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    Las entidades de la Semana Santa de Tarragona sufren por la falta de relevo debajo de los pasos

    Algunas hermandades están incorporando a mujeres. Sin embargo, cada vez son más las voces que piden cambios en la procesión del Viernes Santo, con el objetivo de agilizarla

    09 febrero 2023 20:15 | Actualizado a 10 febrero 2023 06:00
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    La Semana Santa de Tarragona empieza a calentar motores. Sin embargo, después de dos años parados por la pandemia y con el recuerdo todavía vigente del año pasado –en el que para las cofradías y hermandades la procesión del Viernes Santo se convirtió prácticamente en un acto de heroicidad– cada vez son más las voces que piden cambios.

    La participación ya empezó a menguar antes de la pandemia y hay una falta de relevo generacional, sobre todo entre los portants de algunos pasos, lo que siembra dudas sobre el futuro. «No entran jóvenes. En las bandas sí los hay, pero después no somos capaces de motivar a esta gente para que vaya debajo del paso», asegura el capataz del Sant Sepulcre, Joan Menchón.

    La media de edad de los portants del Sant Sepulcre supera los «cuarenta largos». El más joven tiene dieciocho años y en el otro extremo hay tres personas que se mueven «en la línea de los sesenta». Y estos cada vez están menos preparados para aguantar más de cuatro horas de procesión debajo de un misterio de más de 700 kilos de peso. «El año pasado ya íbamos muy justos, porque casi no habíamos ensayado. Sacamos adelante la procesión, pero acabamos todos exhaustos. ¿Hasta qué punto debemos sacrificarnos a este nivel?», añade Menchón.

    En 2022 el Sant Sepulcre incorporó la primera mujer y este año debutará la segunda. Pese a ello, Menchón lleva algunos años pregonando que la Semana Santa tarraconense necesita «renovarse», para superar este nuevo ciclo de retroceso. De lo contrario la alternativa cree que es la «agonía».

    A nivel interno, uno de los temas que se están planteando esta cofradía es incorporar un sistema de ruedas que permita hacer más llevadero el misterio en determinados puntos del recorrido, mientras seguirían llevándolo a hombros en las bajadas y en los tramos más representativos. De momento ya han hecho algunas pruebas y es una opción que está encima de la mesa de cara al año que viene, lo que en cierto modo supondría volver al Sant Sepulcre de finales de los ochenta, cuando salió por primera vez a cuestas, aprovechando el auge de la Semana Santa tarraconense.

    Seis bajas

    No es la única entidad que está teniendo problemas para encontrar portants. El Pas de la Presa de Jesús por primera vez ha abierto la puerta a incorporar mujeres en esta posición. «Queremos facilitar que puedan probarlo, ya que ahora mismo todavía son una excepción las mujeres que van debajo del paso», indica Víctor Pomerol.

    Pomerol fue portant durante veinte años del paso de los pescadores, hasta hace cinco años, cuando tuvo que retirarse por problemas de espalda. Ahora es el segundo de abordo, por lo que conoce muy bien las dificultades para encontrar a gente dispuesta a comprometerse y a ensayar fin de semana tras fin de semana, durante casi dos meses. «El año pasado después de la pandemia pensamos que sería complicado que la gente respondiera, pero no. El problema ha llegado este año, cuando hemos tenido seis bajas», indica.

    La Presa de Jesús moviliza a más de cuarenta personas, entre los que van debajo y los que van fuera con los ganchos. «Hace unos años siempre teníamos a un par de personas de reserva por si acaso, pero este año será complicado y hemos visto que es un tema bastante generalizado», añade. Pomerol hace un llamamiento a la gente que «sienta curiosidad» a bajar el Serrallo y probarlo.

    Adolf Quetcuti es portant del Jesús Natzarè y miembro de los natzarens «desde que nací», hace 39 años. Como antropólogo ha observado y estudiado los cambios que se han producido en esta celebración. «Nos empeñamos en compararla con la del pasado, pero la sociedad también ha cambiado y podemos decir que la Semana Santa está viva», defiende.

    Hay menos participación y el sistema de creencias no tiene el mismo protagonismo para mucha gente en la sociedad actual. Pese a ello, Quetcuti defiende que la religiosidad es uno de los tres pilares que alimentan la Semana Santa tarraconense. La transmisión familiar y la identidad con la ciudad son los otros dos. «Hay muchos participantes que no son creyentes ni practicantes, pero sí que tienen una vinculación con las imágenes, como pueden tenerla con el Sant Magí o la Moreneta, y que hacen un ejercicio de introspección personal».

    Quetcuti defiende que una de las claves para incentivar la participación entre los jóvenes es «facilitar la sensación de identificarse en un grupo», con espacios de encuentro más allá de las fechas concretas. «Está claro que la Semana Santa tiene que renovarse, pero sin reflejarnos en lo que era antes», concluye.

    Innovar para sumar

    El capataz del Sant Sepulcre cree que los cambios en la procesión deben ir más allá del marco interno de cada entidad, para traspasar a nivel general y hacer un «replanteo» del Sant Enterrament. «Si no aceptamos la realidad, tarde o temprano acabará petando y después ya no tendrá remedio, porque la habremos matado», defiende.

    La reducción del recorrido, evitando el tramo de la Rambla Nova hace algunos años que está encima de la mesa. De momento, La Sang, que es la entidad organizadora, se ha resistido. «Antes bajábamos desde Sant Francesc a los Despullats. ¿Qué es tradición?», dice Menchón.

    La presidenta de la Germandat del Sant Ecce-Homo, Elvira Ferrando, es partidaria de «introducir cambios, siempre que sea para mejorar, sumar e innovar». Esta entidad no tiene «de momento» problemas de relevo generacional y este año ha incorporado a tres personas menores de 20 años debajo del paso. «Hemos trabajado mucho por el relevo generacional y para que los jóvenes tengan responsabilidades y se sientan protagonistas», argumenta. Pese a ello, pone de manifiesto que «cada entidad tiene una realidad diferente» y esta celebración es la suma de trece realidades distintas. «Todo es cíclico, pero tenemos la mejor Semana Santa de Catalunya y debemos creérnoslo», añade.

    Para el presidente del Gremi de Pagesos, Raül Font, el descenso que está experimentando esta fiesta «es proporcional a la gente que acude a las parroquias». Antes de la pandemia esta entidad movilizaba alrededor de 300 personas, el año pasado fueron unas 200, menos de la mitad de las más de 500 que llevaba a finales de los 90. «Hace treinta o cuarenta años prevalecía el factor religioso, seguido de la tradición familiar y un 10% que venía por el componente folklórico. Ahora se ha invertido», concluye Font.

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