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Miquel Martín i Serra: “El turismo se nos ha ido de las manos”

'Proses reposades' (Edicions del Periscopi) es un recopilatorio de artículos y crónicas. Una reflexión literaria pausada sobre el arte de vivir y las pequeñas cosas que merecen la pena

Miquel Martín i Serra

Miquel Martín i SerraJoan Morejón/Edicions del Periscopi

Glòria Aznar

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El territorio en el que nacemos; las experiencias del día a día; el paisaje, pasear con la puesta de sol; ese pasado que en ocasiones fue mejor; la cocina, a fuego lento y entre seres queridos; los alimentos que regala la naturaleza; la lengua, el catalán que debemos preservar… Proses reposades, de Miquel Martín i Serra (Edicions del Periscopi) es un recopilatorio de artículos y crónicas de experiencias personales con las que los lectores se sentirán identificados. Una prosa para saborear, cada uno en su pedacito de tierra.

¿Se ha puesto nostálgico?

No. No entiendo por qué desde un tiempo a esta parte la nostalgia está mal vista, como si no pudiéramos ser nostálgicos. Siempre digo que no puedes serlo si te quedas anclado allí. Es cierto que no todo lo que pasó antes era mejor, pero tampoco todo era peor.

Pero la nostalgia, de alguna manera, duele.

No, una cosa es la nostalgia y otra es la melancolía. O sea, la nostalgia es echar de menos en algún sentido cosas bonitas que te han pasado y que ya no existen, y está bien. Es como cuando recordamos a personas que han fallecido. Puede haber una parte de dolor, pero también hay otra de consuelo, es bonito porque mantienes viva a esa persona. Pues yo quiero mantener vivos ciertos recuerdos que tengo de mi infancia, quiero mantener vivo un paisaje que ya no existe porque nos lo hemos cargado o una forma de vida o de hablar, que cada vez es más reducida. Me parece que hay que dejar testimonio de eso, porque si no, las nuevas generaciones o nosotros mismos lo acabaremos olvidando. Esta es una nostalgia viva, que nos hace reflexionar, que nos hace reaccionar y que nos hace revivir momentos bonitos. No le veo inconveniente a eso. Ahora hay cosas que son mucho mejores, pero también hay otras que se han perdido por el camino y me sabe mal. Reivindicar eso me parece necesario.

Ha dicho que es su libro más personal, pero a mí me ha recordado mucho a ‘La drecera’.

Sí, Tiene ciertos puntos de contacto. Creo que es un libro que generará muchas complicidades con el lector porque, aunque hable de experiencias propias, muchas son compartidas. Muchos de esos recuerdos de infancia los hemos vivido, no solo yo, sino muchísima gente. Y no solo de una época concreta o de mi generación, sino de generaciones anteriores o posteriores. Es un libro que, como La drecera, habla de temas muy universales, vistos desde mi perspectiva, evidentemente, pero muy universales.

Como el turismo, que también trata en ‘La drecera’. Cómo ha cambiado la costa, aquí también en Tarragona.

Los que vivimos en sitios donde el turismo tiene tanto peso... Aunque al final no es solo en la costa, es en la montaña, es en Barcelona... El turismo lo está desbordando todo. Aquello que al principio era una fuente de progreso, de ingresos, de mejora de vida, aquello que era una solución, se está convirtiendo en un problema. Y no hemos sabido encontrar el equilibrio en ningún lugar. Es un turismo invasivo, masivo, un turismo que está transformando la forma de vida, que se está cargando el paisaje, que lo está uniformando todo. Es un turismo que se nos ha escapado de las manos, esa es mi sensación. Y aquí sí que hay una crítica muy clara y creo que deberíamos reaccionar.

Pese a todo, ¿un hombre o una mujer es su territorio?

Somos la persona que somos no solo por el territorio, pero el territorio nos marca mucho. El lugar donde nacemos no solo es el paisaje o la tierra, también es la forma de hablar, el carácter, la forma de vida, la mirada, la tradición de nuestras familias, cómo nos han educado... Todo eso nos conforma como personas. Y a mí también me hace, como escritor, ser el escritor que soy. Eso nos determina bastante. No al 100%, evidentemente. Pero sí, bastante.

¿Aún le encargan trabajos sin remunerarle?

Sí. Es un mal endémico de este país. Cuando me proponen algo y no me dicen “hazme un presupuesto” o “te pagamos tanto”, pienso que me lo están pidiendo gratis.

Es la cultura…

Para mí, poesía es saber que tengo todo el día por delante, que lo puedo dedicar a escribir, a leer o a pasear. Esa libertad

Es un reflejo del poco valor que le damos en este país a la cultura. No se nos ocurriría pedirle a un albañil, a un fontanero o a un carpintero que venga a casa a hacer un trabajo sin cobrar. En cambio, a mí me piden que escriba un artículo o que colabore con una revista sin cobrar. ¿De qué se pensarán que vivo? Es mi trabajo. Puedes pagarme más o menos, hay mil maneras. Incluso hubo una revista que lo hizo en especie, era una forma imaginativa. Estupendo. Me sentía pagado por mi trabajo, aunque no fuese con dinero. Lo que más me indigna es que no entienden que soy escritor, que me gano la vida escribiendo.

Habla de los hoteles como un refugio para escritores. Por cierto, todos los que nombra son hombres: Nabokov, Hemingway, Capote, Joyce.

