Verano
El Fènix, historia viva de la terraza veraniega
Institución popular con solera, fundada en 1875 en Vila-seca, ahora celebra su 150 aniversario

El Fènix, una terraza para comer, beber y resguardarse del calor urbano.
Reconozco cierta fascinación por las terrazas escondidas, que son un género urbano más que playero. No se va a ellas buscando el bronceado y el daiquiri, sino la sombra de la morera contra la inclemencia del asfalto en la canícula. Son refugios climáticos populares, en muchos casos para gente que no puede permitirse abandonar la ciudad cuando acecha el calor; por razones económicas, de movilidad o simple alergia a la masificación turística. Es un refrigerio para el alma pasear por las ciudades en verano y descubrir, más allá de los portales vetustos, cómo se abren patios y recreos. Pistas de tierra y grava, pérgolas y buganvilias que desafían el desierto inhóspito en que se convierten. Son escenarios históricos de verbenas, envelats y pasodobles. Si se buscan bien, hay rincones así en todos lados. Pero en Vila-seca, que es un pueblo grande que mira hacia adentro, encontramos ejemplos palmarios como el Centru o la terraza que nos ocupa hoy, la de la Societat Recreativa el Fènix.
En realidad, hablamos de dos terrazas, porque la cultura del patio aquí está arraigada y se ve que al vilasecano le van los espacios generosos. El Fènix es una institución popular con solera. Se fundó en 1875 y, por tanto, ahora celebra su 150 aniversario. Tras unos años de abandono, sus socios han decidido darle un nuevo impulso, que también ha conllevado dignificar sus magníficos espacios exteriores.
Como es un lugar con historia, recuperamos el origen de la terraza de la fachada, con esta noticia publicada en el diario con motivo de la Fiesta Mayor de Vila-seca en agosto de 1930: «Día 3: Por la mañana, inauguración de una espléndida terraza situada al borde de la carretera. Por la tarde, varietés en la sala de baile, y por la noche se celebrará un lucido baile amenizado por la orquesta de Granollers. Día 4: El mismo programa. Hacemos un llamamiento a los tarraconenses, amantes de las sardanas, que vengan a Vilaseca y se convencerán de la sinceridad de nuestras palabras».
Ha pasado casi un siglo, pero el espíritu del Fènix sigue incólume, ahora renacido. En esta terraza donde se bailaban sardanas o en la posterior, donde ahora se puede comer, beber y resguardarse del bochorno. Lo único que no puedo es dar indicaciones para llegar, como suelo hacer, porque para mí Vila-seca siempre ha sido laberíntica y me pierdo. Os espabiláis y lo buscáis en Google, que vale la pena.