La industria y la energía provocan el 70% de las emisiones de gases en Tarragona

El sector industrial genera el doble de dióxido que el transporte. La Covid ha ayudado a que la provincia cumpla sus objetivos climáticos

El sector industrial genera el doble de dióxido que el transporte. La Covid ha ayudado a que la provincia cumpla sus objetivos climáticos

La industria y la energía son los sectores responsables de la mayoría de emisiones de gases con efecto invernadero en las comarcas tarraconenses. Un 70% de esos contaminantes emitidos a la atmósfera y que contribuyen al calentamiento global proceden en Tarragona de esos ámbitos, a partes iguales: un 35% a cargo de todo el sector industrial y otro tanto por el energético.

Así lo indica el ‘Informe sobre l’estat del Medi Ambient a Catalunya 2016-19’, presentado recientemente. En ninguna otra provincia estos sectores de la economía tienen tanto peso relativo cuando se habla de emisiones. El informe diagnostica un «reparto heterogéneo» y «claras diferencias en la proporción» según la provincia. En Barcelona son la industria y el transporte los principales responsables de la mayoría de emisiones (un 32% cada uno). En Girona es el transporte el principal causante (un 41%), mientras que en Lleida la agricultura y la ganadería, con un 55%, son los nichos más nocivos para el cambio climático.

El estudio arroja luz sobre los desequilibrios territoriales, empezando por los números absolutos. Barcelona es la provincia con más emisiones de gases, equivalentes a 24 millones de toneladas de dióxido de carbono. La segunda posición es para Tarragona, con 11, duplicando con creces los datos de Lleida y Girona, que igualan a 4,6. En global, Catalunya llegó a los 44 millones de toneladas en 2019, «un 13% superiores a las registradas en 1990 pero un 23,5% inferiores a las del máximo registrado en 2005».

La inercia, merced al esfuerzo del tejido productivo, es positiva, como sostiene el mismo estudio, que constata «una reducción de las emisiones por PIB de una economía cada vez más eficiente, porque para generar la misma riqueza emite menos gases».

Otro factor que contribuyó a la reducción fue la irrupción de la pandemia en 2020, tanto por su impacto en la propia actividad industrial como en la movilidad. Según datos de Medi Ambient, Tarragona redujo a 9,4 millones las toneladas emitidas. La industria, con 3,7 millones, duplica la contaminación generada por el transporte (1,5).

El peso de las mercancías

Ese año el sector industrial contribuyó en un 37% a las emisiones y el transporte a un 16%. Parecidas proporciones se reproducen en 2019, un año previo al coronavirus. La industria tarraconense generó 3,85 millones de gases con efecto invernadero, el doble que el transporte (1,98).

No hay que confundir los porcentajes con los datos absolutos. Solo la industria tarraconense –sin contar la contaminación del sector energético, la del residencial o la de los servicios– genera las mismas emisiones que toda la provincia de Girona, alrededor de cuatro toneladas al año.

Más comparativas: en Girona, el 41% de las emisiones proceden del transporte –en Tarragona es el 18%– pero eso no significa que en aquella provincia los vehículos contaminen más. Sucede al contrario: 1,5 millones de gases de CO2 en Tarragona y 1,4 en Girona, dado que ambas demarcaciones son territorios de paso para el tráfico internacional, especialmente de mercancías.

De hecho, el informe destaca el «peso relevante de las autopistas de peaje en las comarcas de Tarragona por una gran presencia industrial». En ese punto, el trabajo de Medi Ambient señala como «imprescindible» «promocionar un cambio de modelo que tenga presente la reducción del transporte privado y la planificación de las infraestructuras de transporte de manera eficiente y competitiva».

Un parque envejecido

Los gases que emite el tráfico rodado no son solo cuestión del volumen de turismos o camiones que circulan por una determinada zona. «Como más antiguo es el parque de vehículos, mayores son sus efectos nocivos sobre el medio ambiente», indica el informe, que añade: «Hay que destacar el envejecimiento generalizado del parque de vehículos de transporte de mercancías, que se incrementa año tras año, haciendo que la antigüedad media de los camiones y furgonetas este último año 2019 sea la máxima registrada del último decenio».

Todo ello no empaña los esfuerzos de la administración y del propio tejido productivo por ir reduciendo estos niveles de gases. Un análisis en perspectiva permite ver que se están haciendo los deberes, al menos según los objetivos marcados, tanto en Catalunya como específicamente en Tarragona.

