La calle Josep Pujol i Montaner, en el barrio de Clarà, es espaciosa y sin demasiado bullicio. Quizá por las tardes, en el parque infantil, se rompe la monotonía de la circulación de coches. Se trata de un vial tranquilo de un barrio mayoritariamente residencial alejado del centro de Torredembarra. El bloque del número 18 es un edificio de obra vista con siete viviendas repartidas en tres plantas y unos bajos.
El edificio está embargado. El portal www.pisosembargadosdebancos.com ofrece una de las siete viviendas construidas por 132.400 euros: «Pisos de obra nueva en urbanización Clarà de Torredembarra. Pisos exteriores a estrenar de dos habitaciones dobles con armarios empotrados, baño con plato de ducha, salón-comedor con salida a terraza. Carpintería exterior en aluminio. Edificio de obra vista, con zona ajardinada y piscina comunitaria».
Sin embargo, no ha hecho falta abonar una paga y señal para quedarse con uno. Hace un mínimo de dos semanas se han ido ‘llenando’ todos ellos. Los vecinos explicaban que llevaban tiempo buscando la manera de acceder a ellos. Los okupas aseguran que la puerta principal estaba abierta.
Sólo un local tiene escritura. Está al lado de la puerta principal. Se trata de un restaurador que tenía planes de futuro aún por definir y ahora con más dudas que antes por la presencia de estos nuevos ‘inquilinos’.
La Policía Local fue alertada el pasado 18 de septiembre por un vecino. Tres individuos merodeaban este bloque de pisos en desuso. Los agentes los identificaron y los sujetos en cuestión les explicaron que vivían allí desde hacía días. Cerraduras cambiadas, colchones, algún que otro mueble... La justificación necesaria para que nadie pudiera sacarlos de allí en un espacio corto de tiempo. Los agentes informaron de lo ocurrido, pero admitieron en su informe que no podían precisar el tiempo que llevaban.
Algunos vecinos han explicado que «hemos sido testigos de diferentes intentos de ocupación por parte de algunas familias hasta que han conseguido acceder a los pisos». Los policías locales observaron cerraduras nuevas y la ocupación de algunas de las siete viviendas. A día de hoy, en todas ellas ya viven personas.
La convivencia hasta la fecha es normal. «No sabía que había okupas hasta que un vecino me comentó el tema de la presión del agua», explica una comerciante que está a pocos metros del edificio. «No hemos tenido problemas, pero sí es cierto que muchos días al ver a gente en la calle y en los pisos nos sentíamos observados», explican otros.
El problema del agua
El pasado jueves se produjo el primer problema serio. Algunos de los okupas intentaron conectarse a la red de agua, gestionada por Sorea. El intento de conexión terminó con una fuga importante. Los autores rompieron una cañería y el líquido se desperdició por Clarà. Técnicos de Sorea trabajaron a contrarreloj y consiguieron restablecer el suministro en el barrio en pocas horas.
El número de personas que entran y salen crece, dicen los vecinos. «Es muy posible que estén llenando de muebles los pisos y se establezcan definitivamente. El bloque está embargado y así las dificultades de que los echen son mayores», reconocen.