Sí. No sé si los hombres tienen más tendencia o si los escritores de cierta época tenían más tendencia a la vida de hotel, pero sí que había un tipo de escritor muy de hotel, de vivir así. Tom Sharpe decía que vivir en un hotel tiene un punto de impersonal. Nadie está pendiente de ti. Vas a lo tuyo, tienes autonomía, libertad, no te tienes que preocupar de nada porque te hacen la cama, te limpian, te cocinan... lo que te regala mucho tiempo para escribir, para leer, para hacer lo que quieres. Supongo que por eso los hoteles atraen tanto a ciertos escritores.

También se refiere al idioma, al catalán. Reivindica la manera de hablar de cada rincón de Catalunya.

Sí, lo reivindico. Ahora hay más sensibilidad con este tema, al menos por parte de ciertas editoriales, pero durante un tiempo parecía que si no usabas el estándar al hablar o al escribir, ese catalán no era correcto, lo que ha hecho que perdiéramos muchas expresiones, muchas palabras dialectales. Tenemos una lengua muy pequeña en cuanto al número de hablantes, pero muy rica en diversidad. Te vas a Girona o al Empordà y se habla de una manera, en el Camp de Tarragona de otra, en Lleida... tenemos una variedad preciosa y eso enriquece la lengua. Con esa obsesión por el estándar, la gente se avergonzaba de hablar como hablaba e incluso escondían su acento o ciertas expresiones, como si estuvieran malditas. Yo he tenido suerte porque Periscopi, concretamente Saumell, que es el corrector, siempre me ha respetado la lengua.

¿No le gusta el desorden?

Soy ordenado hasta la obsesión, muy metódico. No puedo vivir en el caos, me cuesta mucho. En cuanto veo un objeto fuera de lugar ya me pongo nervioso. Necesito ese orden para trabajar, para vivir, soy muy de rutinas. Me da tranquilidad, estabilidad, me va bien para trabajar y tener la mente abierta. Supongo que al final esto forma parte del carácter de cada uno.

Imagino que entra dentro de la puntualidad.

Sí, creo que va relacionado. Normalmente las personas ordenadas también son puntuales. Porque al final ser puntual también es una forma de orden. Me molesta mucho la impuntualidad en este país porque siempre llegamos tarde. A todo: un acto empieza tarde, los trenes van tarde, quedas con alguien y rara vez llega a la hora. Pero es que ya ni se disculpan. Hemos normalizado llegar tarde. Me da mucha rabia, especialmente, en los actos. Los “5 minutos de cortesía”. No. Se está siendo descortés con la gente que está sentada y ha llegado puntual. El que llega tarde es el maleducado. Eso no es cortesía. En todo caso, es descortesía hacia los puntuales. Pero en este país vamos así.

Gabriel Ferrater es uno de los intelectuales más lúcidos y sorprendentes de la literatura catalana contemporánea

¿Es cocinillas?

Vengo de familia de cocineros profesionales. Mi madre y mi hermano son cocineros, mi abuela también lo era. Así que en casa siempre hemos comido muy bien y somos muy exigentes con los productos. La cocina ha sido muy importante. Tenemos huerto, disfrutamos de la comida. Yo soy un cocinero aficionado, hago lo que puedo. La cocina me gusta porque requiere tiempo y también porque es una forma de compartir con la gente que quieres, con la familia, los amigos. Hacer una buena comida no es solo cocinar, es ir a comprar, prepararla, compartirla. Hacer la sobremesa. Todo lo que se genera alrededor de la cocina. Esa cocina vinculada también a la tierra, a los productos locales. Vivo en la costa, así que el pescado tiene mucha importancia o según qué productos de temporada. Todo esto lo hemos vivido mucho en casa.

Bueno, es todo muy mediterráneo.

Sí. Forma parte de nuestra cultura. Comer es una celebración, una forma de agradecimiento, una forma de reunirse. Es un ritual. No es solo lo que comes, sino todo lo que rodea al hecho de comer. No es solo alimentarse, es como coger el paisaje y llevarlo al plato. Una expresión del paisaje donde vives. Y disfrutar de esos matices. Por ejemplo, en la época de setas -hay un artículo en el libro dedicado a las setas- me lo paso bomba buscándolas. Es uno de mis momentos favoritos del año. Y luego limpiándolas, cocinándolas... Es un placer para los que nos gusta comer.

Y si hablamos de lecturas, ¿le gusta Gabriel Ferrater? Era de por aquí.

Reusense, sí. Ferrater es uno de los grandes poetas e intelectuales. Tuvo una vida muy corta porque se suicidó a los 49, como ya había anunciado que haría. Pero es uno de los intelectuales más lúcidos y sorprendentes de la literatura catalana contemporánea porque fue un poeta extraordinario, un crítico literario y de arte buenísimo, un lingüista... lo tenía todo. Debía de ser un genio, tenía capacidad para tocar todos los géneros y hacerlo bien. A mí me sorprende. Como poeta, me gusta mucho Ferrater, con una fuerza lírica muy grande. Muchas veces me recuerda a Vinyoli, de quien además, fue muy amigo.  Cuando Ferrater se suicidó, Vinyoli lo pasó muy mal. La pérdida lo marcó mucho. Vivían la vida con mucha intensidad y luego la traspasaban a su poesía. Sus versos son muy vitales porque hablan de sus propias experiencias. Otros autores de referencia para mí han sido Ruyra, Caterina Albert, Gaziel, Foix o Josep Pla. De todos ellos hablo en Proses reposades.

Dígame algo de su día a día que sea poesía.

El hecho de levantarme y saber que tengo todo el día para mí, que lo puedo dedicar a escribir, a leer o a pasear. Esa libertad, esa autonomía que me da el haber renunciado a un trabajo convencional con horarios. Eso tiene un precio, claro, porque es más difícil ganarse la vida así, pero te da una libertad que no cambio por nada. Para mí, ese es el gran tesoro o el gran regalo que tengo cada día.

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