Encuentros
Iván Pintor reseña 'Catafalco. Carl Jung y el fin de la humanidad', de Peter Kingsley
A medio camino entre el ensayo histórico, la meditación espiritual, el tratado profético y la elegía por la pérdida de lo sagrado en la cultura occidental, la prosa embriagadora, recursiva e hipnótica de Kingsley indaga en el vínculo entre pensamiento, ritual y revelación

“Feliz por haber escapado de la muerte” (Asmenos ek thanatoio) es la paráfrasis de la Odisea de Homero con la que el médico y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung hubiese querido abrir su autobiografía imaginaria Recuerdos, sueños, pensamientos, un libro concebido como un descenso al subconsciente y las memorias del propio autor, a la raíz vital de sus investigaciones sobre la psicología de las profundidades, los arquetipos y la consciencia colectiva. En la apertura de su tratado visionario Catafalco. Carl Jung y el fin de la humanidad, un díptico monumental publicado en un único y exquisito volumen por Atalanta Editorial, Peter Kingsley invoca el descenso de Jung, entendido aquí como figura mística y profética, al inframundo de lo sagrado, una catábasis en la que se reitera el esquema del Poema de Parménides, o de la Divina comedia de Dante: el viaje ultramundano, la confrontación, en vida, con las potencias de la muerte.
A medio camino entre el ensayo histórico, la meditación espiritual, el tratado profético y la elegía por la pérdida de lo sagrado en la cultura occidental, la prosa embriagadora, recursiva e hipnótica de Kingsley indaga en el vínculo entre pensamiento, ritual y revelación. De igual modo que en sus obras anteriores —En los oscuros lugares del saber, Filosofía antigua, misterios y magia y Realidad, todas ellas publicadas por Atalanta— Kingsley relee a los filósofos presocráticos, en particular a Parménides, no como precursores de la razón griega, sino como eslabones de una cadena áurea iniciática, chamánica y oracular encaminada a custodiar modos de comunicación con lo divino relegados por la posteridad. El ritual de la incubatio onírica explorado en En los oscuros lugares del saber reaparece en Catafalco como una de las formas de aproximación a lo sagrado concebido como visión interior.

- Título: Catafalco. Carl Jung y el fin de la humanidad.
- Autor: Peter Kingsley
- Editorial: Atalanta
“A la psicología le compete el acto de ver y no la construcción de nuevas verdades religiosas”, escribe Jung con respecto a la obra que constituye el fermento principal de Catafalco, El libro rojo, que sólo pudo ver la luz cincuenta años después de la muerte de Jung, una autoindagación en el bosque de imágenes y arquetipos del psiquiatra que inviste su figurar de una dimensión oracular. Ver y experimentar, como en los antiguos rituales de Eleusis se configuran como un mismo proceso dinámico de conocimiento, como la conciencia de que el alma no puede separarse de sus imágenes. Pero esas imágenes, confinadas por el mundo contemporáneo a la razón instrumental, la psicología terapéutica y la falaz espiritualidad del consumo, no sólo palpitan pugnando por una revelación, sino que, sobre todo, manifiestan que “nunca se trató de nosotros. Siempre fue lo sagrado, nada menos que la divinidad”: no se trata ya de aguardar que los dioses cuiden de nosotros, sino de cuidar de los dioses.
En torno a la idea del cuidado de lo sagrado, que Jung ya identificó con un sueño perturbador en el que debía afanarse por por mantener la lumbre de un candil, Catafalco se alinea con el trayecto espiritual y la indagación del islamólogo Henry Corbin sobre la pervivencia de la hermenéutica visionaria en el sufismo iranio, sobre la necesidad de restaurar el valor mediador de la experiencia “imaginal”. De los himnos órficos hasta la poesía ptolemaica, del maestro Eckhart a la Xvarnah, la “filosofía de la luz” del místico persa Suhrawardî, del torreón que Jung se hizo erigir en Bollingen, en la orilla Norte del lago Zurich, después de la Segunda Guerra Mundial a los propios sueños epifánicos de Kingsley, Catafalco constituye un texto fascinante, una advertencia urgente sobre el peligro de la desaparición de lo sagrado en la cultura occidental, una invitación a recuperar una forma de conocimiento que requiere confrontarse con las potencias de la muerte en una época marcada por la economía de la atención y la impotencia para religar pasado, presente y futuro. “Sólo al desprendernos de todo, incluso de nosotros mismos, sembramos las semillas del futuro”.