El cerebro tarraconense del hyperloop

En plena carrera por los viajes de personas en tubos de alta velocidad, la ingeniera Lola López diseñó para Elon Musk un prototipo de tren supersónico a 1.200 kilómetros por hora

25 noviembre 2018 14:18 | Actualizado a 25 noviembre 2018 15:37
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Siempre soñó, desde pequeña, con la carrera espacial. Con cohetes y con transbordadores, con la conquista del universo y hasta con la astronomía; sueños de chiquilla brillante amplificados después con ambición. Aquella aspiración se ha hecho realidad. De hecho, en la startup suiza Astrocast, donde ahora trabaja, es responsable de las operaciones que permiten lanzar nanosatélites. También ha trabajado en Airbus. Por eso a la tarraconense Lola López, licenciada de 27 años en ingeniería aeronáutica en Madrid, le sedujo la idea: involucrarse en un proyecto de diseño del hyperloop, el transporte de pasajeros y mercancías en tubos al vacío a alta velocidad.

«No es algo que en la carrera estudies mucho, así que para mí suponía un desafío. Tenía un punto de atracción que me atraía», cuenta. 
El sentir de esta antigua alumna de Lestonnac no es único. Hay en marcha una acelerada, nunca mejor dicho, carrera por el tren supersónico, casi como si una antigua idea de Verne se estuviera plasmando en la realidad. El último avance del tren del futuro se ha hecho en Cádiz. Allí Hyperloop Transportation Technologies (HTT) acaba de presentar su primera cápsula para pasajeros a tamaño real, capaz de alcanzar los 1.223 kilómetros por hora, la distancia entre Cádiz y Barcelona. 

«Imagínate vivir en Madrid y trabajar en París y poder desplazarte a diario»

Otras empresas como Virgin Hyperloop One o The Borgin Company desarrollan rutas de este tren rápido, en esta locura por ser la primera empresa que llega a buen puerto. ¿Es rentable una infraestructura así? Lola López responde: «Sí, por supuesto que tiene futuro, y más en una sociedad como la nuestra en la que el tiempo es tan preciado y tan valorado. Imagínate poder vivir en Madrid y trabajar en París, y desplazarte a diario». 

La cosa suena a ciencia ficción, pero de alguna manera ella y otros compañeros cogieron el guante que lanzó en 2012 Elon Musk, el mediático físico y magnate. El principal accionista de Tesla y Space X anunció entonces un nuevo medio de transporte. Lanzó la idea públicamente e invitó a todo a todo el mundo a participar en su creación, tanto en hardware como en software. 

Lola López fue uno de los 13 estudiantes del Gaia Program Master in Professional Development de la Fundación Universidad-Empresa (FUE) y de la Universidad de Alcalá (UAH), uno de los numerosísimos proyectos a escala mundial que participaron en este concurso.

«Este tren tiene futuro en una sociedad donde el tiempo es tan preciado»

El reto era acelerar el desarrollo de un prototipo funcional de este revolucionario medio de transporte, al tiempo en que se apoyaba la innovación universitaria. «Lo más difícil fue encontrar la información. No hay demasiada. A su vez, eso también fue lo mejor: partir de cero en un tema que conocía muy poco», cuenta ella, que pronto empezó a asumir roles en ese equipo de trabajo. «Hice también un poco de organizadora. Fue difícil implantar la rutina de quedar, de conectarse para compartir los avances de lo que estábamos haciendo. Cada uno trabajaba desde su casa y luego se ponía en común», relata.

Lola trabajaba entre semana y dedicaba el sábado y el domingo, y el poco tiempo que le quedaba, a esta estimulante empresa. «Recuerdo días hasta las tantas de la noche, delante del ordenador, leyendo, investigando, probando cosas…», rememora. En la división de tareas, ella se encargó de «la parte de la propulsión del motor», un proceso complejo. «Lo más complicado es ese impulso inicial, en el que también te debes acoplar a unos patrones», dice.

«Recuerdo muchas noches hasta las tantas trabajando ante el ordenador»

A vueltas con los imanes 
Pronto se habituó a ir solucionando los problemas que se planteaban. «Uno de los quebraderos de cabeza fue encontrar el tipo de imanes que había que utilizar para que la cápsula levitara y no rozara el suelo. No sabíamos si hacerlo con colchón de aire», añade. 

La ingeniera de Tarragona centró sus esfuerzos en el diseño del pod, como así se llama técnicamente al vagón o la vaina. «La estructura la dividimos en tres partes: una carcasa exterior, un cilindro interior donde iría la carga o los pasajeros y que está presurizado y una estructura en la base inferior, donde van los sistemas de propulsión, levitación y frenado». Se hicieron estudios de escalabilidad, ya que las dimensiones del diseño venían fijadas por los requisitos de la competición, que establecían un tamaño del tubo de 1,5 metros de altura. Se incluyeron estudios de posibles fallos, de estabilidad y de comunicaciones. «Quedó un proyecto completo», desgrana López. 

«Lo más difícil fue trabajar en el impulso inicial del vagón»

Una experiencia de viaje idónea
En conjunto, el artilugio cumplía todos los requisitos, incluido el de la velocidad de vértigo, esos cuatro dígitos capaces de poner patas arriba el mundo del transporte: 1.200 kilómetros por hora. Además, el equipo diseñó una plataforma IoT para recoger todos los datos de sensores que se habían colocado estratégicamente por el pod.

Eso permitía hacer el seguimiento de los diferentes subsistemas. Materiales sólidos y resistentes, entre los más avanzados del mercado, y capaces de soportar grandes cargas, se combinaron con otra de las premisas: la acomodación y seguridad de los pasajeros, para garantizar una experiencia de viaje idónea.

Ese trabajo concienzudo y esmerado tuvo su premio. De entre los 318 equipos de 16 países que se presentaron a la competición, sólo 120 asistieron, después de pasar dos restrictivas cribas, al llamado Design Weekend celebrado en la Universidad de Texas. Allí debían defender el proyecto ante la firma Space X. Lola fue uno de los miembros que viajó. «La experiencia de estar allí fue increíble. Contactamos con gente interesada en nuestra iniciativa. El trabajo que hicimos gustó mucho», relata Lola. Sólo el viaje fue un premio, a pesar de que el Gaia Hyperloop no ganara en esa ronda final. Entre tanto gigante de la ingeniería, en aquellas sesiones hubo tiempo para el toque autóctono. «Llevamos una pata de jamón a la competición y lo íbamos cortando. ¡En dos días se acabó! Nos salvó porque no teníamos tiempo de ir a comer entre presentaciones y explicar el proyecto a todas las personas que venían al stand». 

También hubo otro guiño patrio. «El nombre que le pusimos a nuestro diseño fue QXT, en homenaje a Alonso Quijano, Don Quijote. De alguna manera representaba la superación, el idealismo, la conquista de metas lejanas, y nos identificamos con eso», zanja Lola, satisfecha y orgullosa del trabajo, aunque ahora mire la pugna por el Hyperloop desde la distancia. «Fueron seis meses intensos y me sirvieron mucho. Ahora sigo el tema por las noticias», cuenta este cerebro que se ve, por el momento, trabajando en Suiza. Desde ahí ayuda a lanzar al espacio constelaciones de nanosatélites y cumple aquel viejo sueño de niña, después de poner su granito de arena en el tren supersónico que, según las previsiones, debe cambiar la forma de desplazarnos. 

Comentarios
Multimedia Diari