Joan Rebull, lograr la belleza a partir de la observación

Escultura. El reusense está considerado como uno de los mayores referentes artísticos del siglo XX, pues hizo de su estilo figurativo una escuela de aprendizaje imprescindible

02 abril 2022 17:50 | Actualizado a 06 abril 2022 13:05
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A lo largo de la historia, cualquier disciplina ha podido sufrir un impase en el que los descubrimientos científicos, la evolución tecnológica o los movimientos artísticos estaban estancados. En un callejón sin salida. A veces, en esos momentos, alguien consigue que los engranajes vuelvan a funcionar.

Las obras de Joan Rebull fueron ese catalizador que necesitaba la escultura catalana en el siglo XX. Su estilo figurativo particular rompió con el amplio paraguas del novecentismo, el concepto que definía casi por entero a los artistas de la época.

Es por eso que el reusense es un referente en las artes plásticas y un orgullo para su ciudad natal, que le nombró Fill Il·lustre como muestra de agradecimiento.

Rebull fue un niño prodigio, ya a los once años le auguraban un futuro prometedor y, más adelante, el tiempo les daría la razón: viajó por el mundo gracias a los encargos que recibía, pero siempre volvió a su casa. Incluso, al final de sus días, luciendo la Medalla de Oro que la Generalitat de Catalunya le otorgó a su trayectoria. Aunque fue «a contracorriente», a menudo le incluyeron en los movimientos novecentistas, pero el escultor se mantuvo fiel a «una apariencia figurativa, tratando la forma abstracta de la escultura, los volúmenes y las relaciones geométricas». Así lo describe Jorge Egea, quien fuera alumno de Josep Salvadó Jassans, discípulo a su vez de Rebull.

Egea recuerda la comparación que solía hacer el reusense entre una escultura y una piedra de río: esta nace irregular en la montaña y termina adoptando una forma limpia y pulida. «Esa es una de las cosas que hacen que su escultura sea tan vanguardista, su obra es muy esencial y rechaza la anécdota, pero no la representación», añade.

Joan Rebull también siguió esa línea «subversiva» en el ámbito político-cultural. Es más, como había sido nombrado Diputado del Parlament de Catalunya por Esquerra Republicana, se vio obligado a exiliarse tras el estallido de la Guerra Civil. Así, vivió en Francia hasta que regresó en 1949.

La naturaleza, base de la creación

El proceso creativo de Rebull estuvo muy influenciado por el ideal de la Grecia clásica y, por ello, la simplicidad y la síntesis eran claves en la elaboración de sus obras para alcanzar la máxima belleza. «Una cosa es la sencillez y otra es la simplicidad, son conceptos muy complejos, aparentemente iguales», destaca Jorge Egea.

De hecho, la peculiaridad del reusense es que su creación partía siempre de una observación de la naturaleza y, desde ese punto de abstracción, plasmaba una representación figurativa.

La geometrización y la no repetición son algunos de los aspectos principales que regían su labor como escultor, dado que eran una vía para expresar todo tipo de formas en esencia, sin añadir texturas superfluas.

Vocación popular

Otro de los elementos identificativos de las esculturas de Joan Rebull, muy determinado también por el clasicismo arcaico, es la recurrencia a las tradiciones locales, para generar un vínculo con dicha población. Según explica Egea, el escultor «pensaba que Catalunya era la heredera de la tradición griega», cuya estética y apariencia apolínea debían reflejarse en sus obras. Partiendo de la concepción de una civilización que renace, y sin abandonar la eterna búsqueda de la belleza en sí misma, el artista se inspiró en las tareas agrícolas del Baix Camp y otras leyendas populares.

Como resultado, Reus cuenta, hoy en día, con sus propios iconos escultóricos: El Mito de Triptolemo (en la plaza de Joan Rebull), La Pastoreta y la figura de Sant Jordi.

El reusense fue una influencia directa para escultores posteriores, entre los que destaca especialmente Jassans. Natural de Alforja, el artista fue uno de los afortunados que compartió taller y herramientas con Rebull y, sobre todo, aprendió la perspectiva más tradicional de la disciplina.

Al fin y al cabo, como señala Jorge Egea, «Joan Rebull hizo un maestrazgo, creó una forma de entender la escultura y consolidó ese concepto que después se conocería como escultura mediterránea».

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