Sociedad
De Tarragona al Camino de Santiago: la promesa cumplida de Pere tras un ictus
Pere Fernández ha hecho el Camino de Santiago pese a las graves lesiones que le dejó un accidente cerebrovascular. “Quiero que la gente que ha pasado por lo mismo sepa que no tienen que quedarse en casa”, dice

Pere Fernández durante una e las etapas del Camino de Santiago.
A Pere Fernández (71 años) en algunos momentos no se le ocurre la palabra correcta que quiere decir, y, en otros, la emoción le impide seguir hablando, pero eso no consigue que se detenga en su propósito: contarle a las personas que han pasado un ictus como él "que no hay que quedarse en casa, y se lo dice alguien que está hecho polvo".
A este tarraconense inquieto la vida la cambió hace tres años y medio. El día antes del ictus había llegado de una ruta en moto por el norte de España. Ya en su finca se sintió indispuesto y pidió a su hija y a su yerno que lo fueran a buscar. En el coche se desplomó y no se despertó hasta siete días después en el Vall d’Hebrón. Recuerda que cuando salió del coma y vio como había quedado el lado derecho de su cuerpo se sumió en una profunda depresión.
Pasada la parte aguda de la enfermedad le dieron el alta y decidió buscarse la vida por su cuenta y se gastó “los cuatro duros que tenía ahorrados” en fisioterapia, logopedia y terapia ocupacional, tratamientos que continúa haciendo diariamente.
Pero recuperar un poco de movilidad no le parecía suficiente a él que era de coger la bicicleta de montaña con frecuencia. Así pues, también comenzó a entrenar cada día en un gimnasio. El tribunal médico lo valoró con un primer grado de discapacidad del 93% y el año pasado se la rebajaron al 75% pero le dieron la incapacidad absoluta.

Pere con su triciclo y algunas personas que conoció por el camino.
Fue en aquel momento cuando se decidió a llevar a cabo una idea que ya le rondaba la cabeza: hacer el Camino de Santiago. Para ello tenía que buscar la fórmula, porque en los primeros meses de recuperación intentó retomar la bicicleta: se cayó y se rompió una pierna. Cuando le contó la idea sus hijos le dijeron que estaba loco.
Así fue como se compró un triciclo con pedaleo eléctrico asistido. Comenzó a hacer entrenamiento específico en el gimnasio y con el triciclo por las calles de su urbanización "daba igual si llovía o hacía sol".
Con ese triciclo acaba de hacer el camino, desde Roncesvalles (donde lo llevaron sus hijos resignados cuando vieron que no iba a cambiar de idea) a Santiago de Compostela en cincuenta días. Fue un viaje en solitario, pero Pere conoció a mucha gente de medio mundo: "de toda Europa, Australia, Japón…A todo el mundo le daba curiosidad mi triciclo", recuerda mientras enseña un montón de fotos. Para rizar el rizo colgó un cartel en el que se solidarizaba con los afectados por la DANA de Valencia.
Pere se compró un transistor para tener compañía "a veces escuchaba música, otras lo apagaba para pensar y para llorar; he llorado mucho", dice. Se rompe cuando reconoce que “fue muy duro, pasé miedo, pero era una promesa que le había hecho a Dios”. Cuando llegó a Santiago un grupo de amigos y vecinos lo fueron a buscar. Ya está dándole vueltas a un nuevo reto, pero prefiere no contarlo todavía.