La cara más cruel de la política

La portavoz de En Comú Podem en el Ayuntamiento de Tarragona, Carla Aguilar-Cunill, anunció ayer su dimisión, y reconoció estar sufriendo ansiedad y depresión «como consecuencia de una situación de acoso en el partido»

La historia de hoy no va de buenos ni malos. Ni de quién tiene más o menos razón. Va de humanidad, de ver cómo una persona cae en picado por haber sido víctima de la peor cara que muestra a veces la política. Hablamos de Carla Aguilar-Cunill, una joven socióloga de treinta y pocos años, que ayer presentó su dimisión como portavoz y concejala de En Comú Podem en el Ayuntamiento de Tarragona. Aguilar fue expulsada hace un mes por su formación por problemas internos.

En junio de 2019, la protagonista decidió aparcar temporalmente su doctorado para emprender una nueva aventura como número 2 del alcalde, Pau Ricomà. Lo hizo convencida de que sería capaz de cambiar las dinámicas del Consistorio. Que otra manera de hacer política era posible. Quería dejarse la piel, decía ayer. Era un presagio de lo que pasaría. Tanto quiso dejarse la piel que, tras un sinfín de denuncias cruzadas en el seno de su formación, el juego político ha acabado con ella.

Aguilar confesaba públicamente ayer que sufre ansiedad y que se encuentra inmersa en una depresión, fruto de una situación de acoso dentro de En Comú Tarragona. «Es un acoso y derribo constante, de tipo moral y psicológico, sostenido en el tiempo, que me ha llevado a una crisis personal muy importante», decía ayer. Un precio demasiado caro a pagar.

Para entender cómo se ha llegado hasta aquí deberíamos explicar el relato-culebrón, que empezó en diciembre del año pasado. Pero no lo haremos por dos motivos. Primero, porque ya se ha explicado por activa y por pasiva y, segundo, porque la intención de este artículo es alejarnos de las motivaciones de la expulsión de Aguilar para centrarnos en las consecuencias personales que la mala política nos puede hacer sufrir.

Respirar

Tras cuatro meses de baja laboral y sin apenas hacer apariciones públicas, Aguilar presentaba ayer su dimisión como concejal en el Ayuntamiento. Su día empezaba con un post en Instagram protagonizado por una imagen, acompañada de un verbo en infinitivo, que ya daba pistas de cómo se sentía. La foto era ella saliendo del mar y, debajo, la palabra Respirar. De hecho, en su discurso lo dejaba claro: «Haber tomado la decisión de dimitir, ya me ha hecho mejorar a nivel de salud. Me hace sentir más libre y me ha quitado la angustia que sentía», decía Aguilar.

La puesta en escena del anuncio fue tal como se esperaba. El patio Jaume I, con mesa y micrófono, y acompañada tan solo de amigos prepolítica, familiares y periodistas. Con la voz entrecortada, Aguilar se marcó un discurso de trece minutos que no permitía turno de preguntas por parte de los medios. Así lo pidió ella antes de empezar.

Denunció públicamente haber sido víctima de acoso dentro del partido y aseguró que se defenderá hasta al final para demostrar las irregularidades de su expulsión. «El motivo de seguir con el recurso es que nadie más viva lo que yo he vivido», decía Aguilar, quien añadía que «pese a mi situación, el acoso no ha cesado. Siguen lanzando calumnias y difamaciones en contra mía, para deteriorarme todavía más».

La protagonista explicó que se está medicando, que recibe tratamiento psicológico y que está poniendo todo de su parte «para recuperar mi vida y volver a ser la persona que era».

Patrones que se repiten

En los últimos tiempos son muchas las personalidades políticas que han decidido bajarse del carro tras vivir situaciones parecidas a la de Aguilar. Encontramos, por ejemplo, el caso reciente de Mireia Boya, de la CUP. O de Elsa Artadi, quien argumentaba que no le quedaban fuerzas para continuar. Curioso. La mayoría de ellas mujeres jóvenes. Ninguna de ellas pensaba llegar a este punto cuando empezaron en esto de la política. Se creían capaces de crear y construir nuevas maneras de hacer, a través de su espacio ideológico. Pero alguna cosa se les cruzó por el camino y sus ganas desvanecieron.

Quizás ha llegado el momento de reflexionar sobre los límites de la política, de cómo evitar que este juego acabe teniendo consecuencias tan destructoras para los que están al frente.

Aguilar se despedía prometiendo que la de ayer sería la última rueda de prensa que hacía. Que iba a cuidarse, a curarse, y que ahora mismo, hacerlo es totalmente incompatible con su cargo en el Ayuntamiento. Una vez más nos damos cuenta que la política, cuando quiere, muestra su cara más cruel y triste.