Lo que conocemos como economía colaborativa a dejado de serlo. O, al menos, en buena parte. La proliferación de plataformas digitales para el intercambio de servicios o productos ha desvirtuado lo que durante la crisis económica sirvió para compartir recursos entre las personas con menos opciones.
La economía colaborativa es aquella que implica «un intercambio de bienes y servicios entre particulares sin ánimo de lucro», según define Carlos Cruzado, presidente de los Técnicos del Ministerio de Hacienda. Además, Liliana Arroyo, doctora en sociología e investigadora del Institut d’Innovació Social de ESADE, añade que la economía colaborativa también tiene por objetivo «dar una vida útil» a herramientas o productos que de otro modo no tendrían un uso frecuente.
No obstante, el concepto de economía colaborativa ha ido perdiendo la esencia y el motivo por el que se originó. Es decir, el objetivo por el que proliferó ha perdido su razón de ser. La causa más directa ha sido la proliferación de plataformas digitales que han desvirtuado el motivo original de la economía colaborativa: la de ahorrar recursos en tiempo de crisis.
En este sentido, Arroyo subraya que el concepto de economía colaborativa «se ha pervertido» porque se ha visto «una oportunidad de negocio» en un ámbito que pretendía resolver necesidades y funcionar de forma horizontal, por lo que «se ha caído en la lógica de la productividad». Ahora, «la gente gana dinero» con las transacciones, que ya no son sin ánimo de lucro. Cruzado también habla en la misma dirección: «las redes sociales han convertido la economía colaborativa en un negocio».
España es el octavo país de la Unión Europea con el porcentaje de personas que utilizan plataformas colaborativas. El ranking lo lidera Francia, seguido por Irlanda y Letonia. Según datos de 2016 de la Comisión Europea, el 17% de la población ha utilizado este tipo de plataformas alguna vez, aunque existen muchas diferencias entre países, a la cola de de los cuales hay Chipre, Malta o la República Checa.
Los usuarios utilizan las plataformas colaborativas, sobre todo, para comprar o alquilar algún producto de segunda mano (26,9%), a mucha distancia de buscar alojamiento (9,7%) o para compartir coche (6,4%). Según el informe Nuevos hábitos de consumo, cambios sociales y tecnológicos del Consejo Económico y Social de España de 2016, la mayoría de los usuarios se acercan al consumo colaborativo por razones económicas pero también por razones prácticas (flexibilidad de horarios, facilidad de uso, etc).
No obstante, «la mayor accesibilidad que ofrecen las nuevas plataformas sería aparente o de algún modo exclusiva, puesto que persisten importantes barreras no ya económicas sino culturales, de formación, generacionales y de capital relacional y cultural, por las que una parte importante de la sociedad (los ‘desempoderados digitales’), permanece al margen de las oportunidades que ofrece la economía colaborativa».
Las leyes que tienen que hacer un control sobre la economía colaborativa son complejas. Cruzado expone que la imposición de la tasa digital podría poner solución a esta problemática, pero con la convocatoria de las elecciones españolas, el proceso ha quedado pendiente.
La mayoría de plataformas de supuesta economía colaborativa tributan en países de baja fiscalidad o directamente en paraísos fiscales, por lo que los impuestos no se quedan aquí, alerta Cruzado.
También existen confusiones cuando se tiene que ingresar el IVA y cómo tienen que tributar las personas que prestan el servicio: «hay muchas facilidades para eludir el pago» explica Cruzado, que añade que «Internet deja rastro» y cada vez será más fácil regularizar estas situaciones porque «hay que pagar un impuesto de transmisiones que muchas veces es muy bajo y se acaba por no pagar».
En este sentido, Cruzado reconoce que «se es permisivo porque es difícil que la agencia tributaria lo persiga», aunque acaba advirtiendo que, con la ley en la mano, se incumplen muchos pagos.
¿Qué es la economía colaborativa?
La Comisión Europea define la economía colaborativa como «los modelos de negocio en los que se facilitan actividades mediante plataformas colaborativas que crean un mercado abierto para el uso temporal de mercancías o servicios ofrecidos a menudo por particulares.
La economía colaborativa implica a tres categorías de agentes: i) prestadores de servicios que comparten activos, recursos, tiempo y/o competencias –pueden ser particulares que ofrecen servicios de manera ocasional (’pares’) o prestadores de servicios que actúen
a título profesional (’prestadores de servicios profesionales’); ii) usuarios de dichos servicios; y iii) intermediarios que -a través de una plataforma en línea- conectan a los prestadores con los usuarios y facilitan las transacciones entre ellos (’plataformas colaborativas’). Por lo general, las transacciones de la economía colaborativa no implican un cambio de propiedad y pueden realizarse con o sin ánimo de lucro.