España no sería el país más devotamente demócrata, aunque sea a menudo solo de postureo y de boquilla, si no hubiéramos soportado durante décadas el latiguillo de «última dictadura de Europa»

Es vergonzoso nuestro rendimiento escolar, pero lo es aún más la falta de reacción de nuestra sociedad, tan proclive a la sobrerreacción en otros terrenos