Casi 100.000 tarraconenses consumen psicofármacos

Más de 50.000 ciudadanos sufren depresión en la provincia. Récord de recetas de antidepresivos en 2022. La situación es peor en el Ebre que en Camp. Salut busca medicar menos

Un comprimido de Deprax, un antidepresivo para el insomnio, alivia un poco a Jordi Gil, un vecino de Tivissa (Ribera d’Ebre) de 40 años. «Me ayuda a descansar un poco más. Me sirve para dormir cinco horas en lugar de tres. Lo tomé una temporada y ahora volveré», admite él, enfermo de Covid persistente y de baja laboral desde hace casi dos años.

Se infectó en diciembre de 2020. Desde entonces vive un calvario físico –acúfenos, pérdida de memoria, dolores musculares, diarreas, cefaleas o náuseas– pero también mental y emocional. «Llevo 730 días enfermo, cuando no es una cosa es otra. Y sigo en tratamiento psicológico y psiquiátrico. No tengo depresión pero todo esto me perjudica, no puedo dormir casi, la limitación física me afecta al estado de ánimo. Mi cerebro no va bien, tengo problemas a nivel cognitivo», asume. Lidia con estudios sanitarios en Vall d’Hebron para determinar el alcance en su cuerpo de este ‘long Covid’.

Jordi, que trabajaba en mantenimiento del Ayuntamiento de Tivissa, es uno de los casi 100.000 tarraconenses que toman psicofármacos, según los balances de Salut en sus diferentes memorias de las regiones sanitarias. Las cifras revelan la emergencia psicológica en buena parte derivada de la pandemia, pero también un impacto diferente en los territorios.

El Pla de Salut 2021-25 de la Regió Sanitària del Camp de Tarragona sostiene que el 13% de la población, unas 69.000 personas, está en tratamiento activo de psicofármacos seis meses o más. En las Terres de l’Ebre, esa prevalencia se eleva a una tasa poblacional del 16,3%, más alta que la media catalana (14,7%). El Departament de Salut plantea la necesidad de disminuirla en los próximos años y situarla, al menos, al nivel catalán. Así, alrededor de 29.000 ebrenses toman algunos de esos fármacos para reducir el malestar emocional en mayor o menor grado.

Peor situación en el Ebre

El otro factor clave es el género. Un 17,1% de las mujeres toman estas medicinas en el Camp, por el 8,4% de los hombres, una diferencia también notoria en el Ebre: el 10,6% de hombres y hasta el 21,7% de mujeres.

La memoria ebrense reconoce que «a veces se prioriza el uso de medicamentos sobre otras intervenciones destinadas a actuar sobre los terminantes sociales de la salud». Añade que «la medicalización para hacer frente a problemas de la vida o estados que no son enfermedades como el duelo o la soledad no querida es una realidad en nuestro entorno». El informe, como opinan muchos médicos, va más allá y dice que «el lugar que ocupa la medicina en la sociedad ha generado expectativas irreales respecto a la capacidad de solución del sufrimiento humano».

La pandemia, con factores como el aislamiento, el miedo al contagio o la difícil asunción de la Covid de larga duración, influye, pero no solo ella: «La falta de tiempo y habilidades para la gestión de demandas que llegan a los servicios de salud y que tienen causas sociales o emocionales también favorece esa medicalización, más elevada en las mujeres y en los grupos sociales más desfavorecidos».

Salut advierte de «un sobreuso innecesario de psicofármacos, especialmente de la población más mayor, las mujeres y las personas con dolor crónico no oncológico».

Tentativas de suicidios

Más datos locales de la brecha entre sexos. La depresión en el Camp de Tarragona tiene una incidencia del 3,2% en hombres y del 10,8% en mujeres. En el Ebre es de 9,2% y 12,3%. Eso se traduce en alrededor de 50.000 tarraconenses afectados.

La ratio de tentativa de suicidios –otro índice que Salut quiere bajar– también muestra un gran desequilibrio. La tasa de episodios de conducta suicida por 100.000 habitantes es del 41,5 en hombres y se enfila al 86,6 en mujeres.

