Las mil caras de la rata

La tecnología de ChatGPT y de RentoKil es de Inteligencia Artificial Generativa y está consiguiendo billones por el éxito del Chat que soluciona los deberes cuando los escolares prefieren dedicar sus horas a TikTok

Mis alumnos de la URV no paran de preguntarme qué vamos a hacer los profesores para evitar que nos engañen con el ChatGPT, el generador de textos de Inteligencia Artificial ideado por Elon Musk en el que Intel acaba de invertir una fortuna al comprobar su éxito planetario.

La verdad es que los colegas periodistas lo han estado usando con profusión estos días. Puede escribir una crónica solvente de fútbol o de bolsa. Es muy fácil de usar: googleas ChatGPT y ya estás dentro y le puedes pedir que te redacte cualquier cosa y gratis, al menos de momento.

Al parecer, ha dejado inservibles los deberes escolares de redacciones, esos en los que les pedíamos grandes respuestas a temas específicos y los que más solemos exigir en las clases que siempre acaban pidiendo a los alumnos un texto escrito.

De hecho, he tenido la tentación, como miles de columnistas en el planeta, de pedirle a ChatGPT que me escriba esta ‘Mirada’ del Diari; y me he metido en su web; pero me ha contestado con un divertido rap en el que me explicaba que estaba muy ocupado por millones de peticiones y pedía disculpas: «Don’t be Mad/We’ll be back/We are working hard...» (No te enfades/volveremos/estamos trabajando duro).

Es lo de «todos nuestros servidores están ocupados» de cuando llamas porque se te estropea la wifi o la calefacción; pero con más gracia. Y mientras espero que me responda y a ver si me escribe esta columna y no la quiere cobrar y ni los compañeros del Diari ni los lectores se dan cuenta, leo que la misma Inteligencia Artificial de ChatGPT se utiliza ahora mismo no solo para identificar nuestros rostros –cualquier móvil ya lo hace–, sino para distinguir entre los de unas ratas y otras.

Unas cámaras en las alcantarillas instaladas por RentoKil vigilan el comportamiento de determinados ejemplares para impedir que se reproduzcan hasta generar plagas. La tecnología es israelí y servirá pronto para identificar también a perros y gatos y otros animales domésticos sin necesidad de correítas, placas ni chips.

La tecnología de ChatGPT y de RentoKil es de Inteligencia Artificial Generativa (IAG) y está consiguiendo estos días billones de inversión al calor del gigantesco éxito del Chat que soluciona de forma definitiva el problema de los deberes cuando los escolares prefieren dedicar sus horas a TikTok.

Pero lo último en IAG sirve para comunicarse con los animales. Las start ups, empresas tecnológicas disruptivas, están colocando sensores en el Amazonas, el Ártico y en múltiples puntos de la Costa Americana para recoger datos acústicos de los delfines, las ballenas y otros animales cuyos ultrasonidos son indistinguibles para nuestro oído.

Esos sonidos se procesan con IAG y ya están empezando a arrojar las primeras traducciones del lenguaje de los grandes mamíferos. Al de las ballenas le llaman ‘Morse Biónico’ y esperan que contribuya a salvarlas. Del mismo modo, el Georgia Tech estudia las pautas comunicativas de las abejas para copiarlas. Al parecer, el algoritmo que utilizan para optimizar sus colmenas serviría también para evitar los colapsos en los servidores informáticos y de telecomunicaciones.

Y en este punto les desafío a ustedes, amigos lectores, y a los colegas que con primor mejoran mis textos en el Diari que adivinen si soy yo, Lluís Amiguet, o mi sosías en ChatGPT quien está redactando este texto. Les confieso que me ha asaltado la misma duda estos días en que corrijo exámenes a mis estudiantes de Periodismo. Mejor quizá no saberlo.

Porque si te hace los deberes la máquina, solo aprende ella, la Inteligencia Artificial, y cuando te apruebo, traidor, la apruebo a ella. A ti, tramposo, ya te suspenderá la vida.

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