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Sangre, sudor y hazañas

Mostafa Benslimane ganó en los 42.195 metros y pulverizó el récord de la cita. La tarraconense Mireia Sosa remontó ´in extremis´ en el faro y se coronó tricampeona de Catalunya de maratón

El marroquí Mostafa Benslimane cruza la meta en primera posición para proclamarse campeón y lograr el récord de la prueba.Foto: Lluís Milián

Raúl Cosano
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A Mostafa le sangraban los pies en el Moll de Costa. Había grietas entre sus dedos malheridos y él recuperaba el resuello sobre el asfalto. Necesitó asistencia para acudir al tinglado y recibir los masajes. No es para menos. Si al soldado griego Filípides los 42 kilómetros le hicieron perecer, cuenta la leyenda, a Mustafá Benslimane su victoria en la sexta Marató Costa Daurada y su récord de la prueba (2:27:54) le valieron el dolor, los quejidos y un rato de cojera, a la postre dichosa, plena.

En su insólito debut en la distancia, tiró de temeridad para ponerse por delante al principio a cadencia endiablada. Luego vino la criba y un estratosférico duelo con el gallego Elías Domínguez, ganador el año pasado, que se decantó en el kilómetro 22, entre el Passeig Marítim y el Fortí de la Reina. Mostafa Benslimane, marroquí afincado en Mataró y corredor del Cornellà Atlètic, pisó el acelerador, luego mantuvo el ritmo y se proclamó campeón de Catalunya, bajando en casi un minuto la mejor marca de la competición, que estaba en manos precisamente de Domínguez.

Pero si esos dedos ensangrentados fueron icónicos, también lo fue el faro, ese desafío atlético y sobre todo mental que ayer jugó a favor de la tarraconense Mireia Sosa (2:53:39). La atleta, que ya había ganado la Mitja en noviembre, agrandó su palmarés con su tercer título consecutivo en el Campeonato de Catalunya. Fraguó su enésimo éxito (cruzó la meta de nuevo con su hija Blau en brazos) en una remontada apoteósica en el kilómero 39, en pleno giro en la escollera. Ejercitarse en ese trozo de asfalto ganado al Mediterráneo, donde suele azotar un viento inmisericorde, le dio credenciales para superar a Clara Angélica Esparza, que había ido por delante casi toda la carrera tras un cambio de ritmo inicial. Casi le sacó dos minutos.

La gloria no quedó acotada a esos dos nombres, porque hubo gestas para los casi 1.300 corredores –de un total de 1.700 inscritos– que terminaron la carrera en una de las tres distancias. En la maratón lo hizo el inglés Steve Edwards, el responsable de colocar en un tiempo a Tarragona en el Guiness: quiere completar 1.000 maratones y la de ayer fue la número 712. Hizo 3:17:40.

Esta vez el color y la alegría lo pusieron los 80 voluntarios de varios clubes que participaron llevando a varios participantes con parálisis en silla de ruedas. Cada paso fue una fiesta, una celebración que encandiló al público en la fría mañana dominical.

En el primer giro hacia el faro, el protagonismo recayó en Camilo Santiago. El riojano, ganador de la última Mitja de Tarragona, impuso su estado de forma letal para vencer en un visto y no visto el 10K, pulverizando el crono en unos escalofriantes 29’13’’, derrotando a candidatos como Jaume Leiva. Mikel Besora (Borges Trail) y Lluisma Mas (Runners Tarragona) le acompañaron en el podio. En féminas, la canaria Teresa Linares hizo valer su experiencia para superar a Estefanía Guinovart (Runners Tarragona) y Noemí Aumedes (AA Xatafolls).

Más allá de esa carrera corta, que sigue una lógica distinta, por detrás se había creado un grupeto comandado por Benslimane, Hugo Figueras o Elías Domínguez, pesos pesados que podían pelear por el triunfo en la larga y que rodaban en el mismo tiempo. En esa comitiva, Martín Fiz –quizás el rostro más mediático de la carrera, todo un campeón del mundo de maratón que venía a Tarragona para preparar la prueba de Tokio–y Sergio Enríquez libraban duelo por los 30 kilómetros ya de vuelta al centro urbano, cuando hubo que enfilar el Miracle, Torres Jordi y la Rambla Nova. Los tarraconenses Pedro Ortega, que acabó abandonando en el kilómetro 25, y Ferran de Torres (a la postre fue cuarto y subcampeón catalán) iban a continuación.

El rendimiento a ese nivel top convivía con el fabuloso circo del running: un Spiderman del País Vasco (Abel Fernández se escondía tras él) o Jean Louis Valderrama, que completó los 42.195 metros disfrazado de David Bowie. En los 30 kilemetros, la pelea era entre Sergio Enríquez y Martín Fiz. Enríquez le sacaba poco más de un minuto en el kilómetro 21, hacia el final de la Via Augusta. En mujeres mandaba firme Silvia Ferrer, una profesora de Huesca afincada en Tarragona.

Una lucha hermosa

En ese mismo punto, la batalla era hermosa entre las dos principales contendientes en el maratón femenino. El medio minuto de renta de Clara Angélica Esparza sobre Mireia Sosa se antojaba una renta solvente cuando la carrera pasó de nuevo por el Moll de Costa, sobre el kilómetro 26, y encaraba Torres Jordi para luego desembocar en la aridez de la N-340 hacia Icomar. Esparza se vino arriba y en el kilómetro 30, a la altura de los barrios de Ponent, la diferencia para Sosa se había ampliado al minuto. Por entonces, Mostafa Benslimane había abierto brecha: un botín definitivo de casi dos minutos sobre Elías Domínguez y otro de seis sobre Figueras dejaban la distancia vista para sentencia, salvo hecatombe de última hora. Sergio Enríquez se coronó en los 30 K (1:43:32), batiendo a Martín Fiz, mermado por problemas musculares, y Toñín Blanco. Silvia Ferrer hacía lo propio en féminas. Se impuso a María García y a Clara Bernadi.

Mientras Benslimane volaba en el último tránsito por la Escullera, a partir del kilómetro 35, y sellaba su victoria, la emoción latía en las mujeres. A partir del 30, a la altura de Campclar, Mireia Sosa se desbocó y empezó a estrechar hueco con una cadencia uniforme. En el giro del 39, un cambio de ritmo, pasando de rodar a 4’10’’ el kilómetro a 4’05’’ durante unos minutos permitió a Sosa ponerse por delante por primera vez en toda la cita. En los últimos dos kilómetros Esparza cedía y Sosa pudo ganar plácida y recibir el calor de su gente en una meta eufórica. Tras Esparza, Anna Riera completó el podio.

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