El número de pisos turísticos en Tarragona casi se ha doblado en los últimos 5 años

La cifra de pisos turísticos prácticamente se ha doblado en la ciudad de Tarragona en los últimos cinco años. Así lo ponen de manifiesto los datos de la Direcció General de Turisme, según los cuales en el periodo desde 2018 a 2023 se ha pasado de 987 a 1.871.

En cuanto a las plazas disponibles, estas se han incrementado de 5.429 a 10.291, cifra que se aproxima a las 12.295 camas que en total suman los establecimientos hoteleros y campings de la ciudad. «Tarragona está empezando a tener un nombre dentro del mercado turístico, pero el hecho que haya un déficit en cuanto a las plazas hoteleras puede tener un efecto sobre la capacidad de los vecinos para acceder al mercado de la vivienda», argumenta Antonio Paolo Russo, doctor en Economia de la URV y profesor del Departament de Geografia de esta misma universidad.

Russo ha estudiado con detalle la evolución de este mercado en la ciudad. En 2017 hizo un primer estudio para el Patronat Municipal de Turisme, en el que «decíamos que no había el mismo nivel de penetración de este mercado en Tarragona respecto a otras ciudades, pero ya había señales que indicaban que la Part Alta empezaba a tener una escala más reducida unas características similares a las del Gòtic de Barcelona».

En 2020 el patronato encargó un segundo estudio, que fue acabado en 2021 en plena covid. «En aquellos momentos había un decrecimiento de la oferta temporal, pero ya alertamos que podía volver al mercado turístico y lo ha hecho». Asimismo, este asegura que hay que sumarle el tema de las habitaciones por alquiler «con un mismo impacto, pero que expulsa a otros sectores de población como los estudiantes que tienen muchos problemas para alquilar».

Este segundo estudio ya apuntaba que en proporción con el número de habitantes censados había un «cierto riesgo de tensionamiento del mercado» de la vivienda, tanto en lo que se refiere a la Part Alta, como en el Eixample Centre y los Barris Marítims. Por este motivo, desde el Patronat Municipal de Turisme se anunció la creación de una mesa de seguimiento. Desde la administración local se asegura que desde Turisme se ha estado trabajando a nivel interno sobre al respecto, en colaboración con las áreas de Territori y Habitatge.

Con todo, Russo defiende que es «urgente» actuar, especialmente en el ámbito de la Part Alta, además de urbanizaciones como La Móra y el Serrallo, donde los datos revelan un incremento en el número de licencias. «¿Queremos que la Part Alta sea un barrio bazar tipo Venecia, donde no vive nadie, o debemos preservar su vida social? Porque si se van concediendo licencias de forma indiscriminada estas son para siempre y después no puede darse vuelta atrás», argumenta.

Este especialista en el impacto del turismo sobre las ciudades defiende que «Tarragona tenga éxito a nivel turístico es bueno, siempre y cuando no sea un problema para la población local y que los vecinos tengan la posibilidad de seguir viviendo cerca de donde trabajan».

Según el portal Fotocasa, el precio medio de un piso de alquiler en la Part Alta es de 880 euros al mes para un inmueble de unos 80 metros cuadrados, un precio que según Idealista se ha incrementado en un 25% en los últimos diez años.

Difícil convivencia

El mercado del alquiler está tensionado en la ciudad. «Ahora mismo es difícil encontrar un piso con cara y ojos que esté bien de precio», afirma Raül, de Finques Rambla Vella, quien asegura que «todo piso de alquiler se pone a la venta». De hecho, es habitual que en los portales los vecinos se encuentren con propaganda de las grandes inmobiliarias ofreciendo sus servicios para la compra de pisos en este barrio.

Desde la Associació de Veïns del Carrer Merceria i Voltants su presidente, Sergi Carrillo, afirma que la situación de los pisos turísticos en «se está desmadrando». «Los precios han subido mucho y si eres vecino de toda la vida te planteas marchar, porque la convivencia es complicada. No puede ser que pierdas calidad de barrio», dice.

Carrillo argumenta que «hay una parte de tolerancia que se entiende, porque es el Casc Antic y como vecino sabes lo que comporta, pero ha llegado un momento en el que el vecindario se siente rechazado porque esto ahora mismo es un espacio comercial y se está perdiendo la convivencia. Y, al final, el vecino siempre es el que tiene que adaptarse».

Carrillo defiende la necesidad de un «equilibrio» y de una «regulación» de esta actividad. «Esto no es Barcelona y no estamos diciendo que no haya turistas, porque dan vida y una seguridad, pero se está yendo de madre, ya que es un barrio con mucha gente humilde que ha cuidado toda la vida la Part Alta, pero ahora mismo se siente desplazada». Si hace unos años el núcleo histórico era la joya de la ciudad, en la que anhelaban vivir todos los jóvenes cuando se emancipaban, en los últimos tiempos esto ha cambiado.

A los problemas de seguridad hay que sumarle la convivencia con los bares y terrazas, un comercio debilitado y unas dificultades para aparcar que son una barrera sobretodo para las familias.

Los datos de población del Ayuntamiento de Tarragona muestran como la población en el barrio se ha mantenido más o menos estable, con pequeñas fluctuaciones. El último dato, correspondiente a 2022, registra 4.135 habitantes censados. Si lo comparamos respecto a 2011, cuando el turismo en Tarragona tenía un peso irrelevante, la población se ha reducido un 2,3%. Mientras tanto en los Barris Marítims, que pueden tener un comportamiento similar, la población se ha incrementado en un 8,8%.

«Campo por recorrer»

En cuanto a los grupos de edad puede apreciarse como el 15% de los habitantes censados en la Part Alta forman parte de la franja hasta los 20 años, mientras que la población de más de 60 años representa el 19% del total.

La Associació d’Apartaments Turístics i Hostels de Tarragona defiende que la ciudad «tiene campo por recorrer, pero siempre de forma regulada». Así lo expresa su presidente, Jordi Vilar, quien asegura que «estamos muy lejos de Barcelona y somos los primeros que no lo queremos. Nosotros estamos a favor de una regulación que permita hacer bien las cosas, porque al final vemos que somos el chivo expiatorio y el turismo no tiene la culpa de la falta de políticas de vivienda».

Esta entidad representa a propietarios que compran edificios en desuso, los rehabilitan y los ponen al mercado. «No eliminamos parque habitacional, porque siempre son bloques vacíos y lo gestionamos entero, lo que genera un valor añadido para el barrio y no hay problemas de convivencia», sigue explicando. El edificio de los porxos en la Plaça dels Carros es un ejemplo de ello.

La asociación defiende que en temporada baja el turismo representa un 50% de sus clientes, el resto son trabajadores que hacen una estancia temporal en la ciudad que puede ser de semanas o incluso meses. La mayor parte de estos están en la zona de los Barris Marítims. «En la Part Alta no tenemos nada porque si quisiéramos actuar lo haríamos en edificios enteros, pero a lo mejor el problema es la degradación del barrio y que la gente no encuentra atractivo vivir allí», argumenta Vilar.

Para Antonio Paolo Russo la hoja de ruta es clara y esta pasa, en primer lugar, por hacer un estudio «completo» sobre el impacto de esta actividad en las dinámicas de población y el precio de los pisos. Y, a partir de ahí, impulsar una ordenanza urbanística que «especifique cuantas licencias pueden concederse en los próximos diez años en cada zona de la ciudad».