Tarragona vive su carácter mediterráneo pegada al mar. Su historia va estrechamente ligada a su proximidad hasta el punto que ha definido la idiosincrasia de los tarraconenses desde tiempos inmemoriales. Esto lo saben bien en el Port de Tarragona y en su joven Museu, un perfecto compendio de piezas, reproducciones y oficios de gran valor que ayudan a explicar esta relación simbiótica entre el Mediterráneo y su ciudad vecina.
Con la proximidad del Día Internacional de la Educación, que se celebrará el miércoles 24 de enero, el Museu del Port organizó ayer la actividad ‘Vine al Museu i pesca la història’, una visita guiada y dinámica pensada para un público infantil. Así, un puñado de familias disfrutaron ayer de una forma diferente de descubrir el museo marítimo instalado en el Moll de Costa y, de paso, una parte más de nuestra historia.
Nada más llegar, al grupo de jóvenes les recibe Joan ‘el seitonet’, pescador del Serrallo, que parece que ha salido a pescar y ha vuelto cargado de objetos curiosos y envuelto en sus redes de pesca. Los niños y niñas le ofrecen su colaboración y así empieza un juego por las instalaciones dónde lo importante es la observación y la imaginación.
«Planteamos la actividad desde una perspectiva dinámica, de descubrimiento y exploración autónoma de las diferentes piezas expuestas», explicaba Aida Marín Irigarai, miembro de Auriga Serveis Culturals y guía del Museu del Port. A partir de las siluetas de unas piezas curiosas, entregadas por el pescador del Serrallo, junto a unas pistas de apoyo, los niños de entre 4 y 10 años tenían que encontrar y resolver los acertijos e investigar sobre la muestra del Museu.
«La exposición del Museu del Port está pensada para el público en general pero con esta actividad queremos atraer la atención de los niños fomentando su capacidad de observación y deducción», aclaraba Marín. Los protagonistas del Museu, ayer, eran los niños y niñas.
Gracias a las pistas, el grupo infantil, acompañado de sus padres, descubrió curiosidades como el detalle de una bruja en la proa de un barco de regata o los oficios que antaño se adueñaban del paisaje marítimo y que, sin embargo, ahora han quedado relegados a una vitrina de un museo.
La valiosa colección de herramientas de un ‘mestre d’aixa’ (un maestro carpintero de ribera), una artesanía olvidada ahora a aquellos que reparan barcos antiguos; o las ánforas de cerámica que, para sorpresa de los pequeños, fueron los primeros residuos de ‘usar y tirar’ que echaban los romanos al mar; o las diferentes técnicas de pesca, desde las más ecológicas a las más dañinas para el fondo marino.
«Lo mejor de todo es poder buscar y correr por el Museu», explicaban Tomàs, Clara y Pol, todavía alucinados por las grandes y antiguas piezas que alberga la exposición. A su lado, Judit y Ventura reconocen que es la primera vez que descubren el Museu así y se muestran ilusionados por poder explicarlo mejor.
Al final de la visita hasta se embarcan todos en un debate sobre si la última pieza a encontrar es una navaja o la reproducción de un misil: al final resulta ser una aguja para reparar redes de pesca, una tarea que hacían las mujeres y que ahora casi se ha perdido. «No ha sido nada difícil», aclaraban ellos, con razón, ya que casi no necesitaron la ayuda de la guía.
«Es la mejor forma de enseñar y compartir el patrimonio y la historia, también para nosotros, que siempre nos queda un poco lejos», resumían los padres al salir. Hasta ellos habían aprovechado para curiosear maquetas y explicaciones.
Al final, niños, padres y madres salen contentos por conocer un espacio más de la ciudad, ligado a un espacio, el Port, que ha crecido paralelo a la construcción de la propia Tarragona. «Hay muchos objetos y oficios que se han perdido o ya no se usan: si no nos los explican no sabríamos para qué servían», reivindica Aida Marín. Ahora que la tecnología lo resuelve todo tan rápidamente es importante mantener espacios como este... a toda costa.