Las lluvias de marzo apenas alivian la sequía

Las lluvias caídas durante el mes de marzo han sido recibidas como agua bendita. Casi literalmente. Aunque apenas han servido para incrementar en un muy pequeño porcentaje –apenas tres puntos– el nivel de los pantanos –actualmente las reservas de las cuencas internas de Catalunya están al 17,14%, un punto por encima del nivel que llevó a decretar la emergencia– y aliviar ligeramente la situación, se han unido al ahorro y al incremento de la desalinización y regeneración de agua para permitir a la Generalitat anunciar que Catalunya no tendrá que ampliar restricciones de cara al verano.

Aunque tampoco reducirá las vigentes de la fase de emergencia. No obstante, la realidad es que la situación continúa siendo crítica, sobre todo cuando nos encaminamos hacia los meses más calurosos del año, que son también, por ende, los periodos en que más turistas llegan y, por tanto, más agua se consume, al multiplicarse la población de nuestras localidades.

Además, todos los pronósticos apuntan a que los episodios de sequía se agudizarán en los próximos años, fruto del cambio climático y del calentamiento global. En esta tesitura, resulta obligado aprender las lecciones que nos dejó la sequía de 2008. Aquel año se llegaron a enviar barcos con agua de Tarragona a Barcelona, pero luego llovió y las administraciones se olvidaron de acometer algunas de las actuaciones previstas.

Fue el caso de la desalinizadora del Penedès, entre Cunit y Cubelles, un proyecto retomado ahora y cuyas obras comenzarán en 2026. Efectivamente, es urgente avanzar en la mejora de los sistemas de depuración y desalación con el objetivo de aumentar el agua reutilizada y el agua desalada. Pero al mismo tiempo hay que actuar para conseguir una reducción en las pérdidas en las canalizaciones y apostar por drenajes urbanos sostenibles y la recuperación de cauces como espacios naturales de uso público.

Y, por supuesto, trabajar para generar la conciencia de que el agua es un bien imprescindible, pero escaso.