Opinión

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Pocos veranos trabajando en primera línea de playa me han hecho falta para entender que las vacaciones, para algunos, no significa bajar pulsaciones, relajarse del estrés laboral y cultivar una paz que durante el año cuesta encontrar. Las vacaciones se convierten en una extensión del trabajo. Quieren hacer el chek-in del hotel en tiempo récord y compiten para colocar una toalla en la arena de la playa como si fuera la final de la Champions.

«Caballero, tengo prisa», es la frase estrella que muchos trabajadores están escuchando este verano. Las vacaciones están para cargar pilas, ya llegará el otoño para sufrir con las prisas cotidianas del día a día: A las ocho al trabajo, a las cinco a llevar a los hijos a la extraescolar y a las diez a la cama que hay el día siguiente toca madrugar. Mientras tanto, calma, tranquilidad y a no mirar el reloj.

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