Cuatro amigos unidos por la crisis y separados por la distancia
Como soy un optimista, creo que las pensiones y los salarios será algo de color de rosa
Hace unos días, a la distancia de sesenta y pico kilómetros de Tarragona, me encontré con un amigo, al que no suelo ver mucho, pero del que siempre conservo buenos recuerdos. Al saludarnos, el inmediatamente me dio el tratamiento de hermano, lo que de además de sorprenderme agradablemente me vino a demostrar que es un sencillo hombre, lleno de buenos sentimientos y que sabe conservar en su corazón algo bueno. Por cierto, me recordó que ese corazón bueno había estado a punto de dejarlo para el arrastre, que le había obligado a un traslado en helicóptero hasta Barcelona, a una actuación urgente de los cirujanos, pero que, al final, todo se había desarrollado dentro de los trámites del éxito, lo que me alegró mucho, no solo por el, sino también por el bien de su familia, a la que estimamos, y sin necesidad de acordarnos de que tanto la suya como la mía se puedan ver afectadas por la actual crisis, y más aún por la actuación tan estrafalaria a que nos tienen amarrados los políticos de diferente pelambrera, sean de derechos, de izquierdas, de centro, la los extremos, nacionalistas, separatistas, unionistas, o de la estimación que posean por los ciudadanos de a pie, piensen como piensen.
Poco después, a través del hilo telefónico, la mujer de otro amigo muy querido, me daba la noticia de que su marido hacía unos días que había fallecido, a más de cuatrocientos kilómetros de Tarragona. Hacía unos meses que no tenía noticias directas suyas, y lo lamenté mucho, de verdad. Eramos mi amigo y yo compañeros de colegio, en los padres escolapìos de una ciudad manchega, por cuyas aulas pasamos allá por los lejanos años cuarenta y cincuenta del siglo veinte, tras haber nacido ambos en el primer año de la postguerra civil, sin duda un año de gran crecimiento humano en todo el país. Tuvimos varias ocasiónes de encontrarnos, ya mayores, con los estudios terminados, ambos casados y con hijos, e incluso en algunas circunstancias no demasiado comunes, como el reunirnos en un monasterio benedictino, a cuya atracción contribuyó mi viejo compañero de correrías juveniles, y al que ya no podré agradecérselo bastante. Tampoco este se veía afectado por crisis y políticos, pero si sabía juzgar con boca crítica y hasta con fina sátira a quienes nos han puesto en los trances que ahora “disfrutamos”.
Más recientemente aún, dentro de esta misma semana, he tenido ocasión de hablar con el más veterano de mis amigos, que es al último de los tres a los que conocí, y que ya ha cumplido la friolera de 102 años, con una memoria y una cabeza privilegiadas, capaz de recitar de un tirón y sin atrancarse, un larguísimo poema de Rubén Darío; hacer críticas amplias y llenas de ironía se las actividades de nuestros representantes políticos, tanto generales como autonómicos, poniendo a cada uno de ellos en su lugar, mientras recuerda, desde la lejanía de su veterana memoria, las cabezas que nos rigieron en tiempos pasados. Por supuesto, dado lo que lleva vivido y dada su buena memoria, tampoco se va afectado por crisis alguna, aunque sí piense que algunos de los cabezas pensantes del momento podrían haber creído urgente el retirarse, para dar tiempo a la redacción de sus relatos, que dudamos fuesen de interés para nuestras juventudes, y mucho menos para nuestros veteranos, sean del partido que sean.
Naturalmente, el cuarto de los amigos citados en el título, es quien escribe estas líneas, y que es el punto común del cuarteto, puesto que los tres primeros no tienen punto en común, ni siquiera han llegado a conocerse. También a mi me importa un bledo la crisis, aunque se oigan ruidosos fraseos afirmando que se acaban las reservas de donde se están sacando los cuartos para pagar pensiones extraordinarias, o incluso las ordinarias; que dentro de poco años ya serán un bello recuerdo, al que habrán de hacer pensión nuestros veteranos paseantes de la Rambla. Como los otros tres, uno no tiene malos pensamientos. Todo lo contrario, como soy un optimista, creo que las pensiones, los salarios, y todo cuanto tenga alguna relación con el dinero, en el porvenir será algo de color de rosa, azul celeste, y risueño hasta la carcajada del porvenir. Y ello porque ya está preparada la nueva generación de políticos sabios, economistas cientìficos, coletas en Cortes, camisas de cualquier color, y partidos multiplicados por algún número elevado.
Y como demostración de que esta realidad se aproxima, vamos a olvidarnos de las terceras elecciones, que algunos malintencionados predecían, incluso para la próxima Navidad. Así sea.