Catalunya

Entrevista

Mayka Navarro y Paco Marco: "A todo el mundo le fue bien la no detención de Carles Puigdemont"

Los coautores de ‘La fugida’ argumentan que "la dirección de los Mossos d'Esquadra hizo de políticos y no de policías" y repasan el regreso del expresident, del que este viernes se cumple un año

Navarro y Marco en su viaje a Waterloo, durante la preparación del libroCedida

Joel Medina
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Este viernes se cumple un año del regreso público –el real fue el 6 de agosto– y la huida a Waterloo de Carles Puigdemont. Una historia repleta de interrogantes que la periodista Mayka Navarro y el investigador privado Paco Marco destaparon en su libro La fugida, publicado en abril. Hoy, 365 días después, repasan ese día y cómo se ha tejido su investigación.

Este libro nace en una cena.

Paco (P): Sí. La idea surge en un restaurante japonés de Barcelona, cenando con mi pareja y con Mayka, que había redactado el mejor reportaje periodístico sobre lo que había ocurrido aquel día. Ya estamos en segunda edición y tendremos un libro de bolsillo. Lo hemos elaborado todo a cuatro manos, lo cual creo que solo pueden hacer dos amigos porque, si no, acabas matándote.

Mayka (M): Mirándolo con perspectiva, me resulta impresionante pensar que en tan poco tiempo, cinco meses, logramos hilar toda la historia. Pensamos que alguien tenía que escribir ese libro y no nos equivocamos.

Es un relato de película.

P: Parece que esté novelado, y no lo está. Recuerdo que, poco antes de acabarlo, nos explicaron que, tiempo después de la huida, en noviembre, se produjo una reunión donde estaban todos los personajes que fueron apareciendo en nuestro libro. Nos quedamos con cara de tontos felices. Dijimos «nos acaban de regalar un cierre acojonante».

M: Es un libro muy respetuoso con lo que ocurrió, que no juzga y que está escrito por dos profesionales que no nos dedicamos al día a día de la política. Por eso, hemos agradecido la generosidad de prácticamente todos los protagonistas. La gente ha devorado el relato pese a conocer el final.

¿Hablaron con Puigdemont?

P: En ningún momento hemos identificado a una fuente, y si identificamos esta sería como destapar a las otras. Hemos hablado con todo el mundo que tuvo algo que ver de una manera u otra.

¿Cómo definirían al expresident?

P: Como una persona muy serena, con muchos silencios y que no habría improvisado ni la última coma. Tenían plan A, B, C, D y E de todo lo que podía suceder.

M: Hay una figura que aparece en el libro y que es fundamental en edificar toda la estructura legal que le acompaña a cada paso, y es su abogado Gonzalo Boye. El president va muy bien asesorado y, aunque él tiene la última palabra, siempre escucha.

¿Alguien se negó a sentarse con ustedes?

M: Aunque algunos fueron menos generosos, solamente una persona se negó a sentarse con nosotros. Pero la respetamos igualmente. Tenía sus motivos.

Llegaron hasta Waterloo.

M: Todos los escenarios que pisaron los protagonistas han sido revisados por Paco, salvo uno que hicimos juntos, que es Waterloo.

P: Hacía un frío de miedo. Pero es un viaje que te deja poso porque has tocado parte de la historia que explicas. Recuerdo también que, en los escenarios de Barcelona, Mayka, muy puntillosa en determinadas cosas, me preguntaba "¿estás contando pasos?", y yo le decía "¡pero vive el momento!".

¿Hicieron muchas entrevistas?

P: Sí. Y las primeras fueron, al final, las más complicadas, porque, al inicio, no tienes toda la información y hay gente que, por ego, intenta ser protagonista de algo de lo que no lo fue. Entonces tú te vas construyendo una historia que luego tienes que deconstruir. Fuimos como Ferran Adrià.

M: En los días después de la desaparición, no encontrabas un relato uniforme en el entorno del president. Había desconcierto, aunque posteriormente afinaron el discurso de sacar pecho y del pulso al Estado. Cuando nosotros empezamos a llamar a las puertas, prácticamente todos, de alguna manera, querían tener su espacio en esa foto.

Afirman en el libro que solo Puigdemont, Jordi Turull y Antoni Castellà conocían todo el plan.

M: Sí, por eso, en las primeras entrevistas, si tú quieres ser alguien en esta historia, no vas a reconocer de primeras que no tenías ni idea de lo que iba a hacer el líder de tu partido. Aunque el no saber también era importante, ya que implicaba participar en una gran maniobra de humo y confusión.

Una maniobra que también contaba con infraestructura, como algunos pisos. ¿Cuántos eran?

P: Hay uno donde Puigdemont pasa dos días, en Arc de Triomf, otro en el que está antes de irse a Francia y varios más con ropa del president. Tenían planificada la posibilidad de que pudiera quedarse hasta quince días.

Se separa de Turull en la frontera.