Esas mismas ideaciones autolesivas las llegó a tener en los días más extremos de su ingreso por Covid Joan Cester, un cambrilense que estuvo en la UCI y que ha pasado mucho tiempo con secuelas físicas y mentales. «Ahora estoy mejor pero he pasado por un proceso mental largo y muy difícil. Después de estar ingresado pasé por problemas de ansiedad y nerviosismo, depresión, y también con ideas suicidas. Nadie se puede poner en tu piel. Uno de los problemas es que no podía conciliar el sueño, tenía ataques de pánico durante la noche, me despertaba con la tensión más alta», explica Joan, otro de esos pacientes de Covid-19 persistente que ha necesitado apoyo psicológico y ayuda puntual de psicofármacos.

«Tomaba alprazolam»

«He ido saliendo por mi cuenta, con paciencia, durante mucho tiempo. Me tomaba alprazolam por las noches para conciliar el sueño y me fue bien para remontar e ir mejorando», dice Joan. Sus taquicardias y ataques de pánico han desaparecido, el vértigo y los mareos están más espaciados, si bien la sensación de disnea o falta de aire persiste; también la carraspera perpetua en la garganta.

El alprazolam es un ansiolítico que se usa contra estados de ansiedad, especialmente en las crisis de angustia, agorafobia, ataques de pánico o estrés intenso. Ninguno de estos componentes son inocuos, pues provocan efectos secundarios y hay riesgo de adicción.

Desde el Col·legi Oficial de Metges de Tarragona (COMT), el doctor Antoni Labad, psiquiatra y catedrático por la URV, cree que «la medicación es imprescindible en casos graves y en muchas otras situaciones quizás no se tendría que tomar tanto». Hay necesidades en aumento pero también una inercia que hace que «como sociedad no queramos aceptar muchas veces vivir en la frustración, en las carencias», dice Labad.

Un 16% más de antidepresivos

Los datos de prescripción de recetas en la provincia muestran aumentos progresivos pero especialmente acentuados en la pandemia. De 2019 a 2022, el consumo de todos los psicofármacos creció un 11% en el Camp y el Ebre, según datos del Servei Català de la Salut. Por grupos de medicamentos, los antidepresivos se han disparado aún más, un 16%, y los hipnóticos y sedantes un 7%.

En suma, los 1,6 millones de recetas de este tipo de compuestos entre enero y noviembre de 2022 suponen un récord histórico.

A ciertas edades, la polimedicación puede ser un riesgo. «Un número elevado de medicamentos simultáneos comporta un aumento del riesgo de interacciones farmacológicas y reacciones adversas», advierte Salut. Siete de cada diez recetas de estas medicinas son a mujeres. No hay que olvidar, en ese desequilibrio, un factor señalado también por el Departament en la Memòria del Camp de Tarragona: «Entre las patologías más frecuentes asociadas a la violencia machista en los equipos de atención primaria encontramos diagnósticos como ansiedad, hipertensión, obesidad o depresión mayor».

Por eso Salut se propone «intensificar las medidas no farmacológicas para afrontar los problemas sociales y emocionales de las personas». Mejorar el bienestar emocional, reducir el aislamiento social y la soledad pasan por la prescripción de actividades en la comunidad como el ejercicio físico grupal a través de caminatas.

El sistema encara ese doble desafío de medicar menos y abordar el aluvión los problemas mentales que afloran ahora, una vez remitido lo peor de la emergencia sanitaria. Salut sigue desplegando un programa para implantar los llamados referentes emocionales en la primaria y fomentar un trabajo comunitario centrado en la prevención y la detección precoz de riesgo psicosocial.

Actualmente hay 366 de estos referentes trabajando en la atención primaria de Catalunya. También se prevé reforzar la atención a salud mental y adicciones con equipos formados por psiquiatras, psicólogos clínicos y enfermeras. «Estas líneas de actuación permitirán reducir la prescripción de psicofármacos», según proyecta el Departament.

Temas: