Más muertes que nacimientos en el 80% de los municipios

La inmigración palía el ocaso demográfico del batacazo de la natalidad y la sobremortalidad. Y no es algo solo de pueblos. En TGN y Reus por primera vez hay más defunciones que partos

El último niño que nació en La Febró (Baix Camp) lo hizo en 1989. La sequía de alumbramientos dura ya 33 años. Tampoco hubo suerte en 2021. Los registros estadísticos del Idescat, recién conocidos, muestran que el año pasado nadie vino al mundo en ese pequeño núcleo. En cambio, hubo una defunción. Una dinámica similar se reproduce en la mayor parte de la provincia. El 80% de las localidades registraron más muertes que nacimientos, algo que habla del invierno demográfico pero también de los coletazos sociológicos de la pandemia.

No es nuevo que en buena parte del territorio los fallecimientos superen con creces a los nacimientos, pero quizás sí lo es la intensidad. Otro ejemplo es el de La Fatarella, en la Terra Alta. En 2021 hubo un nacimiento, la cifra más baja al menos desde 1975; y 18 defunciones, el mayor registro de las últimas décadas. «Llevamos pocos nacimientos en los últimos años y la perspectiva no es de mejora», explica Francisco Blanch, alcalde de La Fatarella.

Adiós a la guardería municipal

La escasez de niños incluso repercute en las políticas municipales. «No tiene sentido mantener la guardería municipal. Por eso hemos hablado con la Generalitat para que la Escola Rural pueda tomar el relevo. A nivel municipal tener una guardería para dos niños era algo inaguantable. Hace muchos años que nos resistíamos, pero desgraciadamente lo tenemos que hacer. Si hubiese la previsión de tener cuatro o cinco niños en unos años, habríamos seguido, pero no es el caso».

Para Blanch, ese saldo negativo entre nacidos y fallecidos «nos preocupa, porque tiene difícil solución, ya que «sufrimos un exilio juvenil, de chavales que encuentra trabajo, aunque sea cerca de aquí, pero se van del pueblo».

No es solo una cuestión del interior rural ni de localidades pequeñas. También la provincia, que sí registra un récord de inmigración, convive con un saldo vegetativo negativo desde 2017 que en 2021 no hizo más que agravarse: 5.997 nacimientos y 7.579 defunciones. El saldo negativo es de 1.582, algo menor que el de 2020, un año anómalo marcado por la irrupción de la Covid (-1.863) pero que triplica al de 2019 (-455).

Vuelco en las capitales

¿Qué ofrece el análisis municipal de la provincia? Solo en 27 poblaciones hubo más nacimientos que defunciones, aunque con casos tan singulares y mínimos como los de Forès, Mont-ral o El Molar, los tres con saldos de un nacimiento y ningún fallecimiento. Otras 10 localidades igualan entre partos y funerales, entre ellas Arbolí, Colldejou, Senan, Vespella de Gaià, Marçà o Bellvei.

Pero lo más significativo es que Tarragona capital también ha entrado en ese crecimiento vegetativo. Lo ha hecho desde la pandemia. En Tarragona, se situó en -147, por los 1.050 nacimientos y los 1.197 decesos. También sucedió en Reus, donde los 824 alumbramientos y las 935 muertes han arrojado un diferencial de -111.

Ese vuelco se produjo en 2020, el curso de irrupción del virus, pero se prolongó el año pasado, con una mortalidad aún por encima. En esa misma tesitura está la mayoría del ‘top ten’ de municipios tarraconenses en población, ya que en Calafell, Valls, El Vendrell, Tortosa y Amposta muere más gente de la que nace. Se salvan de esa inercia negativa municipios muy concretos de la costa, tales como Salou, Cambrils, Vila-seca, Altafulla y Torredembarra.

«Estamos ya en un crecimiento natural negativo, de forma que si no hubiera migraciones Tarragona estaría perdiendo población. La Covid ha acentuado aún más este factor de la sobremortalidad», desgrana Joan Alberich, profesor de Geografia en la URV.

Una explicación a este repliegue sin precedentes desde los años 90 hay que encontrarla en la propia pirámide poblacional. «El grupo de jóvenes de entre 30 y 40 se va haciendo cada vez más pequeño, de forma que no tenemos una estructura favorable a tener hijos», cuenta Alberich. La razón hay que buscarla en «esas generaciones bastante vacías, poco numerosas, que nacieron a finales de los 80 y principios de los 90», tiempos de baja natalidad.

Sin políticas familiares

Pau Miret, profesor colaborador de los estudios de arte y humanidades de la UOC e investigador del Centre d’Estudis Demogràfics, confirma que sin prosperidad no habrá nacimientos al alza: «En el primer semestre de 2021 hubo un repunte, pero respondía solo a los nacimientos planificados que no se llevaron a cabo en 2020».

Pero más allá de eso, «la tendencia es de caída, porque el futuro económico no pronostica nada bueno». Miret detalla que «no hay ningún tipo de política familiar que pueda facilitar tener hijos» y, además, «la natalidad va paralela a las fases económicas». El impacto de la Covid y la posterior crisis económica, trufada de pesimismo e incertidumbre, siguen frenando los nacimientos, al tiempo en que las defunciones continúan en cotas altas, inmersas en un exceso de mortalidad aún por explicar.

El Idescat ofrece datos de 2021 pero la dinámica se está perpetuando este año, a tenor de los balances de corte experimental que está ofreciendo el INE, casi a tiempo real. De enero a septiembre ha habido 4.446 nacimientos en la provincia, por los 4.511 de 2021 y los 4.674 de 2020.

La bajada, pues, es progresiva, a pesar de que la Covid en su versión más virulenta haya quedado atrás. Hasta septiembre de 2022, había habido en las comarcas tarraconenses 5.935 muertes, más que en 2021 (5.586) e incluso más que en 2020 (5.818).

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