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    El edificio maldito de Tarragona

    El preventorio de la Savinosa sufrió el abandono desde el mismo momento de su nacimiento y hoy es un monumento a la incompetencia política

    16 julio 2022 12:51 | Actualizado a 17 julio 2022 07:00
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    «La obra abandonada sufre todos los estragos, las maderas crujen, los cristales se rompen y las pesetas -miles y miles- que costó el Sanatorio se pierden por incuria y abandono»... «El preventorio Marítimo de la Savinosa es un caso típico de la inercia y estupidez humanas porque este hermoso grupo de edificaciones ha sufrido al correr de los años últimos una serie de vicisitudes, fiel reflejo de las situaciones de anormalidad que se han sucedido en nuestra Nación». Son fragmentos de sendos artículos publicados en el ‘Diari’. Podrían ser de esta misma semana, pero no. Datan del 6 de febrero de 1935 y el 15 de enero de 1946, respectivamente.

    El preventorio ha sido víctima del vandalismo y de la incapacidad del responsable político de turno de ver más allá de sus propias narices. Preventorio antituberculoso, centro para refugiados de la Guerra Civil, hospital, cuartel, centro de colonias para niños de ‘familias del Régimen’, vivienda temporal para los damnificados por unas inundaciones, paraíso para los amantes de lo oculto, perfecto ejemplo del tan pelacanyero deporte de proyectar y no hacer nada y, sobre todo, vergonzosa y pura ruina sin un destino claro por culpa de esos dirigentes de (casi) todos los partidos que tienen la parálisis por bandera. Nuestra joya frente al mar parece maldita.

    La única inauguración oficial de la que se tiene constancia no se produjo hasta el domingo 29 de julio de 1945. Diversas fuentes hablan de que hubo ‘estrenos’ en 1929, 1932 o 1934, pero de ninguna de ellas hay rastro en la prensa de aquellos años. Sí de la colocación de la primera piedra, el jueves 5 de enero de 1928.

    $!Alumnos de la colonia infantil de verano organizada per Francisco Membrillera en 1932. FOTO: ARXIU RAFAEL VIDAL RAGAZZON / FOTO CHINCHILLA / TARRAGONA ANTIGA

    El entonces ministro de la Gobernación, Severiano Martínez Anido, la colocó con un más que optimista discurso: «El Gobierno encomienda esta obra a la cultura, patriotismo y amor a la infancia de los habitantes de Tarragona, que yo espero que sabrán cuidarla como se merece (...) A todos ruego que nos ayuden con su buena voluntad para que en el plazo más breve posible, es decir, dentro de un año, o cuanto más dentro de año y medio, podamos inaugurarla, ya terminada y en pleno funcionamiento».

    Ese «año y medio» se convirtió en más de cuatro años ya que las obras no se acabaron hasta 1932. Y no se destinaron hasta 1945 a su objetivo básico: acoger a los niños susceptibles de enfermar de tuberculosis. La idea no era tratar a niños que ya padecieran la llamada «peste blanca» sino fortalecer con buena alimentación y una estancia junto al mar a los pequeños de familias de escasos recursos que vivían habitualmente en ambientes insalubres.

    Antes de que entrase en funcionamiento como preventorio, acogió colonias escolares. Hay constancia al menos de una en 1932 (como se observa en la foto del facebook de Tarragona Antiga) o en 1935, como refleja un artículo del diario ‘La Ceda’, del 3 de agosto de 1935. Este artículo y muchos otros se pueden consultar en la Biblioteca-Hemeroteca Municipal de Tarragona, que guarda un amplio e interesante dossier sobre el preventorio de la Savinosa.

    Según explica Jordi Piqué en su libro ‘La crisis de la reraguarda’, el preventorio acogió a los niños que huían de los bombardeos franquistas en Madrid y Málaga en plena Guerra Civil. Los primeros chavales llegaron el 6 de octubre de 1936. A finales de ese mes vivían en la Savinosa 210 niños y 89 niñas, bajo la vigilancia de cinco profesoras, dos profesores y dos auxiliares. Nueve personas para ‘vigilar’ a 299 pequeños traumatizados por haber tenido que abandonar sus casas.

