Literatura
Zora Neale, la escritora orgullosa de ser negra
Edicions del Cràter publica en catalán 'Els seus ulls miraven Déu', una novela que reivindica la cultura afroamericana desde dentro, sin pedir permiso a la mirada blanca ni al patriarcado

Zora Neale Hurston.
Zora Neale fue hija de antiguos esclavos, antes de la aprobación de la Decimotercera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que los liberaba del yugo blanco. Nacida el 7 de enero de 1891 en Alabama, al borde del cambio de siglo, se crio en Eatonville, Florida, una de las primeras ciudades del país gobernada por afroamericanos, un entorno autónomo, lo que fue determinante en su obra. Neale destacó por su enorme versatilidad: etnóloga, antropóloga, narradora, dramaturga y una de las grandes recopiladoras de la tradición oral del sur de Estados Unidos. Una figura que ahora vuelve a las librerías de la mano de Edicions del Cràter, que publica la novela Els seus ulls miraven Déu, con traducción al catalán de Núria Busquet Molist.
La historia está narrada en forma de recuerdo: Janie Crawford vuelve a Eatonville y le explica su vida a su amiga Pheoby. A partir de ahí, la novela reconstruye su recorrido vital a través de tres matrimonios y su búsqueda de libertad. «Neale no hace autobiografía. El personaje de Crawford es ficticio. Sin embargo, es cierto que ella tuvo una vida fuera de la convención para una mujer. Para una mujer americana y para una mujer negra del sur de los Estados Unidos», explica Mariona Bosch, editora de Edicions del Cràter. «Tiene la particularidad, que a mí me parece muy interesante, que es hija de uno de los primeros pueblos con una mayoría demográfica afroamericana, donde los primeros alcaldes y primeras posiciones de relevancia las ocupaban personas negras. Su padre fue alcalde y ella recibió una buena educación porque además, era buena estudiante».

Lo primero que llama la atención de Els seus ulls miraven Déu es el lenguaje. La autora convierte la oralidad de la comunidad negra del Sur –el dialecto, el ritmo, las palabras no normativas– en materia literaria. «Quiere que sus personajes hablen de este modo, algo que sus compañeros del Renacimiento de Harlem le criticaban», cuenta Bosch. Como respuesta, ella redobla su apuesta y «defiende que tienen que recoger su manera de hablar, no intentar escribir con un registro alto para demostrar que pueden ser refinados, sino encontrar una identidad y una fuerza». De hecho, como folclorista, Zora Neale recorrió el sur de los Estados Unidos y las islas del Caribe para documentar historias, leyendas, canciones y rituales de la cultura afrodescendiente, un poco a la manera de lo que el músico húngaro Béla Bartók haría muchos años después.
Ni paria ni víctima
La editora Mariona Bosch destaca la calidad de autores como Tony Morrison o James Baldwin, que «tenían una conciencia muy fuerte de su condición dentro de un país abiertamente racista y que se construyó sobre el trabajo de la esclavitud de un grupo humano». Pero en contraposición, Neale «nace en un lugar donde la mayoría de gente es como ella, por lo que nunca se siente víctima». No niega el racismo, pero no permite que sea la única fuerza que defina la vida de sus personajes. Esto da a la novela un tono único dentro de la tradición literaria afroamericana. «No tengo un color trágico. No hay un gran dolor reprimido en mi alma, ni acechando detrás de mis ojos. No me importa en absoluto. No pertenezco a la sollozante escuela de la negritud que sostiene que la naturaleza de alguna manera les ha dado un trato sucio y cuyos sentimientos están heridos por eso», escribió Neale en un momento determinado.
Como muchas mujeres a lo largo de la historia, su novela, publicada en 1937, no tuvo eco en su tiempo. La escritora murió en la más absoluta pobreza. «A nivel académico, tiene cátedras en universidades importantes que llevan su nombre. Sin embargo, el reconocimiento empieza ahora. Se la ha recuperado desde el feminismo de los años 70, 80 y 90». Els seus ulls miraven Déu desafía a raza y género. Rompe con los estereotipos literarios de lo que debía ser no solo una mujer, sino una mujer negra, le devuelve el deseo y la voz y reivindica la cultura afroamericana desde dentro, sin pedir permiso a la mirada blanca ni a las normas patriarcales.