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    Illa versus Puigdemont

    La entrada en escena de Puigdemont, aun siendo previsible, vuelve a introducir la variable emocional del agravio
    y del resentimiento

    24 marzo 2024 20:52 | Actualizado a 25 marzo 2024 07:00
    Albert Surio
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    Pedro Sánchez ha desplegado una gran operación en Catalunya basada en el ‘reencuentro’, que se fundamenta en gran medida en muchas de las posiciones históricas del PSC y que tiene como último objetivo quitarle la mayoría absoluta al independentismo en las urnas, achicar su espacio social y obligarle a largo plazo a que rebaje sus pretensiones negociadoras y aparque la vía autodeterminista.

    La prueba decisiva se librará en las urnas el 12 de mayo. Sánchez ha arriesgado mucho con la ley de amnistía, porque el apoyo de Junts era la única baza que disponía para mantener el poder. Ahora se la juega al 100% en unas autonómicas de carácter plebiscitario sobre la independencia tras la presencia de Carles Puigdemont como candidato. Sánchez ha pagado un alto coste y veremos si el riesgo ha merecido la pena para ganar social y políticamente en Catalunya.

    La entrada en escena de Puigdemont, aun siendo previsible, vuelve a introducir la variable emocional del agravio y del resentimiento, y eso lleva al independentismo al bucle de 2017, que puede decantar la batalla interna en el seno del secesionismo entre Junts y ERC. Lo que está en juego augura una fuerte polarización entre el PSC y Junts, entre Illa y Puigdemont, que tendrá lógicas consecuencias en la política española. Si se consigue quitar la mayoría absoluta al independentismo, Sánchez podrá cantar victoria, aunque a la vez Junts y ERC puedan tener menores incentivos para respaldar a Sánchez.

    Además, los movimientos críticos en Sumar y los Comunes -en contra, por ejemplo, de la decisión de no presentar unos Presupuestos para 2024- auguran un contexto muy complicado para los aliados del Ejecutivo, que parece que han decidido ‘morir matando’. Un escenario realmente endiablado para las expectativas del Ejecutivo de coalición.

    Si se consigue quitar la mayoría absoluta al independentismo, Sánchez podrá cantar victoria, aunque a la vez Junts y ERC puedan tener menores incentivos para respaldarle

    La encrucijada catalana se produce en un momento de alta toxicidad de la política española, con una degradación que ha llegado a extremos desconocidos. Sin dramatizaciones innecesarias, hay que constatar que este grado de hiperbólica sobreactuación puede alimentar las dinámicas propias de confrontación pero al final terminar por hacer daño al sistema político y a la democracia española.

    La corrupción se ha convertido en un arma arrojadiza, ya sea la del ‘caso Koldo’ o la de otros episodios irregulares como los que rodean a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La comisión de investigación anunciada por el Congreso sobre la compra de mascarillas en la pandemia podría ser, teóricamente, una buena oportunidad para iluminar todas las zonas de sospecha. Pero importa más el ruido que las nueces.

    El PP ha decidido apretar el talón del acelerador y ha decidido políticamente ir a por el presidente y extender su estrategia de acoso y derribo con insinuaciones más o menos larvadas contra su esposa, Begoña Gómez. El PP va a por todas, aunque tenga que radicalizar sus discursos, lo que lleva a Núñez Feijóo a desarrollar una estrategia de oposición basada en la ferocidad. Y eso se extiende a todos los ámbitos, desde los mensajes de sus cargos públicos en los municipios más pequeños, hasta las intervenciones en el Congreso.

    Todo está basado por un discurso-mantra que quiere quitarse la espina de la moción de censura que sacó a Mariano Rajoy del poder con la bandera de la regeneración política. Sánchez es corrupción, según esta línea argumental. Con ello quieren acelerar el desgaste del Ejecutivo. Y el PSOE ha decidido salir al contraataque para ‘movilizar’ a los suyos.

    En este contexto se ha cruzado el episodio en torno a Miguel Ángel Rodríguez, director de gabinete de Ayuso, y el capítulo de la investigación judicial del presunto delito fiscal de Alberto Gonzáles Amador, el novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid. La historia ha vuelto a activar la dinámica de frentes, de fobias y de filias tan características del hervidero madrileño.

    Escenas tan deplorables de intimidación a periodistas para acallar informaciones en torno al supuesto defraudador durante los tiempos de la pandemia constituyen un retroceso grave que, además, interpelan a Ayuso y al propio Feijóo.

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