La muerte del padre (biológico)

La prensa del corazón nos ido relatando, con pelos y señales, la ‘maternidad’ de Ana Obregón y la ‘paternidad’ de Bertín Osborne (fíjense en los entrecomillados). Una parte del Derecho de Familia es el estudio de la filiación, es decir, la determinación de a quién debemos considerar como padre o madre de una persona. Nada tiene que ver la situación actual con la existente durante siglos, especialmente después de los avances de las técnicas de la fecundación asistida, y de la certeza de los medios de comprobación de la paternidad.

¿Quiénes son hoy los padres y las madres? Es posible que ustedes en un principio consideraran que la pregunta que acabamos de formular es banal, y, sin embargo, se las trae. En una idea muy primaria, la relación de maternidad y paternidad va ligada a la biología. Es padre quien aporta el semen y es madre quien lo recibe, y con ello inician y terminan un proceso de gestación. No se exige la voluntad de ser padre o madre, que puede no existir, como en el caso parece ser de Bertín Osborne, o como en supuestos muchos más graves de una violación. Es suficiente la unión de los gametos y el resultado final de esa unión para derivar un concepto de paternidad y maternidad.

Esta idea primaria ha enturbiado, y sigue enturbiando, la problemática. La pregunta formulada anteriormente debe ser cambiada: ¿Quiénes deben ser considerados hoy como padres y madres?

En un artículo anterior destacábamos la importancia del matrimonio durante siglos. El matrimonio generaba una presunción de paternidad a favor (o en contra, según se mire) del marido, que en los momentos más duros representado por el Código de Napoleón era prácticamente inatacable. El marido podía no ser el padre (biológico) pero se le consideraba a todos los efectos como el único y verdadero padre (formal), con todas las consecuencias que ello suponía en cuanto a la transmisión de la riqueza de generación a generación. El ‘otro’, el amante de la madre, el verdadero padre desde el punto de vista biológico, quedaba oculto y no era nada desde el punto de vista jurídico. Hoy la investigación de la paternidad y la seguridad de las pruebas médicas han destruido en el fondo la fuerza de la presunción.

En cierta forma, en este campo de las presunciones, la verdad real (la biología) se ha impuesto a la verdad formal. Curiosamente, sin embargo, los tiempos han cambiado y empieza a importar más la atribución legal de la paternidad que la biología.

En la actualidad, muchos matrimonios y muchas parejas acuden a procesos de fecundación asistida en los que el material genético masculino es aportado por un tercero. Este tercero puede ser un simple donante anónimo que ha depositado su semen en un lugar y se ha desentendido totalmente del resultado; pero también puede ser una persona conocida que se presta a que su material genético se utilice por otros (amigos o conocidos). En el caso de Ana Obregón, la prensa ha indicado que el material genético podía ser de su hijo fallecido, quien habría expresado su voluntad en un documento escrito antes de morir (documento que deja mucho que decir, pero que ahora no es el momento de analizarlo). Es decir, que el hijo de Ana puede ser el padre (biológico) de la criatura, cuya maternidad (no biológica) se ha atribuido a la misma Ana, convertida curiosamente en madre formal y abuela biológica.

En principio, poco o nada importa este tercero, sea anónimo o conocido, porque el que va a ser considerado como padre es el que presta su consentimiento para serlo, es decir, quien quiere asumir la paternidad (por ejemplo, el marido de la persona que se somete a la técnica). La filiación paterna se desprende así claramente de la biología y se construye (jurídicamente) un concepto propio de ‘ser padre’, basado únicamente en la voluntad y en la asunción de las responsabilidades derivadas de la atribución del estatus de padre. Mucho antes de la proliferación de las técnicas de la reproducción asistida, la adopción rompía ya claramente con la biología.

¿Debemos seguir construyendo la filiación en base, en parte como hemos visto, a la biología? O si quieren una pregunta concreta. ¿Debemos considerar sin más padre a Bertín Osborne? La prensa ha ido relatando su relación con la futura madre, era una amiga más, han tenido relaciones sexuales, en ningún momento parece que ninguno tuviera intención de procrear o por lo menos eso es lo que han dicho en los medios de comunicación. Parece que no hay duda (siempre hay dudas en estos casos) de que Bertín es el padre (biológico) pero además, ¿debemos considerarle el padre (civil)?

Quizás ha llegado un momento en que debemos plantearnos si la filiación paterna no debería elaborarse exclusivamente, en todos los casos, bajo el prisma de la voluntad, como ya ocurre en la adopción y en ciertos supuestos de filiación asistida. Es decir, que sólo sea padre quien asuma tácita o expresamente el ‘estatus’ de padre. La paternidad dejaría de estar ligada a la biología y lo estaría a la voluntad.

Por supuesto que procrear debe tener sus consecuencias patrimoniales. Bertín debe pagar y durante un largo período de tiempo por una o dos noches de pasión, pero no se le debería imponer la paternidad, salvo que lo acepte. Responderá vía extracontractual, pero no vía filiación; responderá por meter la pata, no por ser padre.

Hoy hemos hablado de los padres (masculinos). Nos faltan las madres. Ana Obregón dice que lo es, y lo dice por la voluntad, no por la biología. Su caso plantea la cuestión clásica de los límites de la voluntad. Otro día.

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