Artículo de Pedro Otiña, historiador
El Salou de los años treinta del siglo XX tenía alrededor de 350 habitantes de derecho y una cantidad similar de hecho, que si bien no estaban empadronados, vivían de manera regular en él. Contaba con una veintena de pescadores, algunos de los cuales combinaban el trabajo del mar con el trabajo de la tierra. Algunos hoteles y cafés ya eran populares para los vecinos de Reus, Tarragona y algunas familias de Barcelona que veraneaban en su playa. Y los obreros que trabajaban en una cantera del municipio, donde se extraía piedra para la construcción del muelle del puerto de Cambrils, animaban los fines de semana y ofrecían un toque de bullicio los domingos, cuando se gastaban parte del jornal en los cafés locales.
Una cálida tarde de verano de julio de 1936, algunos veraneantes tomaban sus baños delante de la hilera de casetas instaladas en la playa. Se alojaban en casas particulares o en los hoteles Plana, Llurba o Bertomeu. Otros tomaban café en cal Sisquet o a Ca l’Agustí. Posiblemente, algunos otros departían con los vendedores y vendedoras en cal Blasi, cal la Pepa Cassoles o cal Fortuny después de haber comprado alimentos o productos varios. Las barcas de pesca ya estaban en la punta del muelle y las vendedoras de pescado se apresuraban a colocar las capturas.
Del día de playa a los nervios
Todo empezó a cambiar cuando, mediante la radio existente en cal Sisquet, los vecinos y veraneantes de Salou recibieron las primeras noticias de la insurrección militar que llevaba irremediablemente a España a una nueva guerra civil. Algunos veraneantes, en especial aquellos procedentes de Barcelona, decidieron volver a su hogar, tal como fue el caso del Dr. Abadal quien unos días después volvería a Salou para huir definitivamente a Francia y evitar de esta manera ser capturado por los milicianos de la CNT. Desafortunadamente, una de las personas que le ayudó a escapar, Severiano Martínez Garriga, responsable del faro de Salou, fue capturado por milicianos procedentes de Barcelona y fusilado en el Morrot de Barcelona.
La situación de guerra se hizo patente el 22 de julio de 1936 cuando llegaron milicianos procedentes de Reus con la intención de quemar la iglesia. La actuación de los vecinos permitió evitar que el sacro edificio fuese incendiado, pero no pudieron evitar la quema de ornamentos sacramentales y el saqueo de la misma, así como la captura del párroco Jaume Constantí, natural de Vimbodí, que después sería asesinado.
Posteriormente, llegó la fortificación de la costa. De la mano del comandante Medrano, quien durante un período breve de tiempo tuvo su cuartel general en el municipio, se llevaron a término obras de construcción de nidos de ametralladoras, trincheras y una batería en el punto más elevado del cabo de Salou.
Por fortuna, diferentes elementos de estas obras militares se conservan, formando parte de un activo de memoria histórica y patrimonio cultural prácticamente único y singular entre los municipios de Tarragona.
Único porque algunos de estos elementos conservan intactas estructuras de servicio y acceso a los mismos. Y singulares por la importancia estratégica del cabo de Salou en la contienda en ser, entre otros motivos, un elemento fundamental en la navegación aérea de la zona para las aeronaves que procedentes de Mallorca castigaban día tras día las ciudades y pueblos de la provincia.
Ataques aéreos
En el caso concreto de Salou, tenemos conocimiento de al menos nueve agresiones aéreas sobre el término municipal. En líneas generales, todos los ataques tienen por objetivo la estructura ferroviaria existente en la zona formada por el ferrocarril que unía Tarragona con Valencia y la línea del Carrilet, que unía Reus con Salou.
Ninguno de los ataques afectó de lleno a las estaciones, pero sí sus inmediaciones. El ataque de mayor crueldad se realizó el 30 de marzo de 1938. Aquel día, a las 10.30 h de la mañana, despegó la 52 escuadrilla de l’Aviazione Legionaria desde el aeródromo de Son Sant Joan en Palma de Mallorca. A 4.000 metros de altura dejaron caer bombas de 20 y 100 kilos. La mayoría de ellas impactaron en las vías del ferrocarril. Otras impactaron muy cerca del chalet Pujades y en la actual confluencia de las calles Pins y Carril. El resultado final de este ataque, al margen de los daños materiales, fue la pérdida de una vida humana y cinco heridos de diversa consideración.
Prácticamente coincidiendo con este ataque, una de las divisiones de Líster estuvo acampada en la zona dels Pilons y Emprius de Salou. El cuartel general lo tuvo establecido en la zona noble, pues los oficiales se alojaban en los diferentes chalets existentes aun hoy en día en el paseo Jaume I y calle Barcelona.
Los pescadores locales vieron como se les requisaban las barcas, sin discriminar el tamaño y tonelaje. Estas fueron trasladadas al Ebre, donde fueron utilizadas para hacer puentes. Algunos pescadores, los que menos, quizás más previsores o con más suerte, decidieron y consiguieron hundir expresamente sus botes y barcas, las cuales pudieron ser recuperadas en el momento que finalizó la guerra.
Segregación de Vila-seca
En este marco, unos días después de iniciada la guerra, un grupo de vecinos constituyeron un comité local antifascista, proclamando la independencia de Vila-seca y otorgándose poderes de ayuntamiento. Entre las primeras medidas que adoptaron fue la de prohibir el pago de impuestos y tasas a ningún otro organismo que no fuera dicho comité. Los representantes públicos de dicho comité fueron Andreu Pàmies i Dolcet con funciones de presidente, responsable del área económica del mismo y coordinador de las brigadas de trabajadores que fortificaban la costa; Josep Cherta i Marsal, responsable de gobernación y justicia y que sería fusilado al finalizar la guerra; Anton Alcové i Pons, responsable de trabajo; Natali Rivas i Barba, responsable de sanidad y asistencia; y Esteve Saltó i Gesalí, responsable de suministros y de la secretaria. Así mismo se nombraron unos empleados municipales: Sebastià Gombay Ramon, sereno y que falleció durante la guerra, Ramon Guinovart Curto, guarda municipal y Salvador Plassa i Vallvé, peón de mantenimiento y basurero.
Los comités antifascistas fueron disueltos en septiembre de 1936 y en Salou se constituyó como junta vecinal con funciones de Ayuntamiento. Finalmente, Salou volvió a la jurisdicción de Vila-seca si bien, justo al finalizar la guerra se volvieron a activar intentos de segregarse de Vila-seca, objetivo este que no se consiguió hasta octubre de 1989.
Durante todo el mes de abril se ha podido visitar en la Torre Vella de Salou una exposición que relata de una manera visual la guerra civil en la capital de la Costa Daurada. Un lugar de retaguardia, idílico, que vio frenada su progresión y prosperidad, como otros tantos municipios de Tarragona, a consecuencia de un alzamiento militar totalitario.