El punto de partida arranca del compromiso de la UE de una reducción de sus emisiones de los gases de efecto invernadero del 20% en 2020 respecto a los registros de 1990. En 2015, la Generalitat aprobó el INDC (Intended Nationally Determined Contributions), un documento con el que se comprometía ante las Naciones Unidas a alcanzar una reducción de un 40% de las emisiones en 2030 respecto a 2005, el año en que se llegó al pico y que sirve como referencia. El objetivo para ese 2020 que se perfilaba como emblemático era un crecimiento máximo del 4% respecto a los registros de 1990. El avance de la estimación de emisiones en Catalunya en 2020 fue de 38,5 millones de toneladas. Hay que indicar que el dato en 1990, tres décadas antes, fue de 38,9. «Por tanto, las emisiones del año 2020 están un 1% por debajo de los valores de 1990. Así, se ha conseguido superar, con creces, el objetivo de emisiones totales comparándolo con 1990», explica la Generalitat en un informe.

Crisis y pandemia, aliados

¿Qué ha ocurrido en Tarragona mientras tanto? En la provincia, los primeros años del siglo fueron especialmente gravosos con un punto álgido en términos contaminantes que se alcanzó en 2007, con 14,3 millones de toneladas de dióxido de carbono. Es un 46% más en relación a 1990 (9,8 millones de toneladas). A partir de ahí el dato fue en descenso, también gracias al frenazo económico que supuso la crisis financiera.

En 2020, el dato fue de 9,4 millones, un 4% menos que en ese 1990 que sirve de comparativa. Es decir, que Tarragona cumple, pero en buena medida lo ha hecho por la disrupción productiva y social del virus. En 2019, los 10,3 millones de toneladas lanzados a la atmósfera supusieron un 5% más que los 9,8 de 1990. Ahí no se estaba llegando al objetivo.

En esa pugna, la Covid se ha convertido en un aliado. «Aunque la pandemia hizo caer drásticamente las emisiones, la tendencia de los últimos años apunta a que se habría llegado igualmente al objetivo, aunque de forma más ajustada», indica Acció Climàtica. El balance de 2021, un año mucho más normalizado, arrojará más luz sobre la tendencia.

«Europa cumple pero no es suficiente»

Carles Ibáñez está al frente de la Línia de Canvi Climàtic del centro tecnológico Eurecat. Es director del Centre en Resiliència Climática, con sede en Amposta. Ha estado en la reciente COP27, la cumbre mundial del clima organizada en noviembre en Egipto.

Carles Ibáñez. Foto: DT

¿Cuál es la conclusión de la cumbre de las Naciones Unidas que se ha realizado?

Había estado el año pasado en Glasgow también y ahora ha sido diferente. Ha habido menos acuerdos importantes. La sensación es más de pesimismo. Estamos en una fase de concretar acuerdos, de materializarlos, y no es fácil. Es en el momento de concretar las medidas, y aplicarlas y financiarlas, cuando se ven las dificultades.

¿En qué sentido?

En que afloran las limitaciones de un sistema de acuerdos voluntario, que luego varía en función del momento o de cada país. A la hora de la verdad no se cumple con lo que se ha comprometido y no se avanza de manera adecuada e incluso se puede llegar a retroceder.

¿En qué se ha quedado corta la cumbre de Egipto?

En toda la parte de implementación de medidas. Se ha acordado un fondo para los países más vulnerables pero no hay un compromiso de los estados más consumidores de combustibles fósiles, ni tampoco con las emisiones de metano, en parte relacionadas con la extracción del gas. Ahí sería fácil avanzar, en un gas que tiene un efecto de calentamiento de 30 a 80 veces más potente que el dióxido de carbono. Aspectos que se empezaron a trabajar en Glasgow no se han concretado ahora, así que es para estar decepcionados.

No todo el mundo cumple por igual.

La comunidad europea lo tiene muy claro, pero esa ambición no está en el resto del planeta. Europa está más comprometida, es la que lidera. Estados Unidos está ahora mejor que en la época de Trump pero tampoco lidera. Por supuesto, ni India, ni China, ni Rusia. Todo lo que pueda hacer China, que hace más que Rusia, es importante.

¿En qué otros aspectos hay que mejorar?

La transición hacia las renovables es más lenta de lo que querríamos y al mismo tiempo algunos gobiernos continúan incentivando la producción de combustibles fósiles, poque son una fuente de riqueza para ellos.

¿Aquí estamos haciendo una labor suficiente?

Nunca es suficiente, en ninguna circunstancia, ni aquí ni en otros lugares. Que estamos avanzando más rápido que otros países, sí, pero nunca es suficiente por la urgencia que tenemos. Cuanto más aumenta la temperatura, más problemas de impacto y adaptación. Cuanto antes eliminemos nuestra dependencia energética de los combustibles fósiles, mejor.

También el ciudadano debe contribuir, por ejemplo, con la movilidad.

Es fundamental reducir las emisiones en todos los sectores, y el transporte es muy importante. De ahí esa apuesta por ir hacia el vehículo eléctrico. Pero una parte de la solución también radica en la reducción del consumo de energía. Si solo hacemos sustitución lo tenemos complicado. Igual que hemos hecho con el agua, también a nivel energético tenemos que ir hacia un menor consumo. Si no, será complicado alcanzar los objetivos.