Hay que cambiar la forma de la medicina

Recuerdo que me propuse para este año no escribir sobre sanidad, ni tampoco sobre otros temas. Puede que sienta cansado mi estado de ánimo y que sirva para poco o nada el azuzar a las mentes y a las divinidades. Los hechos acontecidos durante estos días, y los que vendrán, han dado vueltas en mi cansado cerebro dándome pie a reflexiones diversas. Se podría considerar que soy como la mayoría de ciudadanos que pasadas las fiestas de fin de año se proponen en sus propósitos dejar de fumar, hacer deporte, ir al gimnasio y cumplir con las leyes. Luego viene lo que viene y casi todos pasamos a incumplir los propósitos.

También ha sido importante el tener una charla de café con un gran amigo y al comentarle que me sentía poco motivado para seguir escribiendo, me ha argumentado que era una gran tontería y que siempre hay alguien a quien le interesa lo que otro dice. Sean cientos o uno solamente. Por tu digna opinión, he puesto mis neuronas a clarificar mis ideas y puedo decir que en tu honor y por tus ánimos, ¡va por ti, Alberto!

Las recientes noticias vistas, oídas o leídas nos dan una visión fatalista de la situación general de los ejes básicos en los que se mueve nuestra sociedad. Algo falla en el contexto general, aunque hay para todos los gustos. Todo dependerá del color del cristal con que se mire. Médicos, sanitarios, abogados, maestros –véase, muchos funcionarios–, aunque se pueden añadir los taxistas y la gran mayoría de profesionales. Creo que estamos, y muchos lectores lo confirmarán, en un punto de incertidumbre laboral complejo y perplejo. Fallan las estructuras o fallan las bases de funcionalidad y hay que cambiarlas.

Delimitándome a mi campo, a nadie le viene de nuevo que la sanidad, y más concretamente la Medicina, está explosiva. Tras los tiempos de los aplausos, surge ahora la realidad, que los médicos están hasta las narices. Es la pura verdad, se viene diciendo desde hace años. Lamentablemente ni lo resolverán las huelgas, ni los conceptos que se pueden conseguir tras las firmas de los acuerdos que se exponen. Como siempre, son unos remiendos que no van a resolver lo fundamental, que es necesario realizar unos nuevos planteamientos para resolver las deficiencias que tiene nuestra sanidad pública. Hay que partir de la base y hacer que las raíces estén bien sanas. A nadie le extrañará que mencione la formación de los médicos, creo que es el pilar fundamental para estructurar la nueva sanidad a disposición de los ciudadanos. No podemos estar como en los siglos pasados.

Bien sé que esto les sonará a chino a la mayoría de ciudadanos, que les importará tres pepinos a los políticos y que les sacará de quicio a los médicos y docentes sanitarios. Creo que estamos en un gran error de estar en estos tiempos dando una formación muy parecida a la del año 1971, cuando yo empecé a moverme en el mundo sanitario. Bien sé que se han introducido las nuevas tecnologías y los grandes avances de diagnóstico y tratamiento, que se han estructurado novedosos protocolos, pero creo que nos olvidamos de lo fundamental.

Todos podemos recordar la nefasta pandemia. Pandemia que no se ha acabado. Todos podemos poner sobre la mesa lo sufrido, unos más y otros menos. Nadie debe olvidar que dos son los elementos puntales que nos han ayudado a sobrevivir, las dichosas mascarillas que han evitado el contagio y la inmunidad de las personas que cuando se ha visto activada por las vacunas, ha disminuido el número de contagios y sobre todo de muertes. Sé que este planteamiento no le va a gustar a muchos y que tiene sus detractores, pero es un punto de inicio a la discusión.

El modelo sanitario público que tenemos en la actualidad lo podemos considerar obsoleto. Hay un excesivo gasto y gran parte está en relación al consumo de fármacos, algunos de ellos que llegan a costar elevadas sumas, enriqueciendo a la industria farmacéutica. También el abuso de pruebas complementarias, sobre todo de imagen y laboratorio, impuestas por los protocolos que hacen a los médicos meros tecnodependientes sin llegar a desarrollar los conocimientos básicos y elementales de una buena historia clínica, una buena palpación o auscultación o simplemente un buen uso de todo lo aprendido.

Por decir algo y para empezar, la futura medicina se debería fundamentar en la prevención, el desarrollo de una potente inmunidad, lo natural, lo racional del médico en desarrollar una medicina básica y en consecuencia una primaria potentísima y dejar la secundaria como válida para ser resolutiva. También hay que educar a la ciudadanía en no abusar, para seguir teniendo un buen estado del bienestar. No me cabe en la cabeza que a día de hoy se diga que no hay fármacos en las farmacias, que no hay médicos en los ambulatorios y que existan unas larguísimas listas de espera o se tenga que visitar por teléfono. Y podríamos seguir y seguir.

Indudablemente en los tiempos que transcurren no se pueden pedir milagros. Todo está desmesurado. Sin embargo, poniendo imaginación y queriendo, todo puede ser sencillo y se puede cambiar. Puede que yo aún viva en la época cuando todo parecía realizable y predominaban eslóganes que entusiasmaban nuestra vida y nuestro futuro, como «imaginación al poder». De esta manera al título de este escrito, quitándole una hache (que es mudita y sirve para poco) y aplicando la ‘que’ al uso de los whatsapps, donde solamente se usa la ‘q’, la podemos adaptar a una coma (virguile en francés, que es vibrio o culebrilla), por ser su símbolo casi igual, obtenemos el resultado que todos deseamos, ¡Ay, cambiar la forma de la medicina! Que fácil sería si hubiera voluntad e ingeniosos dirigentes. Solo hace falta que tengamos los políticos necesarios para su realización.

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