    Las instalaciones no estaban acondicionadas. Un artículo del ‘Diari’ del 15 de diciembre de 1936 explica: «Vemos allí unas salas grandes, espaciosas, ventiladas, demasiado ventiladas porque faltan algunos cristales, unas cuantas camas alineadas en las cuales escasea la ropa, que no concebimos como un ser viviente puede resistir la baja temperatura de estos días, sirven para dormitorios de 300 niños aproximadamente. Camas viejas, ropas viejas, raídas, insuficientes y niños indefensos forman el conjunto inhumano de aquel albergue».

    El administrador del preventorio culpó del mal estado a los actos vandálicos de los niños y detalló, en un informe del 4 de marzo de 1937, los daños: «713 cristales rotos, 180 pararrayos arrancados y desaparecidos, 100 colchones dañados, 100 camas de hierro muy deterioradas, dos coches reventados y 18 váteres y lavabos embozados, entre otros estragos». Paradojas de la maldición del preventorio, las instalaciones volvieron a sufrir el vandalismo por parte de sus moradores cuatro décadas después. Pero no avancemos acontecimientos.

    El alojamiento entre octubre de 1936 y febrero de 1937 de los niños costó a la Generalitat 146.101 pesetas, una pequeña fortuna para la época.

    $!Niños refugiados de Madrid juegan en el patio en octubre de 1937. FOTO: VALLVÉ. CENTRE D’IMATGES DE TARRAGONA / L’ARXIU

    Diversas expediciones de refugiados se alojaron en el preventorio hasta que fue convertido en hospital militar a finales de 1937. Primero como centro de traumatología, es decir, especializado en tratar a los soldados heridos con fracturas a causa de las balas. Al comenzar la batalla del Ebre se encargó de todo tipo de heridos, según recuerda Alexandra Rión en su Treball de Recerca ‘L’agonia d’una arquitectura nascuda per curar. El preventorio de la Savinosa de Tarragona’. El TDR fue dirigido por Eva Brull, del colegio Lestonnac de Tarragona.

    Tras la Guerra Civil, el preventorio se convirtió en cuartel. Se instalaron los soldados hasta que se inauguró el cuartel General Contreras, que, años después, fue derribado para dar paso al Campus Catalunya de la URV.

    Las instalaciones agonizaron hasta que se destinaron a preventorio. Escribe Petrófilo, el mítico articulista del ‘Diari’, el 29 de julio de 1945: «Por fin parece que el Sanatorio cobijará a los pequeños que espera desde tantos años y por fin este Centro tendrá personalidad y cumplirá su misión».

    Petrófilo: «El soberbio edificio ha sido un caso típico de desidia y abandono. Al Preventorio le pasaba exactamente lo que al grandioso edificio de la Fábrica de Tabacos que, pese a sus dimensiones y posibilidades, es mínimo el local que se utiliza para la fabricación de tabaco». ¿Abandono en la Savinosa? ¿La Tabacalera infrautilizada? ¿2022? No. 1945. El día de la marmota pelacanyes.

    Según la prensa de la época, los niños eran felices. Como no. La propaganda franquista no admitía el más mínimo fallo. El artículo del 15 de enero de 1946 decía: «Quiere darse la impresión de que el niño está acogido en una mansión amable y perfecta y a fe que se consigue plenamente. El pequeño, aunque sometido a un horario muy lógico y racional, goza de una libertad inteligentemente puesta a la práctica que hace que se sienta feliz y no tenga nostalgia de su casa, signo evidente de que se encuentra con toda comodidad».

    Demos el beneficio de la duda y admitamos que en los primeros años del preventorio, la situación fuera idílica. Sin embargo, años después, hubo situaciones muy duras, de malos tratos, no sexuales pero sí físicos y mentales. Así se desprende de un blog en el que numerosos ‘savinosos’ (los niños que estuvieron en el preventorio) relatan sus experiencias.

