Escapadas
Descubre el Ebre con un crucero
Una travesía guiada desde Deltebre hasta la desembocadura, entre naturaleza, historia y reivindicación, con nauticparc.com

El barco, justo después de atracar en Deltebre, con el río a sus pies.
Faltan pocos minutos para las doce y media. Cada cual va a lo suyo y el barco aún no está en su lugar. Hay quien toma algo. Otros observan el río. Algunos se entretienen comprando un par de caprichos en el tenderete. El sol brilla, pero el calor no es insoportable. Buen día para un crucero en familia por el Ebre. Una hora y media. ¿Lo aguantará el pequeño?
Nos vamos preparando y vemos llegar el barco de Cruceros Olmos. Tenemos suerte: conseguimos sentarnos arriba. Por los altavoces se presenta el guía, Alex. Lo hace ameno e interesante al mismo tiempo. Y no es tarea fácil. Justo empezar me resuelve una duda existencial: ¿Qué diferencia hay entre anguila y angula? Pues que son madre e hijo. Sin más. Vaya.
Seguimos escuchando mientras navegamos. Nos cruzamos con otras embarcaciones. Saludamos, dejamos atrás el corazón de Deltebre y avanzamos hacia la desembocadura. El verde del agua en pleno julio nos rodea. Alex nos habla de la historia de la Illa de Buda. Ya no vive nadie allí. Pero es espectacular.
Habla de la pesca. De la regresión del Delta. Del miedo a desaparecer. Y, por supuesto, de la clase política y los vaivenes en su gestión. Menciona el temporal Gloria, aquel de hace cinco años y medio que sirvió –dice él– para que los políticos visitaran más la zona: «Prometieron mucho, pero nada más. Hoy seguimos esperando».
Nos quedamos reflexivos mientras disfrutamos del viento primaveral en este paréntesis en pleno verano. Mejor día, imposible. De repente, un poco más de movimiento: «up and down», celebra nuestro pequeño, que disfruta el viaje más que nosotros. Al fondo, ya en el mar, un faro lejano con forma de Torre Eiffel asoma por la derecha. El Delta llegaba hasta allí. Ahora cae lejos. Una prueba inequívoca de una regresión que no cesa.
No es un viaje reivindicativo. Es un viaje para pensar, sí. Pero también para escuchar. Aprender. Conocer. Mirar. Disfrutar. El arroz, su cultivo, el mirador. Los bañistas. La mezcla de colores. Cada estación regala una postal distinta. Esas aves sobrevolando nuestras cabezas mientras llegamos a un mar azul cristalino. Y esa sensación de conocer algo que creías conocer, pero que en el fondo desconocías. Un paseo tranquilo por el Ebre es como mirar un paisaje conocido con ojos nuevos. Y descubrir que, en realidad, apenas sabías nada. Más información: nauticparc.com