P: Sí, en un primer pueblo después de la frontera francesa, donde Jordi Turull se va a cenar y el president sigue hasta Lyon, duerme en Lyon y al día siguiente llega a Waterloo. Hay que decir que el pobre Jordi Turull estaba enfermo el día 6. Empezaba ya a encontrarse bien cuando acabó todo y lo único que quería era irse a cenar.

M: Quería reponer fuerzas para la que le venía, que no era otra detención, sino enfrentarse a su mujer, que no había sabido nada de él en las últimas 48 horas.

P: Sí, de hecho, mucha gente llamó al president sin obtener respuesta. Era obvio que no iban a venir a España con teléfonos móviles. Al final, el libro es Thelma & Louise, un road trip, un viaje.

¿Dónde hicieron las entrevistas?

P: Por Europa. Una confusión que se ha generado es que Mayka ha tocado la parte policial y yo la política. Los dos hemos abierto fuentes. Yo he vivido una reunión en un reservado de Barcelona con policías que no son catalanes, políticos independentistas, y nosotros. Y en esa cena, uno de los presentes dijo: "Llevo investigándoos muchos años".

¿Recibieron presiones?

P: Hubo gente que intentaba saber qué información teníamos nosotros, pero presión ninguna.

¿La gente quería hablar?

M: Una cosa importante es explicar que hay una investigación judicial abierta, que yo creo que no derivará en ninguna responsabilidad penal, de una magistrada a tres mossos d’esquadra acusados de colaborar con Puigdemont. Y eso a muchos les frenó porque no se quería condicionar el futuro procesal de estas tres personas.

Imagino que el cuerpo de Mossos tampoco querría dar muchas explicaciones.

M: No estamos hablando de la mejor actuación de su historia. Entonces, no hace mucha gracia salir a explicar algo de lo que no se puede estar especialmente orgulloso. Contar para asumir que has hecho el ridículo no es fácil.

¿Hubo complicidad institucional por parte del nuevo Govern para no detener a Puigdemont?

P: No. Como sabíamos que iba a ser la pregunta de mucha gente, nos ocupamos muy bien de saber, por parte de cada uno de los actores, si había un pacto. Al final, es cierto que a todo el mundo le fue bien la no detención y pensaba que eran los Mossos d’Esquadra los que tenían que llevarla a cabo.

M: Ni lo creemos ni hemos encontrado un solo elemento ni una sola prueba que avale ese pacto más allá del ruido político interesado en decir que lo dejaron escapar. Tú puedes tener una valoración técnica y pensar que fue un mal dispositivo, pero no estuvo planteado para dejarle ir.

¿Y el dispositivo estaba planteado para detenerlo?

M: Nunca lo hubo un dispositivo específico para el arresto. Se dieron las instrucciones de no ir a buscarle y de que, cuando se le viera, se le detuviera. Pero el comisario jefe, Eduard Sallent, advirtió que Mossos no podía ser el protagonista de ese día. La dirección del cuerpo en ese momento lo que estaba convencida de que Puigdemont caminaría hasta esa puerta número uno del Parc de la Ciutadella y que allí se efectuaría una detención que prácticamente se visualizaba como una entrega.

¿Por qué no se valoró que no se entregara?

M: Era un dispositivo pensado más con criterios políticos que policiales.

P: Esa es la clave, que la dirección de los Mossos hicieron de políticos y no de policías.

¿Qué papel jugó el excomisario jefe, Eduard Sallent?

P: Más político que policial. Los Mossos están acostumbradísimos a hacer operativos de esa envergadura y son una de las mejores policías de Europa en labores de protección, y en esta ocasión se desenfocaron porque quizás alguien envenenó a Sallent y le llegó a asegurar que Puigdemont iba a entregarse.

M: Sallent, que estaba de vacaciones, reapareció por sorpresa en el centro de coordinación (Cecor) diciendo que él mismo iba a detener a Puigdemont, pero la noche anterior ya se había decidido que iban a ser dos inspectores de información. Hubo reuniones absolutamente kafkianas. Únicamente leyendo cómo funcionaron dichas reuniones y lo que se dijo allí ya se podía concluir que eso no iba a acabar bien.

¿Cuál fue el feedback que recibieron sobre el libro?

P: Yo solamente pondré un ejemplo: una institución catalana nos agradeció el trato a la institución, no a las personas, pero sí el trato hacia la institución por cómo explicamos todas las circunstancias. Ha sido un feedback absolutamente buenísimo. En la literatura, nunca hay que decir, siempre hay que mostrar, y nosotros hemos mostrado y tiene que ser el lector el que le haya puesto adjetivos.

M: Yo, que suelo ser blanco de muchos haters y muchas campañas a la mínima que abro la boca, esta vez ni mu. Es que no nos han puesto un pero, ya que este no es un libro de parte y no tiene la intención ni de ensalzar ni de hundir a nadie, solo de relatar hechos y recordar aquellos días. Creo que lo hemos conseguido con creces.

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