    El ‘Diari’ publicó un amplio reportaje el 3 de junio de 2012, con dos de los protagonistas del blog, Javier Moreno, de Málaga, y Ricardo Ojea, de Torrevieja. Javier fue también uno de los testimonios de ‘Els internats de la por’, el documental de TV3, posteriormente convertido en libro por Montse Armengou y Ricard Bellis.

    «En el preventorio había una disciplina muy fuerte y un tanto absurda. Por ejemplo, estaba prohibido correr o saltar, hacer cualquier cosa que implicase un desgaste físico. Querían que cogiésemos peso como fuera. Sólo podíamos jugar quietos y agachados en cuclillas. Si corrías, te golpeaban, te castigaban o te ponían de rodillas», recordaba Javier.

    «Estaba prohibido hablar mal del preventorio, contar los malos tratos psicológicos y palizas. Tenías que decir que todo estaba bien. Yo me pasé los tres meses llorando cada noche», apuntaba Ricardo. «Aquello podría ser el guión de una película, pero no fue inventado. Fue real. Los tarraconenses ignoran lo que pasó allí. Tienen que saber lo que sucedía en un lugar tan cercano», añadía.

    A medida que la situación sanitaria y económica de España mejoraba, el preventorio fue cayendo en desuso. Cerró en 1967. Tres años después tuvo que reabrir para acoger a los damnificados por las riadas del Francolí del 12 de octubre de 1970. Las lluvias dañaron decenas de barracas.

    De la Fuente Torrón, otro mítico periodista del ‘Diari’, relataba en un artículo del 18 de octubre de 1970: «De repente , el antiguo Preventorio de La Savinosa ha tenido que abrir urgentemente sus puertas para dar cobijo a esas familias desalojadas de las chabolas del río Francolí. El silencio se ha roto con la algarabía de los hijos de esas gentes que, provisionalmente, han visto resuelto su principal problema: el alojamiento».

    Los inmensos dormitorios se separaron con cortinas para convertirlos en una especie de miniviviendas y lograr así un poco más de privacidad para las 30 familias que vivían allí, unas 200 personas.

    También se intentó que los niños pudieran recibir educación. «Las escuelas radicadas en Campsa han sido trasladadas provisionalmente a la Savinosa ya que allí se encuentran el noventa por ciento de los niños que asistían a clase antes de la riada. La Inspección de Enseñanza Primaria envió ayer un maestro para que iniciara sus actividades educativas, y hoy se incorporará una maestra para hacerse cargo de las niñas. Existe la posibilidad de instalar en un próximo futuro una guardería infantil para hacer frente a las necesidades de muchas madres trabajadoras que deben dejar a sus hijos abandonados mientras ellas realizan su jornada laboral», decía el ‘Diario Español’ del 15 de octubre.

    En febrero de 1976, decenas de personas fueron trasladadas desde la Savinosa al recién estrenado barrio de la Esperanza, que fue degradándose con el tiempo y fue derribado en 1995, como se explicó en una anterior crónica pelacanyes.

    Cuentan informes periodísticos que el preventorio quedó arrasado porque algunas personas se llevaron todo lo que pudieron: desde los grifos a los marcos de las puertas.

    El preventorio quedó definitivamente cerrado tras el realojo de las familias en la Esperanza. Su degradación se acrecentó. Fue pasto de los grafitis y de alguna que otra ceremonia de los amantes de lo paranormal, hasta que el recinto fue vallado. Entre tanto, tuvo el dudoso honor de entrar en la Lista Roja del Patrimonio el 30 de noviembre de 2019.

    Tras el abandono definitivo, multitud de proyectos se han ido descartando por motivos urbanísticos o por peleas políticas. Pero esa es otra larga historia.

    Lo que queda claro, como apuntó Petrófilo en un artículo el 31 de diciembre de 1982 es que «la Savinosa no tiene perdón y es inadmisible un encogimiento de hombros ante semejante espectáculo». El mismo Petrófilo concluía el 18 de abril de aquel año: «La Savinosa, completamente abandonada, representa un despilfarro que no se permiten ni los propios suizos. Pero así somos y así vegetamos». Cuarenta años después seguimos exactamente igual.

    Para ver la Esperanza

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