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Acceder a un piso de alquiler en una de las principales poblaciones de Tarragona es una auténtica odisea. La escasez de la oferta y, como consecuencia, unos precios desorbitados se unen para que la misión sea realmente complicada para una familia media o una pareja joven, lo que explica en gran medida la tardía edad a la que se emancipan los jóvenes en este país.
La situación no es nueva, pero se ha agravado en los últimos años. En ello tiene mucho que ver la entrada en el mercado de la vivienda de grandes tenedores, entre ellos empresas, fondos y bancos, sobre todo a raíz del estallido de la burbuja inmobiliaria que generó la gran crisis de 2008.
El endurecimiento de las condiciones para acceder a los préstamos ha dejado los pisos en manos de las entidades con más músculo
Hasta entonces, el comprador inmobiliario era básicamente minorista: familias que se hipotecaban. Pero a partir de entonces, no solo aumenta el paro, la precariedad y la incertidumbre en el mercado de trabajo, sino que se endurecen las condiciones para acceder a préstamos.
Como resultado, cada vez resulta más difícil para una familia comprar una casa. Y son las entidades con más músculo las que acaban quedándose con una buena parte del pastel.
Así las cosas, se da la circunstancia de que ya el 23% de los pisos de alquiler de la provincia de Tarragona están en manos de grandes tenedores, la gran mayoría entes privados y muchos de los cuales ni siquiera han puesto sus inmuebles en el mercado, mientras otros han optado por el alquiler turístico, mucho más rentable para el propietario pero con graves consecuencias para las familias que buscan un techo bajo el que vivir.
La ley de vivienda aprobada recientemente es un intento por poner coto a algunas situaciones abusivas con el objetivo de bajar los precios, pero la solución es mucho más compleja y pasa de forma inexorable, entre otras cosas, por ampliar la oferta, sobre todo la pública, y por hacer atractivo el alquiler para los propietarios, lo que requiere darles seguridad. También, por explorar nuevas vías y formas de tenencia, como pueden ser la propiedad compartida o el coliving.
