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Reuniones

Es vox populi que muchas veces las reuniones no sirven para nada

11 julio 2022 10:45 | Actualizado a 11 julio 2022 10:45
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Es vox populi que muchas veces las reuniones no sirven para casi nada. Pero insistimos en hacerlas. Es uno de los misterios más sorprendentes de la dura vida corporativa. Leo que un estudio afirma que los profesionales pasamos reunidos una media de veintiuna horas a la semana.

Si las reuniones fueran eficaces, otro gallo nos cantaría. Pero leo en otro estudio que más del ochenta por ciento de la gente piensa que en las reuniones se va a perder el tiempo. Los asistentes, lejos de disfrutar o de aprender algo, se convierten en expertos fingidores. Entran y salen de la reunión con cara de circunstancias, como si no pasara nada, pero la procesión va por dentro.

Cuando nos reencontramos con algunos de los compañeros de reunión en el bar de la esquina, los comentarios son siempre los mismos. «Qué rollo». «No sé por qué nos reunimos tanto, con el trabajo que tengo» o «Malditas reuniones». Nada nuevo bajo el sol.

Durante la pandemia parecía que las cosas iban a cambiar. Y en parte es cierto. Por lo menos no tenemos que desplazarnos kilómetros y kilómetros por una reunión cuando podemos hacerla desde casa tomando una manzanilla (o una tila). Pero las reuniones siguen siendo espantosamente aburridas e inútiles.

Directivos que cantan las bondades de la empresa con una lista interminable de láminas con gráficos y cifras que nadie entiende o miembros de un departamento que se reúnen para decidir qué van a hacer para homenajear a un compañero que se jubila.

Creo que las reuniones deberían ser eliminadas. Así, de cuajo. La reunionitis es una conocida enfermedad que afecta a millones de empresas en todo el mundo. Más que una enfermedad es una pandemia. Hay que buscar, pues, vacunas altamente eficaces.

Si realmente hay que celebrar una reunión, hagámoslo pues de forma creativa. Convoquemos a la gente en la playa, sin ordenadores ni powerpoint. Podemos anotar las ideas o conclusiones en la arena, con un palo. Hagamos reuniones en movimiento, paseando, descubriendo rincones insólitos en nuestra ciudad. Invitemos a nuestras reuniones a gente que no tiene ni idea de lo que hablamos, igual hacen aportaciones interesantes. Hagamos las reuniones en una lengua inventada, o con signos. Seguro que desarrollaremos nuestra creatividad. Reunámonos en lugares bellos, salvajes, diferentes. Nuestra mente creativa lo agradecerá.

No sé si estas ideas son factibles o no. Seguramente no demasiado. Pero, de verdad, cualquier cosa es mejor que seguir siendo esclavos de una manera de reunirnos que a casi nadie aporta nada. A grandes males, grandes remedios.

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