Pequeños violines que transforman vidas
En la Escola Sant Salvador tocar el violín o el violoncelo es la excusa para hablar de emociones, de valores y para empoderar a los niños respecto a su futuro

Cada alumno tiene asignado un instrumento.
Apenas llevan ensayando desde que arrancó el curso escolar, pero cuando comienzan a tocar, su música emociona. Son un grupo de niños de tercero de primaria de la Escola Sant Salvador y ninguno había tocado antes uno de los instrumentos que ahora tienen entre las manos: violines y violoncelos.
La escena es posible gracias al proyecto ‘4 cordes’, que desde el año pasado lleva a cabo la escuela. Está organizado por la cooperativa Musicop, especializada en proyectos musicales en centros de máxima complejidad, y cuenta con el apoyo económico de Repsol.
Meritxell Olivé, directora del centro, resume el espíritu de la actividad: «El violín es la excusa para trabajar las emociones, los valores, la creatividad...Y para empoderar a los alumnos, para que sepan que son capaces de llegar a donde quieran». Nos dice que lo mejor es verlos en acción.
En el proyecto participan todos los alumnos de tercero y cuarto de la escuela y las clases, de una hora a la semana, tienen siempre la misma estructura: cuando llegan los profes saludan a los alumnos, uno por uno, y les preguntan a qué se comprometen ese día.
Posteriormente hacen ejercicios de respiración y relajación y comienzan a trabajar las notas musicales con el cuerpo.
Y, por fin, llega el momento de sacar, con sumo cuidado, los instrumentos de los estuches. Los compró el AMPA de la escuela y cada niño tiene uno asignado. Se enseñan técnicas en pequeños grupos (todavía tocan en pizzicato, es decir, con los dedos) y luego tocan todos juntos, un recordatorio de que, para que las cosas suenen bien, todos son importantes.
Antes de despedirse se toman un momento para leer las cartas con mensajes positivos que escriben los niños, tanto para sus compañeros como para los profes responsables del proyecto: Rafa, el maestro de música de la escuela; Roser, la violoncelista, y Noemí, la violinista.
Este día hay mensajes del tipo: «Roser, eres un ángel, guapa y preciosa y tocas el violoncelo muy bien». También un mensaje que un niño escribe a otro. El destinatario de la carta necesita un poco de ayuda para leerla porque todavía no domina bien el idioma. Su amigo le dice que es único y que aunque a veces discutan, le quiere mucho.
Aya, Mohamed, Alae, Walid y Nouriman forman parte del grupo que está con los instrumentos esta mañana. De las clases dicen que les gusta cantar, tocar, bailar, las cartas «...todo».
La integración en concierto
Y aunque pudiera parecer que se trata de simples clases de música, lo cierto es, explica la directora, que es bastante más. Primero que nada es una oportunidad porque los niños de la escuela rara vez pueden hacer actividades fuera del centro, a excepción de alguna deportiva porque la mayoría de las familias no tienen posibilidades de pagarlas.
Se ha demostrado, además, que tocar estos instrumentos ayuda a mejorar en las competencias básicas del lenguaje y también en las matemáticas, ya que se abordan conceptos, representaciones, ritmos, escalas...
Y está, por supuesto, la parte emocional, la autoestima. De hecho, uno de los momentos cumbres el año pasado fue el concierto de fin de curso que tuvo lugar en el Teatre Tarragona. Los niños no sólo se sintieron importantes con un instrumento entre las manos, sino que sus familias pudieron verles de otra manera y experimentar auténtico orgullo.
No se sabe cuántos músicos saldrán de esta experiencia, pero por lo pronto la directora explica que los profesores están contentos porque se está consiguiendo romper estigmas en un centro de máxima complejidad, pero sobre todo, porque la vida de muchos de estos niños no es fácil «y estamos cumpliendo con la obligación de hacerles creer que son capaces de todo».

Pequeños violines que transforman vidas