En honor a la verdad

Hace justo una semana publiqué en estas mismas páginas un lamento por el papel ejercido por la profesión periodística a raíz del cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, tanto en el mismo momento del debate (por no verificar la veracidad de las afirmaciones que se estaban vertiendo) como en las crónicas posteriores al mismo (por obviar, dependiendo del color político del medio, la evidente victoria del conservador o las numerosas falsedades objetivas que incluyó en su argumentario).

Hoy, aunque lo suyo sería hablar de elecciones (pero ya está todo dicho: Feijóo + Abascal o Sánchez + Díaz), creo que es de justicia reconocer la valentía y los principios de una informadora que está siendo vilipendiada desde determinadas tribunas de una forma absolutamente sectaria y desvergonzada.

El pasado lunes, mientras desayunaba, decidí seguir en directo la entrevista que el dirigente popular había concedido al programa ‘La hora de La 1’, en el primer canal de TVE. Todo se desarrollaba dentro de unos parámetros razonables hasta que el periodista Marc Sala preguntó al líder gallego si confirmaba su compromiso de ajustar las pensiones al índice oficial de precios. El candidato del PP contestó sin titubear: «Siempre lo hemos hecho. Nuestro partido nunca dejó de revalorizar las pensiones conforme al IPC».

Ante semejante afirmación, la directora del programa y paisana mía, Silvia Intxaurrondo, objetó: «No es correcto, señor Feijóo. No lo hicieron ni en 2012, ni en 2013, ni en 2017». La cosa se estaba poniendo tan caliente que mandé varios whatsapps a diferentes amigos para que se engancharan al duelo.

El dirigente conservador, con el aplomo que desplegó también en el debate con Sánchez, contestó: «No sé de dónde saca usted eso. Se lo vuelvo a reiterar. Nosotros siempre hemos revalorizado las pensiones conforme al IPC. Revise usted sus datos. Si yo estoy equivocado, le pido disculpas, y si lo está usted, espero que lo diga en este programa. Le pido rectificación».

La hemeroteca es tozuda, y la verdad suele acabar saliendo a la luz. Efectivamente, la periodista vasca decía lo correcto, y Feijóo afirmó algo que no se ajustaba a la verdad. Y no fue una mentira cualquiera, sino una afirmación con evidentes efectos electorales en uno de los colectivos que suele decidir muchos comicios por su creciente peso demográfico relativo. Recordemos que en España hay nueve millones de pensionistas, que suponen casi una cuarta parte del censo.

Lo más sorprendente de este episodio es que, incluso después de comprobarse la falsedad, han sido varias las voces de la derecha que han cargado contra la informadora de Barakaldo. Matar al mensajero.

No están ni se esperan las disculpas prometidas por el líder popular, quien se limitó a tuitear que «no me importa aclarar cualquier afirmación si ha sido inexacta». Afortunadamente, tampoco han faltado los periodistas que han levantado su voz contra esta cacería, como Almudena Ariza («Lección de periodismo») o José Ramón Patterson («Los periodistas nos hemos ganado a pulso el descrédito que sufrimos. Lo sorprendente es que cuando uno hace su trabajo, como Silvia Intxaurrondo, lo pongan en la picota incluso los compañeros de profesión»).

Nuestro debate público está comenzando a adentrarse en un terreno peligroso, inmerso ya en la era de las ‘fake news’, al más puro estilo trumpista. Porque estamos dando un salto que no es irrelevante, desde mi punto de vista, y me explico.

Una falsedad hacia el futuro es lo que siempre hemos denominado un incumplimiento, como cuando Sánchez dijo que no pactaría con Bildu (y lo hizo) o cuando Rajoy prometió que no subiría los impuestos (y fue lo primero que hizo al llegar a la Moncloa). Los incumplimientos siempre han existido y son evidentemente condenables, aunque también pueden ser objeto de valoración por la concurrencia sobrevenida de circunstancias que impidan o dificulten lo prometido. Por el contrario, falsear hechos objetivos del pasado es otro nivel, pues aquí no cabe el menor matiz.

Son una mentira, punto, y me temo que vamos camino de acostumbrarnos e insensibilizarnos ante este tipo de episodios.

A diferencia del cuestionable papel que protagonizaron Ana Pastor y Vicente Vallés en el cara a cara, pasando por alto numerosas y bilaterales falsedades vertidas en aquel debate, el lunes tuvimos la fortuna de contar con una informadora que cumplió eficazmente su trabajo. Y esta osadía resulta especialmente meritoria conociendo su trayectoria.

Silvia Intxaurrondo, Licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra y en Filología Árabe por la Universidad Autónoma de Madrid, profesional inquieta y madre de dos hijos, dirigió y presentó durante años los informativos del fin de semana en TeleMadrid. Todo se torció en una entrevista que realizó a la presidenta Díaz Ayuso, cuando cuestionó que fuera posible nutrir el nuevo hospital Zendal con personal médico de otros centros sin poner en peligro el servicio de origen, y preguntando a cuántos sanitarios se había contratado para el hospital de Valdebebas. «Esas preguntas no se le hacen a una presidenta autonómica», contestó Ayuso. Poco tiempo después, le dieron la patada.

La vizcaína lo ha vuelto a hacer esta semana, poniendo en un brete a quien tiene posibilidades reales de convertirse en el próximo presidente del Gobierno, de quien depende el ente público en el que trabaja. Ole tú.

Ser capaz de poner la deontología profesional por delante del interés laboral es síntoma de grandeza de carácter. Supongo que somos muchos los que conocemos ejemplos cercanos de este admirable talante.

Personalmente, siempre he disfrutado de la forma en que Intxaurrondo dirige y presenta su programa en las mañanas de TVE, en la medida de mis posibilidades horarias. Desde esta semana seré un seguidor aún más ferviente de esta periodista... mientras dure en su puesto.

Colaborador de Opinió del ‘Diari’ desde hace más de una década, ha publicado numerosos artículos en diversos medios, colabora como tertuliano en Onda Cero Tarragona, y es autor de la novela ‘A la luz de la noche’.

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