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Los chicos que desactivaron una bomba en el museo de Reus

Un ‘escape room’ anima a los jóvenes a conocer el Museu Salvador Vilaseca y, de paso, salvarlo de una explosión que destruiría su fondo artístico e histórico. Ocho valientes lo consiguieron ayer en menos de 60 minutos

29 julio 2022 21:25 | Actualizado a 30 julio 2022 07:00
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Sois los expertos en explosivos que buscábamos? ¿No? ¿De verdad? Vaya, bueno, pues ya veremos qué hacemos. Hay una bomba en el museo». Así recibió el game master Txema Nosas a ocho jóvenes que se citaron ayer en el Museu Salvador Vilaseca de Reus para afrontar un reto de enjundia. Su cometido, desactivar un peligroso artefacto que haría saltar por los aires las piezas históricas y de arte. Con la cuenta atrás en marcha y solo 60 minutos, a los chicos y chicas no les quedó otra que ponerse manos a la obra. Y es que «no dejaremos a nadie entrar ni salir hasta que sea seguro».

Así funciona el escape room que Joventut desplegó ayer en el equipamiento cultural, con la finalidad de «acercar el museo a estas edades en las que a veces es complicado», tal como explicaba Nosas. Los participantes se dividieron en dos equipos y se aventuraron a recorrer el edificio al grito de «¡tenemos que darnos prisa!».

En sus diferentes estancias les aguardaban un total de seis pruebas. Al resolver cada una de ellas, los ocho improvisados artificieros descubrían una letra. Juntando todas las letras, podían hallar la palabra clave que paraba el reloj y desactivaba la bomba.

No era nada fácil. Lo comprobó muy pronto el primer equipo, el blanco, cuando se topó con una tableta electrónica donde sonaba un mensaje en código morse. Con una especie de traductor en las manos, trataban de descifrar lo que oían. «¿Son dos pitidos largos y uno corto o dos cortos? ¿No os parece que hay un silencio?», se preguntaban. El otro grupo, el de color rojo, se esforzaba en recortar y montar una esfera de papel para hacerla rodar luego sobre una cuadrícula. Uno de los jóvenes manejaba las tijeras, otro el pegamento, y el resto les apresuraban porque «¡el museo va a explotar!».

Un desafío en la antigua cámara acorazada, la lectura de una inscripción funeraria en latín, un sudoku y la apertura de una caja de madera completaban los pasos hacia la solución. Al final, lo lograron. El museo tiene para muchos años más.

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