Si acceder a una vivienda en propiedad resulta cada vez más una utopía para las familias españolas (los hogares necesitan de media más de 13 años para pagar la entrada de un piso, el 20% del valor del inmueble), los problemas para acceder a un alquiler o incluso a un piso compartido son cada vez más habituales. En Tarragona ciudad, según Idealista, hay un 53% menos de oferta de viviendas con habitaciones compartidas que hace un año, una caída muy superior a la media española, del 45%. En paralelo Tarragona es la capital de España donde más han subido los precios en estos últimos doce meses, un 20%, por encima del aumento del IPC de la provincia en este mismo periodo, que ha sido del 9%. Hay mucha más demanda que oferta y ello hace que se encarezca la que hay. Hoy ya se paga por una habitación una media de 330 euros.
Una de las razones de esta escasez, que este último año se ha agravado, es que, con el regreso del turismo tras la pandemia, algunos propietarios que con la Covid transitaron del uso vacacional al de larga duración ante la ausencia de visitantes, ahora están haciendo el camino inverso saliendo del alquiler residencial para dedicarse al turístico. Ni siquiera las residencias de estudiantes suponen una opción. En la ubicada junto al Campus Sescelades de la URV tienen todas las plazas ocupadas y las dos que hay en la Avinguda Lluís Companys, están por encima del 80%.
Estas dificultades, entre otras muchas relacionadas con el acceso a una casa, motivaron que el Gobierno presentara en enero el Plan de Vivienda 2022-2025, cuya media estrella es el bono joven de alquiler, un ayuda de hasta 250 euros mensuales, que debe ayudar a paliar esta situación pero que es insuficiente. Hay que incentivar más la promoción de viviendas de alquiler asequible para incidir más en la oferta.