Un año de pandemia ¿y?

Las vacunas son nuestra mejor defensa frente al virus, pero no está claro que con ellas se interrumpa totalmente su ciclo y es posible que el coronavirus continúe vagando más tiempo entre nosotros. No podemos bajar la guardia

15 marzo 2021 09:30 | Actualizado a 15 marzo 2021 10:11
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Se cumple un año de la pandemia de Covid-19, un proceso global que sigue causando graves estragos. Las medidas sanitarias contra el virus (uso de mascarillas, evitar aglomeraciones, distanciamiento físico, higiene de manos, ventilación de los habitáculos, etc.), sin ser nuevas, están cumpliendo su función. A estas alturas dudar de su eficacia e incluso de su necesidad es injustificable. Por otro lado, estas medidas influyen profundamente en nuestra vida diaria. En el mundo laboral, la pandemia ha inducido cambios (home-office, etc.) en el mundo industrial y de los negocios, y que han venido para quedarse.

Muchos se preguntan: ¿cuándo superaremos la pandemia y se podrá volver a vivir como antes de ella (viajar, salir de vacaciones, consumir sin limites, etc.)? Con las vacunas contra SARS-CoV-2, ciencia e industria han conseguido plantar un mojón decisivo en el camino de la superación de la pandemia. Ciertamente muchos países y la UE han aportado cantidades ingentes de medios para crear nuevos tipos de vacunas y mejorar las clásicas. Sin embargo, las dificultades en la producción han sorprendido a todos.

Las vacunas son nuestra mejor defensa frente al virus, pero no está claro que con ellas se interrumpa totalmente su ciclo y es posible que continúe vagando más tiempo entre nosotros. Es decir, que el Sars-Cov-2 podría quedarse y en tal caso serían necesarias medidas como ya se hace con otros virus, no pudiendo, en ese caso, bajar la guardia. No creo pues que tras la pandemia todo vaya a seguir igual como si nada hubiese ocurrido.

Epidemias y pandemias anteriores demuestran que los patógenos han modificado formas de vida e incluso el curso de la historia. Un ejemplo interesante es la fiebre amarilla. Al principio de siglo XIX, Haití, colonia francesa, era una isla riquísima debido a sus plantaciones de caña de azúcar. Los colonos se sublevaron comprometiendo la economía y Napoleón I envió 60.000 soldados para sofocar la insurrección. La fiebre amarilla es una enfermedad viral endémica en Haití, siendo los colonos inmunes a ella, pero no así los soldados franceses, muriendo muchos por la enfermedad. Napoleón superó la difícil situación vendiendo el estado Luisiana, colonia francesa, a los EEUU, que así iniciaron su camino a gran potencia mundial. Con cierta libertad cabría especular que por el Covid-19 la Republica Popular China podría encumbrase a superpotencia mundial.

Los patógenos también han contribuido a lo largo de la historia a la caída de países. Mencionaremos la caída del imperio romano en el siglo V a causa de la terrible malaria que invadió el sur de Europa. Otro caso fue la caída de la Casa Estuardo en la primera década del siglo XVIII, donde la viruela diezmó la población del Reino Unido.

El intento de anteponer los intereses económicos a los de la población también se dio en pasadas pandemias. Al principio del siglo XVIII llegó al puerto de Marsella un cargamento de textiles proveniente de Oriente. Durante la travesía hubo casos de peste a bordo, muriendo tripulantes. Al llegar el barco a puerto, debido a la presión de los comerciantes marselleses, se redujo la cuarentena a 10 días en vez de los 40 reglamentarios, con lo que la población de Marsella se contagió, muriendo el 50% de sus habitantes. Algo parecido sucedió a finales del XIX y comienzos del XX, época en que el cólera azotaba Europa.

De donde deducimos que la movilidad, así como la globalización, traen consigo condiciones óptimas para que enfermedades epidémicas se extiendan por todas partes. No se trata de ir contra la globalización, pero sí de tener en cuenta qué exigencias nos crea, especialmente sanitarias e higiénicas. De ahí que, después de la pandemia, puedan producirse cambios de diversa índole no solo inevitables, sino que serán de desear.

Respecto al clima la pandemia ha tenido efectos positivos. Al reducirse la movilidad, también lo han hecho las emisiones de motores accionados por combustibles fósiles, registrándose una gran mejoría del aire en ciudades y centros urbanos. Los ciudadanos, a su vez, reaccionaron positivamente, utilizando más bicicleta y transporte público, aunque este último con prevención debido a las aglomeraciones en las estaciones. El home-office ha contribuido también a la reducción de la movilidad.

Desde hace tiempo ampliamos nuestro espacio vital a costa del de los animales. Los virus del SARS, gripe aviar, Ébola, Covid-19... todos ellos son patógenos cuando saltan del animal al hombre. Si los humanos continuamos expandiéndonos, estaremos más próximos a ellos, facilitando la transmisión y el contagio.

Movimientos renovadores, como la iniciativa ‘ciudad de los 15 minutos’ postulan que las ciudades, debido a la aglomeración de ciudadanos, son un factor en el Covid-19, pero también afectan al cambio climático y la desigualdad social. La iniciativa ‘ciudad de los 15 minutos’ propone hacer frente a estas crisis recuperando la ciudad para sus habitantes. La idea es descentralizar la ciudad, facilitando el acceso a trabajo, compras, atención medica, lugares culturales, escuela y universidad, etc. en 15 minutos. Mas de 40 ciudades en el mundo, entre ellas Barcelona, avanzan en este sentido. Son cambios esperanzadores y sobre todo posibles.

Ese ‘feliz pasado’ por muchos ansiado y por muchas razones cómplice en el cambio climático, si no retorna, no debe entristecernos, antes bien deberíamos mirar esperanzados a un futuro con nuevas metas, como es el frenar –si es que aún es posible– el cambio climático y transformar el capitalismo desenfrenado en el que vivimos en otro ‘más verde’ y más acorde con los límites de nuestro planeta, que por mucha investigación espacial que se haga sigue siendo el único lugar del universo donde podemos vivir.

Pedro Mesters-Ventura: Catedrático emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Saarland (Alemania). Vicepresidente de la filial de Tarragona de la Academia de Ciencias Mèdiques de Catalunya.

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