18:06
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    Dos mujeres viajan desde España a la lejana isla de Cuba. Mar, la hija del médico del pueblo, sigue a su padre, quien ha recibido la oportunidad de dirigir un consultorio en una plantación de azúcar; Paulina, viuda, debe contraer matrimonio con el prestigioso maestro de azúcar de la hacienda. Pero una vez allí, las cosas no serán como se imaginaban. Se trata del argumento de El maestro de azúcar, de Mayte Uceda (Editorial Planeta), una novela de colonialismo, diversidad, injusticias y desigualdades.

    Es una novela protagonizada por mujeres y titulada por un hombre.
    No es la primera vez que me hacen esta pregunta. Normalmente, los títulos los elijo al final, pero en esta ocasión descubrí la figura del maestro de azúcar, me pareció muy interesante y el nombre se me hacía poético por lo que decidí que se quedaría momentáneamente, aunque al final, fui incapaz de modificarlo. Pensé que el protagonista masculino iba a tener un peso muchísimo mayor en la novela, pero fueron las mujeres las que cogieron ese protagonismo.

    ¿La calificaría de novela matriarcal o feminista?
    De ambas formas. Las mujeres buscan justicia social, al menos tener algún tipo de derecho porque en aquella época estaban totalmente supeditadas a lo que decidían los hombres de la familia. Había casos como el de Mar Altamira, que era una afortunada porque creció en un ambiente muy liberal con unos padres muy comprensivos, pero no era lo normal. Lo habitual era el caso de Paulina con un futuro decidido por su familia.

    $!Mayte Uceda: «En la época de la Cuba colonial, las mujeres buscaban justicia social»

    Pero Mar es afortunada hasta cierto punto porque quiere ser doctora y no puede.
    Tiene una gran vocación por ser médico como su padre y sus hermanas. Sin embargo, en aquella época las mujeres no podían matricularse de forma oficial en una universidad a menos que diera permiso el Consejo de Ministros, que es algo que ahora nos parece increíble. Todo un Consejo de Ministros para decidir si una mujer podía matricularse en una universidad.

    Increíble.
    Por ese motivo casi nadie se atrevía a dar ese paso. Sí que es cierto que hubo un puñado de ellas que, aprovechando ese vacío legal, lo hicieron. Porque el legislador no prohibía expresamente que una mujer estudiara en una universidad, simplemente había un vacío legal, no se legislaba para eso y aprovechando ese vacío, algunas mujeres consiguieron ese permiso para matricularse. Pero lo hacían en unas condiciones pésimas, a algunas les tiraban piedras cuando iban a clase; a otras las sentaban en unos extremos de las aulas para que no distrajeran a los alumnos. Realmente, fueron situaciones muy duras.

    En el caso de Paulina, un matrimonio de conveniencia.
    Conveniencia para su familia. Son sus tíos los que deciden casarla. Es muy jovencita, pero es viuda, la familia ve la oportunidad de enviarla a Cuba, de casarla con un hombre que tenía una profesión prestigiosa. Y el objetivo es que ella les ayudara desde allí, ya que ellos son muy pobres.

    Cada uno tiene un sentido de la justicia propio, que es precisamente lo que les ocurre a los personajes, esas injusticias y esos abusos de poder los perciben de una forma distinta

    ¿Qué le interesa del colonialismo?
    Lo que más me interesó de toda la documentación que acumulé es esa diferencia cultural. Me fascinó el hecho de descubrir que, al contrario de lo que se cree, la masa de trabajadores africanos no procedían de un mismo punto. Eran distintas etnias, muy diversas entre sí, con diferentes lenguas y religiones. E incluso los lugares de origen de algunas de ellas eran rivales. Entonces, esa mezcla me fascinó porque no tenían nada que ver unos con otros, ni cultural ni físicamente.

    Y chinos...
    Llegaban en unas condiciones muy oscuras, engañados. Ellos saltaban de China a Filipinas, en una búsqueda de mejorar su futuro. Y de Filipinas, los españoles, donde también estaban, los metían en barcos y acababan en Cuba, tristemente.

    ¿Cómo las mujeres se embarcaban en unos viajes tan peligrosos?
    Realmente, era muy peligroso. Los viajes transoceánicos ya los había documentado en mi anterior novela, por lo que fue un poco más sencillo. No tenían la tecnología que tenemos hoy para prevenir los temporales marítimos y cuando se cogía una enfermedad a bordo, una enfermedad contagiosa en una época en la que no había vacunas ni penicilina, antibióticos ni nada, hacía verdaderos estragos entre los pasajeros.

    Ahora tras las Covid somos un poco más conscientes de lo que puede significar.
    Sí. En aquella época podemos pensar, ¿cómo se atrevían a embarcarse? La vida era un riesgo ya, había tasas de mortalidad muy altas, por tanto, era un riesgo más que asumir.

    Las mujeres no podían matricularse de forma oficial en una universidad a menos que diera permiso el Consejo de Ministros

    El estigma de la infertilidad llega hasta hoy.
    Siempre la mujer es la sospechosa cuando hay un caso de infertilidad en una pareja. Afortunadamente, hoy en día tenemos métodos para determinar quién tiene la dificultad para engendrar. Eso le ocurre a este personaje, a la criada del doctor, que representa a muchas mujeres de las que primero se iban sus maridos, emigraban y las dejaban a ellas aquí y luego nunca las reclamaban. Formaban otras familias en Cuba, en México, en Argentina, donde fuera, y se olvidaban de la que dejaban aquí y eso sucedía de forma muy habitual.

    Al final es una historia de amor entre tres personas.
    No estaba previsto que fuera así, pero la vida da muchas vueltas y en la isla afloran muchas emociones, precisamente por ese choque cultural con el que se encuentran los personajes cuando viajan.

    Un choque también a nivel de moral.
    Allí había una relajación absoluta, precisamente derivada de esa mezcla cultural, de esa influencia de las tradiciones africanas porque los africanos no se casaban. Esto es algo nuestro, occidental. Ellos se prestaban a ellas y al revés. Para nosotros era moralidad. Para ellos ni siquiera era eso, era su forma de vida, que era muy respetable.

    ¿Por qué le interesa la injusticia social?
    Siempre me ha interesado, yo creo que va con las personas. Es decir, cada uno tiene un sentido de la justicia propio y luego hay niveles. Cada uno lo siente de una forma distinta, que es precisamente lo que les ocurre a los personajes, esas injusticias y esos abusos de poder los perciben de una forma distinta. Me interesaba mostrar cómo era la vida en las plantaciones azucareras con sus injusticias, con sus bondades y sus maldades. El bien frente al mal. Es atractivo de cara a una novela.

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