Picazón, estornudos, irritación de ojos, reacciones cutáneas... A menudo las alergias se asocian con la primavera por la mayor o menor concentración de polen relacionada con las precipitaciones del momento y de los meses previos. Sin embargo, los expertos coinciden en señalar que alergias hay todo el año y de diferentes tipos sin que los síntomas varíen en función de la estación.
Incluso si se habla de pólenes, su incidencia va más allá de la primavera. Así, el doctor Óscar Sotorra, alergólogo en el centro MQ Reus y experto de Top Doctors destaca que efectivamente, «las relacionadas con los pólenes son más frecuentes en la primavera pero también las encontramos en otras épocas, como puede ser la alergia al ciprés, que acostumbra a florecer entre enero y mitad de abril, o menos frecuentemente al avellano, que lo hace en enero y febrero. También encontramos algunos que pueden predominar en otoño e incluso en verano».
En la misma línea se pronuncia Antonio Valero, presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), quien recalcó a la agencia Efe, que en los últimos años se viene observando un aumento de personas polialérgicas que acaban presentando síntomas durante la mayor parte del año y advirtió también sobre el mayor número de niños menores de 4 años y de personas de más de 40 y 50 que debutan entre enero y marzo con alergia a los cipreses y arizónicas.
Contaminación y diésel
El alergólogo Óscar Sotorra explica que precisamente la alergia a los ácaros del polvo, una de las más frecuentes, puede dar síntomas todo el año, así como la que provocan los perros y gatos, que es extensible a cualquier animal con pelo. Del mismo modo ocurre con la alergia a los hongos, siendo el más frecuente el Alternaria alternata que, aunque se da en todas las estaciones, puede predominar en verano y otoño.
Entre las causas de estas reacciones del organismo, Antonio Valero apunta a la contaminación, «que influencia más a los pólenes que los factores climatológicos». Así, asegura que «los diésel desprenden partículas que crean un ambiente hostil que hace que las plantas produzcan proteínas de estrés y, con ellas, los pólenes son más agresivos. Eso hace que haya más alérgicos en lugares cercanos a la autovía o calles transitadas que en zonas rurales, donde hay más plantas».
En relación a un mayor aumento de casos en los últimos años, el doctor Sotorra, por su parte, defiende que aunque entran en juego tanto la carga hereditaria como los factores ambientales, «también es cierto que cada vez son diagnosticadas más personas porque se acude más al médico para estudiarse y tratarse». Y revela que «muchas veces se han confundido alergias a pólenes predominantes en invierno como es el ciprés con resfriados, puesto que son más frecuentes en esa época».
¿Cuál es el tratamiento? «Medidas preventivas, medicamentos y en algunos casos inmunoterapia», es decir, con vacunas, responde Sotorra. «Estas últimas, si están bien indicadas, pueden tener una alta efectividad, como en los que presentan reacciones severas a las picadas de abejas o avispas», señala este especialista. Sin embargo, antes de prescribir un tratamiento, Sotorra aboga por «valorar cada caso individual y, si son necesarias las vacunas, ver qué composición deberían llevar». Mientras, si la alergia es a un medicamento imprescindible para el enfermo y que no tenga alternativas, Sotorra comenta que «se puede intentar la desensibilización, que tiene por objetivo que el paciente pueda tolerarlo mientras se haga el tratamiento, algo que también se lleva a cabo en determinadas alergias alimentarias». En definitiva, se debe estudiar cada caso. Eso y «consultar a un profesional, ya sea médico de familia, pediatra o especialista en alergias», recomienda Sotorra.
