Un año más el festival de Eurovisión ha estado marcado por la polémica por la presencia de Israel, que, para ‘contraprogramar’ las esperables críticas, eligió como su representante a una superviviente de los salvajes atentados del grupo terrorista Hamás.
Eurovisión intentó censurar a los comentaristas españoles. Cuando actuó Israel en la semifinal del jueves, recordaron que ya han muerto 50.000 palestinos en la brutal venganza israelí por los atentados. Eurovisión amenazó con multar a España por faltar al «manual del comentarista» que «prohíbe las declaraciones políticas que puedan comprometer la neutralidad del concurso. Las cifras de víctimas no tienen cabida en un programa de entretenimiento apolítico». En la final del sábado, los comentaristas callaron pero RTVE sobreimpresionó este mensaje: «Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina».
Las teorías conspiranoicas afirman que Melody pagó la ‘rebeldía’ de España con un pobrísimo resultado (quedó antepenúltima). Incluso el televoto español le dio 12 puntos a Israel. ¿Se puso toda la ‘fachosfera’ a votar con tal de fastidiar a Sánchez y su cruzada antiisraelí?
No se sabe. Lo que es cierto es que el patrocinador principal de Eurovisión desde 2020, Moroccanoil, es una empresa de cosméticos de origen... israelí. ¿Quien paga manda?