Opinión

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Ella, Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, fue quien impulsó el Pacto Verde Europeo en 2020, símbolo del cambio ecológico de la Unión Europea (UE). Cinco años después, el miércoles 2 de julio, la presidenta de la Comisión Europea redujo significativamente los objetivos climáticos de Europa, adoptando una postura pragmática y realista. Para los defensores del clima, esta decisión es aún más agridulce, dado que un grupo de científicos franceses acaba de establecer que el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C en comparación con la era preindustrial ya no es alcanzable. Es decir, que el mínimo requerido para evitar y revertir los efectos del cambio climático ya está fuera de nuestro alcance.

Sin embargo, el cambio de postura de Ursula von der Leyen no sorprende. Desde el inicio de su segundo mandato en diciembre de 2024, ha dado garantías constantemente a la derecha y la extrema derecha europeas, que juntas ostentan el 53 % de los escaños del Parlamento Europeo desde las elecciones de mayo de 2024, y han convertido el Pacto Verde en el blanco de todos sus ataques. Desde el aplazamiento del deber de diligencia de las empresas hasta las exenciones masivas del impuesto sobre el carbono y el abandono de la lucha contra el greenwashing: un panorama del importante retroceso europeo actualmente en curso en materia medioambiental.

Al mismo tiempo que la Unión Europea hace marcha atrás en sus exigencias medioambientales, presionada por los Estados miembros y la necesidad de no perder la carrera industrial frente a los EE. UU. y China, la realidad del cambio climático nos golpea en la cara: los incendios de sexta generación dejan un cuadro desolador. Nos avisan que no tenemos cómo prevenirlos y, sobre todo, que no sabemos cómo gestionarlos, que nuestro país es un polvorín (tal y como dijo ayer el conseller Ordeig) y que las medidas están obsoletas. Los fuegos de hoy no son los fuegos de ayer. Pero las medidas para evitar ese cambio climático no son de hoy, son de anteayer en Europa. Esta paradoja es la que no tiene fácil solución. Descarbonizar es la solución, pero la UE ha decidido que no, de momento.

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