Culturismo
La 'sirenita' de Tarragona que ha forjado sus músculos a base de supervivencia
Jessica Ridao sufrió acoso escolar, anorexia, perdió a dos hijos y se lanzó al deporte, que asegura que le ha cambiado la vida. Empezó a competir en culturismo hace poco más de un año y ya acumula medallas

Jessica Ridao realiza la pose de doble bíceps frontal en las instalaciones del ‘Diari’.
Hay historias que no se escriben con tinta, sino con luz y cicatrices. La de Jessica Ridao, la 'sirenita', es una de ellas: una vida golpeada una y otra vez, pero que siempre volvió a levantarse, como si cada caída fuera una repetición más en el entrenamiento de su resistencia. Su físico es imponente, sí, pero lo es mucho más su voluntad. Su ahínco: un músculo invisible que nació de la oscuridad.
Recuerda el instituto como territorio hostil: "Con 15 años pesaba 90 kilos. Me insultaban, me escupían, me señalaban como si yo misma fuera una broma", confiesa. Aquella violencia la empujó hacia un abismo: a los 17, una anorexia fulminante la consumió hasta perder 35 kilos en seis meses.
Poco después se quedó embarazada de mellizos. Los perdió: "Las secuelas de la anorexia me jugaron la peor pasada de mi vida", reconoce. Aquel duelo la llevó a las puertas del gimnasio, al principio por necesidad, pero pronto como salvavidas. "No quería volver a verme así". Su cuerpo cambiaba, pero su alma seguía temblando: "No dormía. Me medicaban para poder descansar. Mi madre fue un pilar enorme en aquel momento", recuerda años después.
El gimnasio como refugio
Entrenaba a ratos, sin constancia. Hasta que nació su hijo, a los 25 años. "Ahí sí. Ahí decidí ponerme seria. El gimnasio dejó de ser un lugar y pasó a ser mi refugio". Mientras compaginaba trabajos –primero en una tienda de novias, luego como autónoma–, la tragedia volvió a golpearla: "Falleció el padre de mi hijo. Me quedé viuda. Después perdí a mi padre. Luego a mi madre".
La violencia de género también marcó su historia: "Fui víctima. El gimnasio fue lo único que me mantuvo cuerda. Por eso quiero transmitir eso a las chicas que entreno". Convertirse en entrenadora personal fue un renacer: "Me cambió por dentro".
La llamada del escenario
Un preparador vio su potencial y le lanzó un reto: "Prepárate y compite". Ella, que venía de sobrevivir a todo, aceptó sin pestañear. Tras un año de trabajo, debutó en junio del año pasado y ya acumula medallas.
Su día arranca a las 06.15 h, con un ritual: "Vaso de agua con limón caliente y me voy a hacer cardio en ayunas. Tres cuartos de hora subiendo y bajando escaleras". Después, comidas medidas al milímetro, trabajo en el gimnasio y horas de entrenamiento.
Su dieta es un péndulo extremo: "He estado con 4.800 calorías diarias y, en otras fases, dos meses comiendo cinco veces al día 80 gramos de brócoli y 100 de verduras". Pero lo más duro no es el hambre: "Es la cabeza. Es lo que más quema".
Y el camino deportivo no ha estado exento de obstáculos: después de su primera competición, estuvo ingresada en el hospital 12 horas: "Me cortaron el agua el día antes y me dieron dos diuréticos seguidos. Estuve al borde del paro renal".
En el escenario, la fuerza convive con la delicadeza: "Las poses lo son todo. Competimos con tacones porque quieren que no se pierda la feminidad". "Arriba, los nervios te hacen temblar las piernas", reconoce. Y los jueces buscan armonía: "Calidad muscular, forma de la espalda, sequedad de la piel, feminidad, puesta en escena...".
El tabú de los esteroides
Jessica no esquiva el tema. "Sí he usado. En cantidades muy pequeñas y siempre con analíticas cada dos meses". Para ella la salud es lo primero y, por ese motivo, advierte de los peligros de este tipo de sustancias.
Sobre todo por las consecuencias peligrosas que tienen, ya que pueden alterar en gran medida el cuerpo hormonalmente hablando: "Hay chicas jóvenes que llevan cuatro años sin tener regla. Y ya saben que no podrán ser madres".
El precio de soñar y las victorias
Competir es caro. "En amateur nos lo pagamos todo: bikini, tinte, maquillaje, ficha, hotel, viaje". Una ficha puede costar 200 euros. Y ella lo hace sola: "Soy madre sola. Pero no pienso dejar a mi hijo atrás". Él, de 14 años, es su mano derecha: "Me acompaña a todos los campeonatos. Me pone el tinte. Es un crack". También quiere competir cuando cumpla 16.
Y tiene un gran ejemplo en casa: en el Mundial de Eslovenia, Ridao quedó dos veces subcampeona y una tercera. Ahora prepara el Olympia Amateur nacional, puerta de entrada al Miss Universo que la International Bodybuilding and Fitness Federation (IBFF) celebra en Taranto. A partir de ahí, quiere luchar por conseguir el carné profesional, que le permitirá competir contra profesionales y no en categoría amateur, como ahora.
Su palmarés crece, pero su filosofía permanece: "El deporte es la mejor medicina. La mejor terapia. Quiero que los jóvenes entiendan que se puede salir de todo. Que no hagan daño a nadie. Y que cuiden su cuerpo y su mente". Es su máxima. Porque hay físicos que se esculpen con hierro, pero hay almas que solo se esculpen sobreviviendo.