No hay vida sin fútbol. El dicho encajaría a las mil maravillas en el rostro de Marc Carrasco (Tarragona, 1985) un devorador de los conceptos del juego y un apasionado de la gestión de egos. Carrasco ha echado raíces en Reus desde hace un puñado de años. De hecho, permaneció seis cursos como futbolista en activo de la plantilla, donde alcanzó el último ascenso a Segunda B en 2011. No se trata de un extraño, más bien de un tipo de la casa, con un sentimiento de pertenencia muy arraigado y una ambición desmesurada. Carrasco se resiste a pensar que Reus no es ciudad de fútbol.
De momento, ha devuelto a la gente una categoría que, por historia, le pertenece al club. La Tercera RFEF regresa de una forma supersónica tras dos ascensos consecutivos y un invento, de momento fructífero, de proyecto de ciudad. La conversión del histórico Reddis a Reus FC Reddis ha propiciado que los románticos futboleros del lugar no pierdan sus domingos por la tarde. No resulta poca cosa. Después de la desaparición del centenario CF Reus, que llegó a degustar las mieles del fútbol profesional, el gentío se había quedado huérfano de balón.
Marc Carrasco asumió las riendas de la nueva propuesta en Segunda Catalana, justo después de conquistar su primer ascenso con el juvenil A de la Fundació Futbol Base Reus a categoría Nacional. En aquel plantel explotó el cambrilense Estanis Pedrola, actualmente atacante del FC Barcelona. El mismo futbolista considera al técnico como uno de sus padres deportivos.
El primer éxito juvenil ya dejó entrever el libreto de estilo de Carrasco; le gustan los equipos protagonistas, aunque la realidad no le nubla los ojos. «Muchas veces, lo simple es bueno», ha declarado consciente de que cualquier entrenador se encuentra en manos de los futbolistas y del ecosistema en el que se mueve.
Regresos ilusionantes
Uno de los condimentos que ha mezclado categoría futbolística, rendimiento inmediato y cierta nostalgia positiva se relaciona con el regreso de jugadores con un marcada identidad rojinegra y que, en el pasado, ya enseñaron su capacidad, en algunos casos en el CF Reus B, que llegó a codearse con la aristocracia más importante de la antigua Tercera División. Nombres como Modest Notario, Álex Fernández, Dani Argilaga, Miravent, Xavi Jaime, Meseguer, Sardà, Miranda o Estivill, entre otros, lustraron de talento al plantel para los dos primeros pasos muy urgentes; viajar de Segunda Catalana a Tercera RFEF a velocidad de crucero y sin peajes.
El Reus FCR lo ha conseguido con solvencia y equilibrio, la presión que normalmente implica contar con obligaciones no se ha convertido en problema. En la gestión emocional, el club nunca ha generado sospechas entorno a la figura de su entrenador, que ha trabajado con libertad y todas sus decisiones han conllevado un respaldo infranqueable de la zona noble.
Ahora, con el nuevo paisaje de la Tercera División en el horizonte, la exigencia aumenta en consonancia con el estatus pre-profesional que se presenta. Las puertas de la élite andan cerca, aunque Carrasco conserva el mismo espíritu y la misma política. Ha recuperado para la causa todavía nombres más lustrosos, un par de ellos iconos de aquel CF Reus inolvidable de Segunda A. Hablamos de Ramon Folch y Albert Benito, comprometidos y seducidos por el entrenador.
Además, éste ha terminado de arroparse en un personaje clave en su corta carrera. Bajo el silencio del segundo plano siempre se ha mantenido Javi Robles, mano derecha de Carrasco que se acaba de incorporar al staff como segundo. Los conocimientos y la discreción de Robles, un tipo que ha dirigido con registros históricos a los juveniles de Reus y Nàstic en División de Honor, han asesorado al míster rojinegro durante el primer tránsito. Desde el pasado lunes, viste de corto y comparte experiencia codo a codo con su amigo. «Es una cuestión de feeling, siempre nos hemos entendido mucho y compartimos muchas ideas», refleja el ayudante.
La relación empezó cuando Robles dirigió a Carrasco en el juvenil del Nàstic. Desde entonces, hablan el mismo idioma. Con él, Marc siente protección y sabiduría. También devoción, la que los dos desprenden por el fútbol.