El ayer y el hoy de las playas de TGN

El Espai Turisme de la calle Major acoge, hasta el 31 de enero, la exposición ´Platges de Tarragona. 50 anys després´, de la mano de los fotógrafos de la saga Chinchilla y de Rafael López-Monné

19 mayo 2017 20:43 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:46
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Aranya que ve de Llevant, aranya que ve de Rubí, millor que et piqui a tu que no que em piqui a mi. Es el refrán que decía Pablo de Mar, el vigilante de la playa de los años 60, a las extranjeras que les picaba algún animal marino en aguas tarraconenses. Así lo explica emocionado su nieto José Carlos Ventura, durante su visita a la exposición Platges de Tarragona. 50 anys després, situada en el Espai Turisme –calle Major–, en la que se pueden observar los cambios que han sufrido las playas tarraconenses en los últimos 50 años. En la década de los 60, Pablo de Mar, con su inseparable pipa de fumar y su embarcación propulsada por remos laterales, era el encargado de vigilar las playas tarraconenses. Hoy en día, las avanzadas y técnicas motos de agua de la Creu Roja han cogido el relevo.

Esta es una de las comparaciones que se pueden encontrar en la exposición Platges de Tarragona. 50 anys després, que visualiza las playas tarraconenses de los años 60, las actuales y sus cambios más significativos. La muestra es a cargo de la saga de fotógrafos Chinchilla y del fotógrafo Rafael López-Monné.

La exposición, impulsada por el Ayuntamiento, sale de una idea compartida entre el Arxiu Municipal, que custodia el Fondo Chinchilla, y el Patronat de Turisme de Tarragona. Ramón Segú Palau, padre de Ramón Segú Chinchilla, fotografió, durante la década de los 60, las playas tarraconenses y las convirtió en postales. Padre e hijo han proporcionado a la muestra las imágenes en blanco y negro –y algunas en color– que retratan los paisajes paradisíacos de los 60. El protagonista de la segunda parte de Platges de Tarragona. 50 anys després es el fotógrafo Rafael López-Monné, que se encargó de repetir las postales, con el mismo encuadramiento y perspectiva, pero en la actualidad.

Veinte plafones comparativos llenan las paredes del Espai Turisme de la calle Major. En la década de los 60, las más atrevidas llevaban bikini, pero por norma general, las mujeres iban en bañador y con un gorro de goma. Cuando más tapadas, mejor. En cambio, hoy en día, el nudismo ha conquistado alguna de las playas de la ciudad. Otro cambio significativo es la desaparición de los vestuarios que había en los 60, situados en la arena, y en los que se dejaba la ropa y la documentación. Estas casetas se han convertido en el restaurante Tòful de Mar de la Platja Llarga.

Pero no todo ha cambiado. Lo cierto es que Tarragona tiene un sobresaliente en conservar el litoral. La existencia de la vía del tren al lado de las playas ha dificultado la urbanización de la zona. Así se puede observar en la Platja Llarga, que conserva la esencia salvaje y boscosa, a diferencia de las inmediaciones de la Arrabassada. La voluntad de los ciudadanos también ha jugado un papel muy importante respeto a la poca alteración del entorno de las playas. Este fue el caso de la plataforma Salvem la Platja Llarga, que presionó para no construir un paseo de cemento.

La playa, para la ciudad de Tarragona, es un espacio con un gran valor, no sólo ciudadano, sino también turístico. Cerca de 2 millones de extranjeros visitan cada año la ciudad, y casi todos tienen como principal atractivo las playas tarraconenses. «Es un lugar donde reina la libertad y la democracia. Ponemos la toalla y el sitio es nuestro», explica el fotógrafo Rafael López-Monné.

La exposición Platges de Tarragona. 50 anys després, que se podrá visitar hasta el 31 de enero, es una mirada nostálgica hacia las playas tarraconenses y las costumbres veraniegas de los años 60. Es importante saber de dónde venimos, para saber hacia dónde vamos.

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