Dicen que siempre hay un puerto de donde salir y debe haber un puerto al que llegar. Para refugiarse, para recuperar fuerzas. Para sentir las raíces y desempolvar recuerdos.
Ese puerto para la periodista Rosa Maria Calaf es Banyeres del Penedès. En Cal Caterina, la casa de la familia. La que le hicieron a la bisabuela cuando se casó y que atesora memorias.
Cuando puede Calaf recala en Banyeres. Como decía Hemingway, «mi casa no es para vivir, es para volver». Allí Calaf forjó juventud. De niña cada año pasaba la segunda parte de septiembre. Alguna Navidad, alguna Semana Santa.
Una casa y un paisaje arraigado a la infancia. «La costa, la montaña, la conversación, el Mediterráneo como parte de este país». Un vínculo con la infancia y volver a las raíces en la madurez.
Un referente
Un puerto necesario para una mujer que ha recorrido 184 países (hay 195 en el mundo). Le quedan 11. Cuando se dice ha recorrido es eso. Recorrer, relacionarse con sus gentes, conocer. No sólo aeropuertos y pasar de largo.
Rosa Maria Calaf, la periodista referente para generaciones coetáneas y las que han venido detrás. Sinónimo de rigor, vocación, sinceridad, respeto, capacidad distante... Ha sido objeto del documental Imprescindibles de RTVE que muestra su larga y exitosa trayectoria.

Impulsora de TV3 tras años en radio y RTVE en Miramar y en Madrid y al frente de programas míticos como 300 millones, «que me dio la oportunidad de contar información internacional. Cultural, pero ¿dónde está la diferencia? Y me facilitó poder viajar». Después recaló en Informe Semanal.
Corresponsal en Nueva York, Buenos Aires, Roma, Pekín, Moscú... ha esculpido credibilidad y una manera de hacer cercana. Nos lo creemos porque lo cuenta la Calaf, decían sus compañeros de todos los medios.
184 países en los que se ha sumergido. Cien de ellos como periodista. Los otros, de viajera, si es que en la Calaf se pueden separar los dos conceptos. «El viaje es un recurso para aprender. Contar lo que sucede y lo que pasa a las personas».
Una pasión heredada. «Lo que he hecho no hubiese sido posible sin esa familia. El papa, un gran lector, melómano, viajero...». El abuelo también fue un gran viajero. De la Conca de Barberà. Hombre de negocios que estuvo en Cuba, Estados Unidos, por toda Europa... a principios del XX ya fue a la India.
El confinamiento
Quien tiene alas no puede tener raíces. Pero a veces hay que recalar en el puerto. Calaf pasó el confinamiento en Banyeres. «Pasábamos por los campos, íbamos andando a L’Arboç, a Llorenç... y acabábamos en las pastelerías». Porque también hay debilidades.

En esa casa se siente segura. Una de las estanterías acumula recuerdos que atesoran memorias. Unas viejas zapatillas, un azucarero con un siglo y cuarteado muy a lo kintsugi, el arte de valorar las cicatrices, unas botas chanzú que hacía que las mujeres chinas tuviesen pies de loto.
«Lo que tengo no es comprado. Es regalado, intercambiado y está relacionado con personas». Gente que ha ido encontrando en el camino». Y fotos familiares.
Rosa Maria Calaf comenzó Derecho (y lo acabó), pensando en una carrera diplomática. Pensando en viajar. «¿Me hice periodista para viajar?».
Banyeres es también para reflexionar con el freno echado. Lamenta que hoy se valora más lo superfluo. Una visión cupcake en lo que lo importante es lo exterior aunque por dentro sea una simple magdalena. «Tener a la ciudadanía distraída con lo anecdótico y no relevante evita que se concentre en las ideas. Y el caballo de batalla debe estar en las ideas».
«Si la educación es cara, vean lo que cuesta la ignorancia. El periodista debe luchar contra la ignorancia. No dejar saber es una forma de dominar». Lecciones de la experiencia. «El exceso de supuesta información te complica tanto como la nula información».
Ver los acontecimientos
En 1981 vivió la crisis de Israel, de Nueva York (1983). En Moscú, abriendo corresponsalía en la Unión Soviética. De Buenos Aires a Roma. Corresponsal en Asia Pacífico, los Juegos Olímpicos de Pekín. Viena, uno de los países que estuvo detrás del telón de acero. La Guerra de Balcanes. «He tenido el privilegio de ver los acontecimientos».
Un último reportaje en Filipinas cuando no estaba en el interés geoestratégico de nadie. «Me satisfizo conseguir que se hablase de los conflictos olvidados» para el programa En Portada en Mindanao.
«Más que la verdad en mayúscula hablamos de la veracidad. De la honestidad para que se cuenten respuestas». Y un estilismo que la ha caracterizado. La forma del cabello, color y las gafas. «Una forma de identificarme». El ‘pelo a lo Calaf’ marcó tendencia.

La Calaf señala que la tecnología que tenemos debe estar al servicio de un mejor contenido. «La persona debe ser el centro de interés. Por el periodismo y la educación encaminaremos esos logros».
¿Avanzamos? La mujer periodista puede poner la visión femenina de todos los problemas, público e intelectual, no sólo de cocina. «Este tipo de preguntas todavía hoy (años después) me la hacen y la respuesta es la misma».
Y una decena de países pendientes. Somalia, Eritrea, Yemen, algunas islas del Pacífico. Sigue en ello. Hace poco recorrió África hasta Ciudad del Cabo en coche. «26 países, once meses» y de Barcelona a Mongolia en coche como también cubrió así Sudán o Senegal. «Si no esperamos lo inesperado, nunca sucederá. Los sueños hay que perseguirlos».