En el Diario de Barcelona, los dos subdirectores compartíamos despacho a la entrada de la redacción. Mi apreciado compañero, Joan Segura Palomares, era hincha del Espanyol. Los lunes, si su equipo había perdido, pese a que debía haberse acostumbrado, no estaba de buen humor. Y un lunes pasó por delante del despacho Carlos Pérez Cavero, redactor de Cultura, que no seguía nada los deportes. Nos saludó sonriente, y Juan le gritó: «¿Tu, de qué te ríes?». Él no entendió nada.
El sábado el Espanyol estuvo sentado durante una hora al borde del abismo, hasta que, a poco del final, marcó un gol, y luego otro. ¡Se había salvado! La afición invadió el campo. En el fútbol y en la vida la intensidad de las alegrías se mide por haber escapado de las mayores desgracias.