La ciencia forense, una forma objetiva de defensa

«Hace un tiempo un profesor de química mató a otro. Los dos se llevaban muy mal, y uno decidió tomar la iniciativa para acabar con el problema. Una vez cometido el crimen, el asesino decidió aprovechar un horno que había en el laboratorio de química, ya que llegaba a los 180 grados, para deshacerse del cuerpo. Este quedó calcinado, y parecía que el delincuente se iba de rositas. Todo dio un giro cuando se encontró, entre las cenizas, un diente postizo, del cual se comprobó el número de serie, y se supo de quién era. Esto es una muestra de lo importante que es la ciencia forense». Esta fue una de las situaciones reales el ingeniero químico de la URV y divulgador científico Laureano Jiménez explicó en Valls en una actividad sobre ingeniería forense incluida en la Semana de la Ciencia.

Jiménez demostró, a través de casos reales, lo importante que se ha convertido a lo largo de los años, ya que hasta 1910 en los juicios no se admitían pruebas de este tipo, se basaban en las coartadas. Una vez se empezaron a aceptar las muestras de este calibre, se cambió el paradigma del derecho. Los abogados «nunca van en contra de una prueba forense, porque es una evidencia científica muy difícil de rebatir. Siempre se basan en si estas han sido bien hechas o no, o si se ha perdido su custodia». Este tipo de ciencia ha facilitado que todos los ciudadanos tengan una forma de defenderse objetiva, que no admita muchas dudas. Eso en otra época era muy difícil, y si eras inocente, pero no tenías una coartada clara, podías tener graves consecuencias. Durante la actividad los participantes pudieron resolver casos prácticos y ver que no hay enigmas muy difíciles, al revés, pueden ser muy sencillos, y la ciencia da la solución.

Con todo, Jiménez, quiso dejar muy claro que «no todo es blanco, o negro, hay matices», y por eso en la vida real se utilizan métodos complejos, muy diferentes a lo que estamos acostumbrados a ver en las películas, y con unos análisis exhaustivos.