Si no estaba clarísimo ya, el episodio de Jumilla donde Vox ha pretendido prohibir las celebraciones religiosas musulmanas demuestra que el partido ultra no es solo xenófobo sino que incita al odio. Únicamente les falta emprender una cruzada contra los infieles y, de paso, contra los malos españoles, esos que pensamos que España es mucho más que Madrid. Hasta la Conferencia Episcopal ha recordado a Vox y PP que las manifestaciones religiosas están amparadas por la Constitución. Menudo zazca merecido al PPOX. La respuesta de Abascal a los obispos no tiene desperdicio: «No sé si su posición es por los ingresos públicos que reciben o por los casos de pederastia que la tienen amordazada». Santi, Santi, no seas malote. A ver si te van a excomulgar. La pena es que el PP le sigue el juego a Vox. Todo por arañar unos votos. Feijóo haría bien en recordar que las personas que comparten esos postulados racistas suelen votar al original, no a la copia ‘light’. Lo mismo sucede con Junts y Aliança Catalana.
El odio de Vox contra los que ni son Patriotas de Pulsera ni añoran el Cara al Sol se retroalimenta con los haters de las redes. Esos y esas que odian e insultan desde el anonimato. Son los mismos y mismas que soltaban sus soflamas acodados en la barra del bar o tras dos copas en una comida familiar. Nadie les hacía caso. Ahora las redes les han dado audiencia. Qué triste.